A la hora de elegir entre una aplicación gratuita y su versión de pago, uno de los mayores reclamos que usan los desarrolladores para que nos decantemos por la segunda es la retirada de la publicidad. Esto, además de ofrecer una mayor comodidad mientras utilizamos la app, también debería traducirse en una mejora en nuestra privacidad: a menos anuncios, menor extracción de datos y menos análisis de nuestro comportamiento cedido a terceras empresas. ¿Pero es realmente así?
Consultamos a Jorge Morell, abogado experto en derecho tecnológico en LegalTechies, que explica que la versión de pago, “al no estar condicionada por la publicidad, en principio va a necesitar menos datos y se puede permitir ser más tolerante a nivel de privacidad”.
Dicho esto, este especialista también asume que una cosa es la teoría y otra la práctica. En las aplicaciones de pago, aunque la publicidad se reduzca o se elimine de todo, se siguen captando datos “para enviar nuevos productos o servicios, controlar cómo se usa el mismo, los micropagos que se puedan hacer (cuando la app es gratuita y no incluye publicidad pero sí vende pequeñas piezas de contenido) o quizá reforzar colaboraciones con terceros”.
Una investigación concluye que los beneficios en privacidad al pagar la app "son pocos en el mejor de los casos"
Repasando algunos estudios podemos concluir que soltar el dinero no se traduce necesariamente en una mayor defensa de nuestra privacidad. Esta investigación impulsada por cinco universidades internacionales (entre ellas la Universidad Carlos III de Madrid) es bastante rotunda en sus conclusiones: “Nuestros resultados preliminares muestran que los beneficios en privacidad de pagar por las apps son pocos en el mejor de los casos, siendo probable que se engañe a los consumidores y haciendo imposible que tomen decisiones informadas acerca de su privacidad”.
En la investigación se analizaron 1.505 pares de aplicaciones: primero, la versión gratuita y después su alternativa de pago (generalmente etiquetada como premium o pro) en la que se necesita un único desembolso inicial para acceder a sus ventajas. Se buscó incluir en el estudio a terceras empresas extractoras de datos; se tuvieron en cuenta la cantidad de permisos cedidos a las apps para acceder a tu agenda o geolocalizarte (por citar dos ejemplos) y se compararon las políticas de privacidad de ambas versiones.
“Según nuestro análisis, en aproximadamente la mitad de los casos, las versiones gratuitas y de pago de la misma aplicación suelen incluir el mismo código de terceros, solicitan los mismos permisos y comparten la misma información personal con terceros. Esta observación va en contra de la creencia generalizada de que pagar por la aplicación protege al consumidor de una amplia recopilación y seguimiento de datos”, sostienen los académicos.
Una de las comparativas más interesantes del estudio es la del “envío de datos sensibles” de los usuarios hacia terceras empresas, que generalmente utilizan esta información para conocer tus hábitos, gustos y ofrecerte publicidad personalizada. Según los datos, “el 38% de las aplicaciones de pago compartían los mismos datos sensibles con los mismos terceros que sus homólogas gratuitas”.
Muchos servicios gratuitos hacen negocio con nuestros datos
Jorge Louzao, experto en ciberseguridad y maldito que nos ha prestado sus superpoderes para analizar este asunto, recuerda que hay una gran cantidad de servicios gratuitos que basan su modelo de negocio en el uso de nuestros datos. Es el caso de las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley, que ofrecen sin previo pago servicios de mensajería, mapas, correo electrónico o almacenamiento en la nube, entre muchos otros productos.
“Sus productos gratuitos están diseñados para recabar la mayor cantidad posible de información de todos los usuarios, aun cuando no uses sus servicios activamente. Un simple botón de compartir en Facebook en una web cualquiera puede estar recabando información de las personas que visitan esos sitios”, añade el experto.
A modo de conclusión, Louzao aconseja leer de manera exhaustiva las condiciones de servicio de las aplicaciones, hacer uso de las herramientas que ofrece el Reglamento General de Protección de Datos como los derechos de acceso o de oposición y “no caer en la falsa seguridad de que si pagamos dinero van a respetarnos más que cuando pagamos con nuestros datos”. Ya que aunque en algunas ocasiones sea cierto, no siempre tiene por qué ser de esta forma.
Primera fecha de publicación de este artículo: 31/05/2021