Lo que circula: Un vídeo en el que Robert F. Kennedy, actual secretario de Salud de Estados Unidos, afirma que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) ocultan, desde hace años, un estudio que demostraría la relación entre la vacuna contra la hepatitis B y un aumento del riesgo de autismo del 1.135% como consecuencia de uno de sus componentes, el timerosal.
Verificación: El trabajo al que se refiere Kennedy es en realidad la fase preliminar de un estudio publicado en 2003 que nunca fue secreta, sino que se presentó en una conferencia científica pública. La versión final y revisada de la investigación examinó la exposición total al timerosal de todas las vacunas en más de 140.000 niños y no encontró ninguna asociación consistente entre las vacunas que contienen timerosal y los resultados del neurodesarrollo. Desde entonces, la investigación no ha encontrado relación entre esta ni ninguna otra vacuna y el riesgo de autismo.
El trabajo que menciona Kennedy es en realidad una interpretación errónea de cifras preliminares: una segunda fase del estudio no encontró relación entre vacunas y autismo
En el fragmento de vídeo que circula, Kennedy hace referencia a un supuesto estudio llevado a cabo por los CDC en 1999, encabezado por el investigador Thomas Verstraeten. En base y sobre este supuesto trabajo, afirma que el grupo de niños que recibió la vacuna contra la hepatitis antes de los 30 días de vida había mostrado un 1.135% de riesgo mayor de diagnóstico de autismo que el grupo que recibió el fármaco más tarde o que incluso no lo recibió. “Les sorprendió [a los CDC], por lo que conservaron los hallazgos en secreto y los manipularon para tratar de esconder este vínculo”, concluye Kennedy.
En realidad, las cifras que RFK menciona proceden de la malinterpretación de las cifras recogidas durante una primera fase del trabajo encabezado por Verstraeten, cuyas conclusiones se publicaron en 2003 y que nada tienen que ver con las afirmaciones del secretario de salud de Estados Unidos. “En particular, la cifra específica del ‘1.135%’ citada ni siquiera aparece en la transcripción real de la reunión de CDC [de la que proceden las cifras] de ese momento”, señala Jessica Steier, experta en salud pública y autora de la página web y el podcast Unbiased Science (Ciencia Imparcial).
“Las presentaciones en congresos muestran trabajos iniciales e inconclusos que a menudo cambian drásticamente durante el proceso de investigación. La presentación de 1999 examinó múltiples resultados con tamaños de muestra y potencia estadística limitados”, continúa la experta. “Cuando el estudio se amplió con más datos y un análisis riguroso, estas asociaciones iniciales desaparecieron. Por eso no tomamos decisiones médicas basándonos en resúmenes de congresos”.

El autor principal del estudio rechazó en 2004 la interpretación que se estaba haciendo de los datos preliminares
Por su parte, como investigador principal, Verstraeten rechazó explícitamente estas malinterpretaciones. En 2004, publicaba una carta al editor en la revista Pediatrics, de la Academia Americana de Pediatría: “¿Suavizaron los CDC los resultados originales? No”, indica el investigador.
El motivo de la malinterpretación, como explica en el texto, procede de la creencia de que este tipo de estudios de cribado sólosolo pueden tener resultados positivos (si confirman la asociación entre dos variables) o negativos (que concluyen que no existe tal relación). “Sin embargo, hay una tercera posibilidad: que la asociación ni se confirme ni se refute (es decir, que sean neutrales)”, explica el investigador.
Al principio, las cifras aportadas tras la primera fase del estudio de los CDC hicieron que el trabajo se interpretase como un estudio positivo que habría encontrado una asociación entre el timerosal de las vacunas y los problemas de neurodesarrollo. Como señala Verstraeten en su carta al editor, dado el gran impacto que estos resultados podrían suponer a la salud pública, era necesaria una validación (una segunda fase) urgente.
“¿Seleccionaron los CDC a propósito una segunda fase que contradijera la primera? Por supuesto que no [...] Los resultados de la primera fase eran demasiado propensos a posibles sesgos como para servir de base para decisiones importantes de salud pública”, añade el investigador. “Dado que los resultados de la primera fase no fueron replicados en la segunda, la percepción del estudio cambió de positiva a neutral”, continúa. Es decir: los resultados ni confirmaban ni refutaban la asociación entre la vacunación y el autismo, sino que instaban a mayor investigación sobre el tema.

Desde 2004, la literatura científica no ha encontrado asociación alguna entre las vacunas (con o sin timerosal) y un mayor riesgo de autismo
El tiomersal o timerosal, es una sal orgánica que contiene etilmercurio. A diferencia del metilmercurio, esta se metaboliza rápidamente y no se acumula en el organismo, según indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). “La OMS ha seguido de cerca durante más de 20 años la investigación científica sobre el uso del tiomersal como conservante de las vacunas y ha concluido sistemáticamente que no hay pruebas de que la cantidad de tiomersal utilizada en las vacunas suponga un riesgo para la salud”, concluye la organización sanitaria.
“Estudios masivos independientes con más de 1,25 millones de niños demuestran constantemente que no hay asociación entre vacunas y autismo”, recuerda Steier. “La evidencia del mundo real contradice aún más estas afirmaciones: cuando el timerosal fue retirado de las vacunas de la infancia en 2001, las tasas de autismo siguieron aumentando, no cayendo, como la teoría predecía”, añade.
Es decir, actualmente no existe evidencia científica alguna que sostenga un aumento del riesgo de autismo del 1.135% en niños que han recibido ni la vacuna contra la hepatitis B ni ninguna otra.