Puede que introducir los primeros alimentos sólidos en la alimentación de un bebé genere cierto respeto, por ejemplo, por miedo al atragantamiento. Sin embargo, no todos deben pasar siempre por la batidora: es importante que, con el inicio de la alimentación complementaria, los pequeños comiencen a tener contacto con nuevas texturas y consistencias. No solo por educación alimentaria, también por salud. Para evitar posibles problemas, tan solo hay que seguir las pautas pediátricas habituales.
Consecuencias de no comer alimentos sólidos
Hablamos de alimentación complementaria al referirnos al momento, a partir de los seis meses, en el que un bebé empieza a comer alimentos, sólidos y líquidos, distintos de la leche materna o de fórmula. Aunque la leche seguirá siendo el principal alimento durante un tiempo, el pequeño comienza a necesitar de otros para cumplir con sus demandas nutricionales, pero también para evitar ciertos problemas de salud.
Esto, según explica el odontólogo y divulgador Simón Pardiñas, se debe a que la falta de exposición a alimentos sólidos en las primeras etapas de la alimentación complementaria puede tener consecuencias en la salud bucodental del niño o la niña.
Por ejemplo, un desarrollo inadecuado de los músculos orofaciales, los que afectan a la cara y a su movimiento. “Masticar alimentos sólidos estimula el desarrollo de los músculos de la boca, la lengua y la mandíbula. Si no se ejercitan adecuadamente, pueden presentarse alteraciones en la mordida, en la respiración o incluso en el habla”, recuerda Pardiñas.
Añade que la falta del estímulo que supone el gesto de masticar también puede contribuir a problemas en el desarrollo de los maxilares y, con ello, un mayor riesgo de las conocidas como maloclusiones, es decir, la mala posición de los dientes y de la forma de la mordida.
“Por otro lado, los bebés que no mastican lo suficiente pueden acostumbrarse a una deglución inmadura o infantil (empujando la lengua hacia adelante). Esto puede influir en la respiración oral, aumentando el riesgo de problemas en el desarrollo craneofacial”, continúa Pardiñas.
Todas estas consecuencias vienen acompañadas de un mayor riesgo de acumulación de placa y caries: si el bebé solo come alimentos blandos o triturados durante mucho tiempo, estos pueden adherirse con más facilidad a los dientes y encías, favoreciendo el crecimiento de bacterias y aumentando el riesgo de caries.
“Por tanto, una vez llegada la edad y cumplidos los requisitos de seguridad pertinentes, sí sería importante introducir sólidos (con las adaptaciones necesarias)”, señala la dietista-nutricionista especializada en nutrición infantil Anabel Moyano.
Como Pardiñas, subraya lo que la evidencia científica muestra: que retrasar la introducción de alimentos sólidos genera un inadecuado desarrollo de las habilidades motoras orales, mientras que incluirlos desde el inicio de la alimentación complementaria contribuye al buen desarrollo oral y bucodental. “Si esa introducción se alarga más allá de los ocho o diez meses, es posible que aumente el riesgo de dificultades para la alimentación en el futuro”, añade Moyano.
No hace falta esperar a los primeros dientes
Aunque esperar a que aparezcan los primeros dientes podría parecer lo más lógico al hablar de masticación, en realidad estos no son imprescindibles: aunque ayudan, Pardiñas recuerda que las encías son capaces de triturar alimentos blandos y semisólidos.
Por lo tanto, no es tanto esperar a los primeros dientes como al conjunto de señales que permiten saber que un bebé está listo para introducir nuevos alimentos: que tenga la capacidad de mantenerse sentado con apoyo, que sepa coordinar el movimiento mano-boca y que no tenga el reflejo de empujar la comida con la lengua.
“Al ofrecer alimentos con diferentes texturas desde el principio (siguiendo un enfoque seguro para evitar atragantamientos), se favorece el desarrollo de la masticación y de la musculatura oral”, aclara Pardiñas.
Cómo ofrecer los primeros alimentos
Para iniciar el primer contacto con estos alimentos, lo que recomienda Moyano es ofrecerlos con la textura y el formato adecuados: “Dependiendo de estos, se desarrollará con mayor o menor velocidad la respuesta de masticar con las encías. Además, entre los seis y los ocho meses la mayoría de bebés ya tienen los incisivos, lo que hace que puedan cortar alimentos de forma más eficiente”.
Ante la pregunta de cómo iniciar correctamente la alimentación complementaria, si a través de alimentos sólidos, blandos o líquidos, “en los últimos tiempos estamos asistiendo a una tendencia a administrar más tempranamente los sólidos, en aras a desarrollar un mejor control de apetito y disminuir el riesgo de sobrepeso u obesidad”, recuerda Rosaura Leis, coordinadora del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP). “Es lo que conocemos como Baby Led Weaning (BLW), la autoadministración por parte del lactante”, añade.
Aun así, es normal que sigan quedando dudas. “En España tenemos la fortuna de contar con médicos especialistas, los pediatras, para asistir a los niños. No solo cuando están enfermos, sino también en los controles de salud”, explica Leis. “Junto al equipo pediátrico asistencial, son quienes deben orientar y aconsejar a la familia sobre cómo ir avanzando en los distintos periodos de la alimentación, en función de las características del lactante”, asegura.
Pautas de salud bucodental en los más pequeños
Al igual que de adultos somos conscientes de las pautas diarias para una correcta salud e higiene bucales —o deberíamos—, también es importante tenerlas presentes en los pequeños. Según Pardiñas, estas incluyen limpiar las encías con una gasa húmeda o dedales especiales antes incluso de los primeros dientes y sin necesidad de dentífrico. “Desde la erupción del primer diente, usar un cepillo de cerdas suaves y una cantidad mínima de pasta con flúor (del tamaño de un grano de arroz)”, añade.
Como adelantábamos, también recomienda evitar la alimentación basada exclusivamente en purés o triturados por tiempos prolongados, especialmente los azucarados, para reducir el riesgo de caries en los dientes de leche. Ni hablar, por lo tanto, de mojar el chupete en miel o azúcar.
Para terminar, recuerda la importancia de evitar el uso excesivo del chupete o el biberón después del año y de fomentar hábitos como beber en vaso y masticar bien los alimentos. “La primera visita al odontopediatra debería ocurrir antes del primer año. Es clave para detectar problemas tempranos y recibir orientación sobre cuidados específicos, así como para ir acostumbrando al peque a acudir al dentista”, concluye el experto.
Este contenido fue publicado el 11 de marzo de 2025 en la web de Consumer.