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MALDITA CIENCIA

Por qué han aumentado los casos diagnosticados de autismo y por qué no hay evidencia científica de que sea por las vacunas

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Claves
  • Circulan contenidos desinformadores sobre las causas del aumento de diagnósticos de autismo 
  • El aumento se debe al cambio en la definición de este trastorno, a la mayor concienciación acerca del mismo, a las mejoras en los métodos de diagnóstico y a su infradiagnóstico en el pasado 
  • Ninguna investigación científica ha encontrado relación entre las vacunas y el autismo

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Qué se dice: El autismo ha aumentado en las últimas décadas por causas como las vacunas.

Verificación: El aparente aumento en la incidencia del autismo es consecuencia de diferentes variables. Entre ellas, la flexibilización de los criterios para su diagnóstico, una mayor concienciación social y una mejor formación de los profesionales sanitarios. Hay que tener en cuenta, además, un infradiagnóstico en el pasado. Las causas del autismo son tanto genéticas como ambientales y no hay ningún estudio científico que cumpla con estándares de calidad que relacione al autismo con la administración de vacunas.

Un aumento real de casos diagnosticados de autismo

La prevalencia del autismo o trastornos del espectro autista (TEA) en Estados Unidos ha pasado de ser de uno de cada 150 niños en el año 2000 a uno de cada 36 niños en 2020 (no como dijo Trump, que cifró en 2005 que el autismo en niños era en uno de cada 10.000). Es decir, uno de cada 36 niños en Estados Unidos ha sido identificado como parte de este espectro, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. A nivel mundial, se estima que uno de cada 100 niños son diagnosticados con autismo. Sin embargo, este aumento (en base a los datos) no significa que ahora haya más personas con autismo, sino que se diagnostica más y mejor con esta etiqueta, al disponer de más herramientas (de mayor calidad) e información para el diagnóstico.

Una definición más laxa del autismo ha contribuido a un aumento aparente de la incidencia del autismo

El factor clave en la evolución de la incidencia del TEA es el propio cambio en la definición médica del autismo. 

El DSM-5 (2013), la quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales que elabora la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, define los TEA como un grupo heterogéneo de trastornos del neurodesarrollo, que aparecen en etapas tempranas del desarrollo y que se caracterizan por presentar déficits en la comunicación e interacción social y patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, actividades o intereses.

Pero esta definición ha cambiado en las últimas décadas. “La tendencia ha sido flexibilizar los criterios de diagnóstico del autismo. Cada vez se diagnostica más porque el diagnóstico ha evolucionado con el tiempo”, señala a Maldita.es Iciar Iturmendi, doctoranda en Psicología y Neurociencia en la Universidad de Toronto (Canadá) que estudia la regulación emocional en el autismo y miembro de la comunidad de malditas que nos prestan sus superpoderes.

De hecho, el concepto ‘autismo’ ha pasado de centrarse en los déficits y en las concepciones erróneas o estereotipadas (como que las personas autistas no quieren relacionarse y no se comunican) a observarse desde “el paradigma de la neurodiversidad como una condición amplia y diversa”. “Se reconoce que las personas en el espectro son muy diferentes en cuanto a sus necesidades de apoyo, capacidades y preferencias”, destaca a Maldita.es María Verde Cagiao, psicóloga del Área de Investigación de Autismo España y maldita que nos ha donado sus superpoderes . De ahí que lo más probable sea, no que haya más casos de autismo que antes, sino que se identifiquen mejor los que hay, como concluye la psicóloga.

¿Qué se entiende ahora por TEA?

Ahora, el término TEA busca agrupar un conjunto de trastornos de diferente gravedad. Antes, bajo el marco del DSM-4 (1994), se hacía la distinción entre diferentes trastornos como el síndrome de Asperger y el autismo. Con la actualización de 2013, ambos se agrupan de forma conjunta dentro de TEA lo que refleja “una comprensión más amplia y dimensional del autismo, reconociendo que es un espectro”, destaca Aitana Alonso, médica e investigadora en la unidad de investigación del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria (Santa Cruz de Tenerife) que hizo su tesis doctoral sobre la genética del autismo y maldita que también nos ha prestado sus superpoderes. 

“Así se puede capturar la amplia variedad de síntomas, habilidades y tipos de impacto que pueden presentarse en las personas autistas”, señala a Maldita.es Marisa Martínez, divulgadora sobre autismo, persona autista y maldita que nos ha prestado sus superpoderes. Destaca, además, que “la introducción del concepto de ‘espectro autista’, ha permitido incluir a personas que también tienen esta condición pero que no destacan tan notablemente”. “Estas personas a menudo se sentían en tierra de nadie y ahora pueden ser reconocidas y recibir el apoyo necesario, a pesar de las dificultades que puedan enfrentar en su día a día”, aclara.

Otras causas sociales que también explican el aumento de la prevalencia del autismo

Además de los cambios en los criterios diagnósticos en el DSM y en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que hacen que ahora sean más las personas que cumplan criterios para recibir el diagnóstico, ha habido también una “significativa mejora en la capacidad para su detección, que se debe a una mayor formación de los profesionales de la salud y una mejora en las herramientas de cribado y diagnóstico”, señala Verde.

La psicóloga de Autismo España añade que, además, hoy en día existe una mayor conciencia pública y mediática sobre el autismo, lo que se traduce en que más familias busquen un diagnóstico para sus hijos, y en que muchas personas adultas se planteen su propia evaluación. 

Además, frente a lo que se consideraba hasta ahora, se ha comenzado a cuestionar si realmente hay menos mujeres autistas que hombres: la razón de esta creencia podría deberse a un infradiagnóstico femenino, según destaca Verde. 

Martínez, que no fue diagnosticada hasta los 30 años, señala que “las mujeres y niñas autistas pueden presentar una manifestación del autismo algo diferente y desarrollar habilidades compensatorias desde la infancia debido a la manera en que han sido socializadas” y que esto “ha dificultado el diagnóstico temprano” en niñas y mujeres.

“Hay más reconocimiento del autismo que hace 20 años. No hay punto de comparación del conocimiento que tenemos actualmente”, añade Iciar Iturmendi. “Se va definiendo mejor lo que es, se diagnostica a más personas y más personas se relacionan con esta definición. Por eso hay más incidencia y prevalencia”, resume la psicóloga. De hecho, se ha expandido tanto que incluye a “un espectro demasiado amplio”: incluyen tanto a personas tan funcionales como el resto de la población, como a personas con discapacidad intelectual grave que necesitan apoyo. “Hay un debate sobre la necesidad de subdividir esta etiqueta”, señala Iturmendi.

Entre las múltiples causas del TEA, no hay evidencias de que sean las vacunas

La aparición del TEA se relaciona tanto con factores genéticos como ambientales. La importancia de la genética es “significativa”, al tratarse de un trastorno “mucho más heredable que muchos tipos de cáncer”, destaca Aitana Alonso. 

Ahora bien, no existe evidencia científica alguna que haya demostrado que las vacunas formen parte de las causas del autismo o que exista vínculo entre ambos. Este bulo circula al menos desde 1998, cuando se publicó en la revista científica The Lancet un artículo que relacionaba, sin ninguna evidencia válida, la vacuna contra la triple vírica con el autismo. El estudio fue retirado al incluir datos falsos y su autor, el exmédico Andrew Wakefield, no tiene permiso para ejercer la medicina desde 2010 por “falta de ética”, según el Consejo Médico General de Reino Unido.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Iciar Iturmendi, doctoranda en Psicología y Neurociencia en la Universidad de Toronto (Canadá) que estudia la regulación emocional en el autismo, Aitana Alonso, médica e investigadora en la unidad de investigación del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria (Santa Cruz de Tenerife) que hizo su tesis doctoral sobre la genética del autismo, María Verde Cagiao, psicóloga Área de Investigación de Autismo España, y Marisa Martínez, divulgadora sobre el autismo y persona autista.

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