La sorpresa es mutua: vale que nos hayamos dado algún chapuzón y hayamos braceado algún que otro largo, quizá también nos hemos animado a dar un paseo por la orilla o incluso nos hemos envalentonado para construir los cimientos de toda una fortaleza de arena. Aun así, ¿cómo es posible que estemos tan cansados tras un día de playa o de piscina? ¡Si no hemos hecho ‘nah’! Pues ni esta sensación es solo cosa tuya ni existe una sola respuesta o motivo para justificarla. La clave parece estar tanto en el esfuerzo continuo del cuerpo por ‘autorefrescarse’ durante esas horas de sol y calor, como en los electrolitos y el líquido perdidos a través del sudor sumados a los cambios en la rutina que suelen suponer las vacaciones, cuando es común frecuentar estos escenarios de agua salada o clorada.
En este cansancio post ‘posado en toalla’, “evidentemente hay una influencia de la exposición al sol y la necesidad de regular la temperatura corporal”, factores que, por un lado, someten al organismo a una mayor actividad metabólica y, por otro, hacen que disminuya la tensión, lo que puede relacionarse con una mayor sensación de somnolencia y debilidad.
“El sudor baja un poco la tensión a causa de la disminución de sal y líquido que conlleva y muchas veces la rehidratación no es perfecta”, explica a Maldita.es Javier Puertas, coordinador del Servicio de Neurofisiología y la Unidad de Trastornos del Sueño en el Hospital Universitario de la Ribera (Valencia) y profesor asociado del Departamento de Fisiología de la Universidad de Valencia. En caso de no beber suficiente líquido durante días calurosos, puede ocurrir incluso que nos deshidratemos, lo que disminuye la capacidad del cuerpo de transpirar y mantener una temperatura normal.
Además, al contrario de lo que sucede cuando tenemos frío, con el calor se produce una vasodilatación, es decir, los vasos sanguíneos se ensanchan para dejar pasar más cantidad de sangre. “Esto también facilita que baje un poco la tensión arterial”, añade Puertas.
Por último, los días de playa y piscina suelen darse durante las vacaciones, rachas en la que es fácil que cambien nuestros hábitos diarios. “Solemos acostarnos más tarde, el calor hace que el sueño sea de menor calidad y, por lo tanto, la somnolencia diurna aumenta. Además, comemos un poco más tarde, tenemos más actividad social, muchas veces bajamos la alerta (al no tener la necesidad de rendimiento laboral), quizá se consume un poco más de alcohol… Todo esto influye”, recuerda Puertas.
Sin embargo, aun ‘de vacaciones’, la sensación de cansancio tras un día al sol no será la misma que si lo pasamos en un interior con aire acondicionado. “En este caso, la regulación de la temperatura periférica es menos exigente, desde el punto de vista de evacuar el calor del cuerpo, por lo que notaremos menos cansancio”, concluye el experto.
Este artículo forma parte del 219º consultorio de Maldita Ciencia.
Primera fecha de publicación de este artículo: 23/08/2023