¿Flotador? ¿Manguitos? Si tú también te has preguntado alguna vez cuál es el dispositivo de flotación más seguro para niños y niñas que no saben nadar, la respuesta es simple: cuidado y precaución. Muchos de estos utensilios generan una falsa sensación de seguridad que puede terminar con una menor supervisión del adulto responsable y, en el peor de los casos, con el ahogamiento del pequeño o la pequeña.
Sobre el flotador tal y como lo conocemos, esa especie de donuts lleno de aire, los expertos coinciden en que es completamente desaconsejable. “Los flotadores hinchables no son recomendables”, recuerda en su página web el Ministerio de Sanidad. Miguel Assal, instructor del Servicio de Atención Médica de Urgencias (SUMA) y divulgador sobre primeros auxilios y emergencias señala a Maldita.es que son muchos los niños fallecidos por ahogamiento a causa de estos dispositivos: “Se cuelan por el agujero y, cuando los padres se quieren dar cuenta, el niño ya está en bajo el agua”. Tampoco son recomendables, según la Asociación Española de Pediatría (AEP), los flotadores de cuello.
En este contexto también se contemplan las burbujas y los churros de corcho que se agarran a la espalda de niños y niñas para ayudarles a flotar. “Pero hay que contar con el peligro de que sean estos mismos instrumentos los que dejen al niño boca abajo. Si esto ocurre, de no haber vigilancia por parte de un adulto, se pueden ahogar”, indica Assal. “De ahí que estos dispositivos tampoco se consideren completamente seguros”.
Sobre los manguitos, que se colocan en ambos brazos, estos pueden resbalarse muy fácilmente, sobre todo cuando ya se ha aplicado el factor de protección solar o el niño ya está mojado. Debido al material del que están hechos, también pueden pincharse y desinflarse.
“En un segundo intento de lanzarse al agua [una vez mojados], es posible que los manguitos resbalen, como si estuviesen colocados sobre vaselina”, como puede verse en este vídeo.
Sobre el dispositivo de flotación que Assal considera más seguro, este sería el chaleco, siempre y cuando esté homologado. “Está claro que un chaleco o cualquier otro flotador no homologado no cumple con las condiciones para que se le pueda confiar la seguridad del niño en todo momento”. Además, “debido a que son bastante aparatosos, impiden el libre movimiento del niño por lo que no son nada útiles para que el niño aprenda a nadar”, recuerdan en su blog de 20 minutos los pediatras Elena Blanco y Gonzalo Oñoro (dos pediatras en casa, en redes sociales).
A pesar de que el chaleco siempre hará que el niño esté boca arriba, tampoco debe descuidarse la supervisión por parte de un adulto: el efecto ‘tranquilidad’ nunca debe confiarse a un elemento flotador. De hecho, ningún dispositivo será seguro por sí mismo si no se usa únicamente como complemento a la vigilancia por parte de los padres o responsables del pequeño.
En el caso de los churros que no están agarrados al cuerpo, la situación es diferente: normalmente se utilizan en contextos en los que la niña o el niño sabe nadar o, al menos, mantenerse a flote y decide si permanecer sobre el churro o no.
“Es frecuente que los padres piensen que, si están utilizando un elemento flotador, los niños van a ser independientes, cuando realmente ocurre todo lo contrario. Por muy seguros que estos objetos parezcan, suponen un riesgo”, recuerda Assal. De ahí que la supervisión de nuestros hijos sea básica. “Tenemos que tener en cuenta que los niños pueden ahogarse en tan solo un palmo de agua y en menos de un minuto (incluso en la bañera)”, continúa.
Por norma general, se tiende a pensar que, en caso de emergencia, el niño va a chillar o a llamar la atención de sus padres o responsables pero no: “Cuando alguien está bajo el agua no podemos oírle gritar, lo que hace que se diga que los ahogamientos son muertes silenciosas, ya que por mucho que el niño pida ayuda, si no le estamos vigilando, no vamos a ser capaces des darnos cuenta de que algo le pasa”, recuerdan Blanco y Oñoro.
Para evitar ahogamientos, según recomienda Assal, debemos mirarles, como mucho, cada 10 segundos y mantenerles a la distancia máxima de un brazo. Así, si ocurre algo, podemos alargarlo y coger alcanzar al pequeño.
De nuevo: la prevención es algo básico. De ahí que también sea imprescindible, como recuerda Assal, que las piscinas estén valladas; que nunca se deje a un niño con un sistema de flotación sin supervisión dentro del agua y enseñarles a nadar desde que son pequeños.
Este artículo forma parte del 218º consultorio de Maldita Ciencia.
Primera fecha de publicación de este artículo: 15/08/2023