Es común oír hablar de la palabra adicción asociada a diferentes sustancias, especialmente con alcohol, tabaco y otras drogas. También a ciertos comportamientos o situaciones, entre ellos, el juego y, al menos coloquialmente, el sexo o la pornografía.
“Estamos oyendo que la ‘adicción al sexo’ es una ‘epidemia’ creciente pero, hasta ahora, la comunidad científica sigue debatiendo si tal problema existe”, explica Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). De hecho, añade que se le han dado muchos nombres, como trastorno hipersexual, adicción al sexo y a la pornografía, compulsividad sexual, comportamiento sexual fuera de control... ¿Cuáles son las evidencias al respecto? ¿Es realmente una adicción?
¿Existe la adicción a la pornografía?
Por el momento, no hay evidencia suficiente para hablar de adicción al consumo de pornografía. Lejos de existir consenso científico sobre el tema, las investigaciones al respecto llegan a conclusiones diferentes.
Según apunta una revisión de 2024 publicada en la revista Current Addiction Reports, “la adicción a la pornografía no se reconoce como un trastorno diagnosticable”, tampoco en jóvenes. Como señala el estudio, es cierto que se ha hablado de la pornografía como un riesgo de la era digital e incluso se ha planteado si podría o no considerarse una crisis de salud pública. Este contexto ha impulsado la narrativa de la existencia de una supuesta adicción al porno que se ha dado por sentada durante mucho tiempo y de forma general. Incluso páginas web especializadas en salud y cuyos artículos revisan profesionales médicos, como WebMD, hacen referencia a esta condición así como a sus supuestos factores de riesgo, síntomas, complicaciones y tratamientos.
Sin embargo, los autores de la revisión advierten sobre las consecuencias de problematizar, a través de esta narrativa, la sexualidad juvenil: “Medicalizar el consumo de pornografía online somete a los jóvenes a vigilancia, intervención de expertos y estímulos de autorregulación, buscando el poder restringir y controlar conductas que se consideran socialmente inaceptables”.
Por otro lado, existen revisiones que apuntan que la adicción a la pornografía en internet sí encajaría en el marco de la adicción y que comparte los mecanismos básicos de la adicción a sustancias. “Vemos pruebas sólidas para considerar los comportamientos adictivos en internet [como el consumo de pornografía] como adicción conductual”, señalan los autores.
Aunque todavía no se reconoce como un trastorno, según otro artículo de 2023 publicado en The Journal of Nervous and Mental Disease, el consumo excesivo de pornografía “puede representar un problema social y epidemiológico grave”: “Algunos hallazgos sugieren que ver pornografía en la infancia y la adolescencia puede influir negativamente en la formación de la identidad y las relaciones sexuales debido a estereotipos de género poco realistas, roles, relaciones, perfeccionismo físico e imagen corporal poco realista”, añade.
El contrapunto, según recoge una revisión sistemática de 2019 publicada en Journal of Clinical Medicine, es que sigue habiendo conceptos, como el de tolerancia y abstinencia, que “aún no están suficientemente establecidos como para merecer la etiqueta de adicción” y, por lo tanto, constituyen una parte crucial de futuras investigaciones. “De momento, por su relevancia clínica actual se ha incluido en la CIE-11 una entidad diagnóstica que engloba la conducta sexual fuera de control [el trastorno por comportamiento sexual compulsivo], y seguramente será de utilidad para abordar pacientes con estos síntomas que solicitan ayuda a los médicos”, concluye.
Qué dicen las autoridades sanitarias sobre la adicción al sexo, a la pornografía o similares
La realidad es que el concepto ‘adicción a la pornografía’ no aparece en los manuales diagnósticos de las entidades referentes en salud mental.
La quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), una herramienta publicada por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés), ni siquiera recoge el término ‘adicción’ como diagnóstico, por su definición “incierta” y su “posible connotación negativa”. En su lugar, la APA utiliza la expresión ‘trastorno por consumo de sustancias’ o ‘trastornos no relacionados con sustancias’. Este manual no incluye ningún diagnóstico vinculado al comportamiento sexual o la pornografía.
La Clasificación internacional de enfermedades (CIE-11) (conocida popularmente como la “biblia” de las enfermedades), dependiente Organización Mundial de la Salud (OMS), sí incluye el trastorno por comportamiento sexual compulsivo para referirse a “los patrones persistentes de incapacidad para controlar los impulsos sexuales intensos y repetitivos que conducen a un comportamiento sexual reiterativo”.
Los síntomas de este trastorno, señala, pueden incluir actividades sexuales repetitivas que se convierten en un punto central de la vida de la persona hasta el punto de descuidar la salud y el cuidado personal u otros intereses, actividades y responsabilidades, sin tener en cuenta las posibles consecuencias adversas durante, al menos, seis meses.
Sin embargo, no se consideran un trastorno de este tipo los casos en los que la persona siente malestar solo a causa de juicios morales y desaprobación sobre impulsos o conductas sexuales. Esta situación, según el CIE-11, “no es suficiente para cumplir con este requisito”.
“La frecuencia y cantidad del uso de pornografía no es, en sí misma, un indicador confiable” para el diagnóstico de este trastorno, concluye el comité de revisión científica convocado por la Sociedad Internacional de Medicina Sexual. “Usarlo como una medida exclusiva de uso problemático de pornografía o de trastorno de conducta sexual compulsiva podría resultar en una sobreestimación de las personas con estos problemas y a la patologización asociada del alto deseo o pasión sexual”.
¿Tiene el trastorno por comportamiento sexual compulsivo algo que ver con el consumo de pornografía?
Aunque se ha especulado mucho al respecto, lo que la evidencia refleja es que la frecuencia o la cantidad del uso de pornografía, por sí sola, no es suficiente para diagnosticar problemas de control sexual, según señala Molero. Esto sugiere que el uso frecuente de pornografía per se “no es necesariamente problemático”.
Según añade a Maldita.es, a lo que apuntan las investigaciones es a que “no hay una relación directa del trastorno por comportamiento sexual compulsivo con el consumo de pornografía”: “Sí que es cierto que hay muchos pacientes que vienen a la consulta pensando que son adictos porque interpretan que tienen un consumo problemático. Sin embargo, se trata de un autodiagnóstico”, explica la experta. “Independientemente del tiempo que estén consumiendo o exponiéndose al porno, lo que realmente se trata en consulta es el malestar y la sensación de descontrol que les produce el hecho de hacerlo. Muchas veces ni siquiera se establece un diagnóstico de trastorno de la conducta sexual compulsiva porque no cumple los indicadores”, añade.
Riesgos de hablar de ‘adicción al porno’
Hablar habitualmente de ‘adicción al sexo’ o ‘adicción al porno’ aumenta el riesgo de patologizar un comportamiento sexual por estar fuera de la norma o sujeto a desaprobación moral o cultural. “Una cosa es la función sexual y otra es la sexualidad medida y mediatizada por la cultura y el entorno, donde la falta de una educación sexual integral es un factor de riesgo importante”, subraya Molero. De hecho, según investigaciones al respecto, el uso de pornografía entre quienes la desaprueban moralmente se relaciona con una mayor vergüenza sexual y esta, a su vez, con una menor satisfacción sexual, también en la pareja.
“Lo normal y saludable es todo aquello que no es disfuncional: si el tiempo y la energía te dan para cumplir con tus obligaciones y con las tareas básicas de supervivencia (comer, dormir, relacionarte…), todo lo demás puede ser frungir o practicar el amor propio”, explicaba la sexóloga Laura Morán en Radio Nacional. “Lo que lo diferencia de una adicción [...] son los motivos que te llevan a ello y las consecuencias que tiene en tu vida llevarlas a cabo”.
En base a la evidencia disponible, la experta recuerda la importancia de que los profesionales conozcan el problema (el trastorno por comportamiento sexual compulsivo) y cómo abordarlo, así como de que quienes lo tienen deban saber que existen tratamientos eficaces. “Se deben ofrecer terapias basadas en evidencia y en la medicina sexual para lograr un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras”, concluye.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología.
Molero forma parte de Superpoderosas, un proyecto de Maldita.es que busca aumentar la presencia de científicas y expertas en el discurso público a través de la colaboración en la lucha contra la desinformación.
Gracias a vuestros superpoderes, conocimientos y experiencia podemos luchar más y mejor contra la mentira. La comunidad de Maldita.es sois imprescindibles para parar la desinformación. Ayúdanos en esta batalla:mándanos los bulos que te lleguen a nuestro servicio de Whatsapp, préstanos tus superpoderes, difunde nuestros desmentidos yhazte Embajador.