Una maldita nos ha remitido una pregunta muy propia de estas fechas en el hemisferio norte: ¿hay algún humano que no sienta el frío? Aunque sería un mecanismo ideal para los días más gélidos, no hay literatura científica que explique de manera detallada algún caso en el que una persona careciera absolutamente de sensibilidad ante el frío (o de la percepción del mismo). Pero sí que hay notables casos de resistencia extrema a las temperaturas más bajas, y de estudios que han explorado esta tolerancia, que merece la pena contar.
Empezando por los casos más generales, tenemos que hablar de la proteína alfa-actinina 3. Sobre ella, no solo se ha explorado su implicación en el ejercicio físico, también en la resistencia al frío. Las conclusiones de un estudio publicado en la revista American Journal of Human Genetics apuntan que las personas que carecen de esta proteína —concretamente, que tienen una mutación en el gen que les impide expresarla— tienen una mejor capacidad para mantener su temperatura corporal cuando se exponen a situaciones de bajas temperaturas, como las inmersiones en aguas frías.
Esto no quiere decir que las personas que carecen de ella no sientan el frío, sino que cuentan con una mayor tolerancia a este. De hecho, se estima que hay 1.500 millones de humanos que no cuentan con este gen, casi una por cada cinco personas. La principal hipótesis es que las mutaciones en este gen han ayudado a que los ancestros humanos que emigraron de África a otros continentes más fríos (como Europa) sobrevivan a estas temperaturas.
Otro caso en el que se ha centrado la investigación sobre el frío es en aquellas personas que deciden vestir ropa que ‘cubre’ poca piel a pesar de que haga un frío destacable. Un curioso estudio, titulado “Cuando lucir ‘caliente’ significa no sentir frío” y publicado en el British Journal of Social Psychology, investigó a mujeres que iban a fiestas en pleno invierno en Reino Unido vistiendo ropa que era poco abrigada. La hipótesis que planteaban es que aquellas fiesteras que se auto objectificaban —es decir, que eran conscientes de su apariencia desde el punto de vista y el interés de otras personas, en lugar del propio— eran capaces de tolerar más el frío, cosa que también ocurriría al contrario, las que no se auto objectificaban eran más conscientes del frío que hacía.
Para comprobar si esta hipótesis era cierta —spoiler: lo lograron, pero con muchas limitaciones—, los investigadores acudieron a discotecas en búsqueda de mujeres que vestían poca ropa y evaluaron, por un lado, su sensación subjetiva de frío y su percepción subjetiva de auto objetificación. Con 98 respuestas —una muestra relativamente pequeña— encontraron una correlación entre la baja auto objetificación y tener más percepción del frío. Como principal limitación del trabajo, las autoras destacan que todos los valores que se estudiaron son “subjetivos y complicados de comprobar” y con mucho sesgo demográfico.
En el apartado de casos extremos tenemos a Wim Hof, un hombre que ha batido varios récords gracias a su resistencia extrema al frío y al calor: ha escalado el Everest y el Kilimanjaro usando únicamente pantalones cortos, ostenta el récord del nado más largo bajo hielo y ha logrado correr una media maratón a través del desierto del Namib sin beber agua. Tal es el interés que suscita este individuo que, para investigar su caso, un trabajo científico le hizo una resonancia magnética durante una exposición al agua fría y encontró que su cerebro es capaz de inducir una respuesta de estrés que le ayuda a resistir el frío. Los autores afirman a la revista de divulgación Smithsonian Magazine que “por accidente o por suerte, Hof ha encontrado una manera de ‘hackear’ su sistema fisiológico y puede sentirse eufórico en un ambiente de frío extremo”
Ginés Viscor, profesor de Fisiología del Ejercicio y de la Altitud de la Universitat de Barcelona y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, nos ha echado un cable para buscar bibliografía sobre casos de estudio de humanos con una carencia total de sensibilidad al frío de forma innata. Como decimos, no parece haber literatura científica publicada sobre tal caso, pero sí hay evidencias anecdóticas de personas que han demostrado una resistencia extrema, sobrehumana incluso, al frío.
Es el caso de dos publicaciones informativas —no revisadas por pares— en la revista Anales de medicina y socorro en montaña, donde se recogen casos particulares de personas que dicen tener una resistencia extrema al frío para hacer experimentos con ellos. En el primero, se investigó el caso de una persona que había realizado repetidas inmersiones en agua fría del río Miño para estudiar si es posible forzar una aclimatación al frío. En el segundo, se hace una reflexión sobre el caso de otra persona acostumbrada a subir semidesnuda, “calzado, calcetines, pantalón corto y gorrito”, a varias montañas del mundo, como el Kilimanjaro o el Kibo Hut; pero no logró alcanzar el pico del Aconcagua por problemas psicológicos.
Manuel González Ávila, doctor en Fisiología y Biofísica y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, también nos ha respondido asegurando que no ha encontrado en la literatura científica algún caso de mamífero que no contara con termorreceptores de frío o calor. Sin embargo, añade, "sí es posible que una persona tenga un impedimento o una lesión en el sistema nervioso que le impida reconocer la señal neurológica". En este caso, no estaríamos hablando de carencia de sensibilidad, sino que, dado que la señal neurológica no estaría llegando al cerebro, no sería posible interpretarla.*
*Este artículo ha sido actualizado el 23 de febrero de 2023 para agregar unos comentarios de Manuel González Ávila.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes los malditos Ginés Viscor, profesor de Fisiología del ejercicio y de la altitud de la Universitat de Barcelona, y Manuel González Ávila, doctor en Fisiología y Biofísica.
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Primera fecha de publicación de este artículo: 21/02/2023