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MALDITA CIENCIA

Cómo un láser consigue borrar un tatuaje y por qué

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La cosa parece ir de dermatología (pelos y pieles a tutiplén). Nos explicamos: la última de las preguntas que nos habéis planteado a lo largo de estos días está relacionada con los tatuajes. En Maldita.es ya explicamos que son seguros (sus efectos adversos son excepcionales) y que los productos exfoliantes no tienen por qué estropearlos, además de que una mujer con un tatuaje en la zona lumbar sí puede recibir la epidural y que una persona tatuada, en general, pasados cuatro meses sí puede donar sangre. Ahora bien, sea porque ese tribal ya no hace tanta gracia como en los 2000 o porque el nombre de tu ex en el antebrazo empiece a mosquear a terceras personas, hay quienes se plantean eliminar la tinta de su piel. ¿Cómo funciona este proceso?

Lo primero que tenemos que tener claro es en qué consiste realmente un tatuaje. Este se dibuja en la piel inyectando gotas grandes de tinta en la dermis, la segunda capa de la piel. “Al ser partículas tan grandes, los macrófagos (un tipo de células del sistema inmunitario) no son capaces de eliminarlas. Por lo tanto, se quedan ahí: el tatuaje permanece”, explica a Maldita.es la dermatóloga estética Inés Escandell, que nos ha prestado sus superpoderes.

Para eliminar este dibujo, según la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), el láser es la forma más eficaz y segura. Este tratamiento debe realizarse siempre bajo control médico y a través de un tipo concreto de láser, llamado Q-Switched. Es el apropiado para estos casos ya que utiliza longitudes de onda (es decir, intervalos del espectro electromagnético) muy concretos que son capaces de destruir los pigmentos de color que conforman el tatuaje sin lesionar las estructuras cercanas. La clave está en que, a través de esta tecnología, se emite una alta intensidad de energía en muy poco tiempo (hablamos de nanosegundos, la milmillonésima parte de un segundo).

Aunque es cierto que esta luz también se absorbe moderadamente por la melanina de nuestra piel (la responsable del color de este órgano y del pelo), gracias a la fototermólisis selectiva puede dirigirse el láser específicamente a los pigmentos del tatuaje que quieren destruirse.

Foto… ¿qué? Fototermólisis selectiva. Para entendernos: se trata de llevar a cabo pequeñas ‘lesiones’ térmicas dirigidas a una sola ‘diana’; en este caso, los pigmentos que conforman el tatuaje, los diferentes colores. Esto se controla precisamente a través de la longitud de onda del láser utilizado, adaptándola a la que absorbe preferentemente el tejido seleccionado (y no sus alrededores). “Los láseres funcionan con los cromóforos, los responsables del color de las moléculas, que tienen una afinidad por una longitud de onda determinada”, señala Escandell. Es decir, cada longitud de onda utilizada ‘ataca’ y ‘borra’, un color. “Hay algunos más fáciles de eliminar, como el negro; y otros más difíciles, como el verde”, añade.

En contacto con el láser, las gotas de tinta se calientan y se fragmentan en otras mucho más pequeñas. De esta manera, los macrófagos sí pueden ‘hacerse con ellas’ y eliminarlas: “Lo que hacen es fagocitarlas, es decir, las introducen en su interior, viajan por los ganglios linfáticos y las presentan a los linfocitos (un tipo de glóbulos blancos que también forman parte del sistema inmunitario)”, explica la dermatóloga

Como explica Donís Muñoz, dermatólogo miembro de la AEDC, las sesiones de láser necesarias para eliminar un tatuaje al completo pueden oscilar entre 2 y 12, en función del grosor y de la profundidad de la capa de tinta que albergue. “No obstante, los factores que pueden influir son muy variados e impredecibles, tales como que el tatuaje sea amateur o profesional, el color empleado, la localización, el tamaño, su antigüedad, el color de la piel o ser fumador”, añade el experto. Entre sesión y sesión, “se recomienda dejar pasar, al menos, 6 u 8 semanas [...], con el fin de dar tiempo al organismo de eliminar el pigmento liberado por el láser, a la vez que ello permite la recuperación de la piel”, concluye.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Inés Escandell, dermatóloga, que forma parte de Superpoderosas, un proyecto de Maldita.es en colaboración con FECYT que busca aumentar la presencia de científicas y expertas en el discurso público a través de la colaboración en la lucha contra la desinformación.

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Primera fecha de publicación de este artículo: 16/02/2023

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