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Pelo verde y piscinas, exposición de la piel al sol y golpes de calor. Llega el consultorio 216º a Maldita Ciencia

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Créditos de imagen destacada: Nikitabuida/Freepik y Solomon203/Wikimedia.

Estimadas y estimados malditas y malditos: aquí tienen una nueva edición de nuestro queridísimo y apreciadísimo consultorio científico. Las dudas de esta semana tienen un tinte muy veraniego: respondemos a por qué el pelo puede quedarse verde en la piscina, si es cierto que solo nos puede dar un golpe de calor si estamos al sol, qué le ocurre a la piel desde que recibe radiación ultravioleta hasta que se quema, y desgranamos la alerta alimentaria que ha detectado burundanga en unas galletas sin gluten.

Si tienes cualquier duda científica que quieras que resolvamos en el siguiente consultorio, anímate y mándanosla por Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o por nuestro chatbot de WhatsApp (¡guárdate el número! +34 644 22 93 19). Por el momento: luces, cámara y… ¡al lío!

¿Puede el pelo quedarse verde al bañarse en la piscina?

“No me pienso meter al agua, que se me pone el pelo verde” no es una excusa de tu colega de turno para evitar un chapuzón que le apetece un total de cero unidades: es ‘preocupación’ con justificación científica. El cloro de las piscinas puede hacer, especialmente en el pelo dañado, que este se vea verdoso. Para evitarlo, la mejor opción es aclararlo al salir de la piscina y prestar atención a su cuidado durante el año.

En palabras de David Saceda, miembro del Grupo Español de Tricología de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV), a Maldita.es, esta situación es bastante conocida. “Ocurre porque el agua de las piscinas, a consecuencia del cloro y de ciertos productos antialgas, contienen algunos reactivos químicos. Lo que estos hacen es oxidar el cobre del agua de la propia piscina, presente en mayor cantidad si las tuberías que la hacen funcionar son antiguas”.

Este cobre oxidado reacciona con las proteínas del cabello, especialmente cuando este último está dañado. “Al romperse la cutícula que lo protege, las proteínas del tallo quedan más expuestas. Es un tallo mucho más poroso y, por tanto, también mucho más vulnerable”, continúa el experto. En contacto con estas proteínas capilares, el cobre oxidado altera la coloración del pelo y lo tiñe de un color verdoso. Sucede en todos los pelos, pero es más visible en los cabellos más claros.

El ‘problema’ lo conocemos, ¿qué pasa con la solución? Es sencilla: aclárate (no en el sentido de que pongas tus pensamientos en orden, que también, sino de que te metas a la ducha para quitarte el cloro del cuerpo). Este efecto no se producirá con un solo baño: “Es necesario que, al salir de la piscina, estés un rato con el pelo mojado, al sol (que, al parecer, facilita la reacción). Si pasa un día, y otro, y otro y no tienes la costumbre de aclararte el pelo, puede acabar con ese color verdoso”.

Es especialmente importante en esta época del año tratar de que la cutícula capilar esté sellada. “Si estamos todo el rato dañando el pelo con el sol, con el agua de la piscina, con la del mar… y no lo reparamos, el tallo será mucho más vulnerable. Para evitarlo, tenemos que utilizar mascarillas, aceites o lo que llaman ‘protectores solares’ capilares (aunque no existen protectores solares del pelo como los que existen para la piel, estos reparan la cutícula y dan una hidratación extra para permeabilizar el pelo)”, concluye el experto.

¿Solo nos puede dar un golpe de calor si estamos al sol?

Un golpe de calor es el trastorno más peligroso de las enfermedades asociadas a las altas temperaturas, siendo especialmente peligroso en lactantes y niños aunque puede ser fatal en cualquier persona. Un mensaje que se comparte sobre este riesgo de salud es que “solo es posible tener un golpe de calor si estamos expuestos al sol”.

Pero es un mito. Un golpe de calor se produce cuando aumenta la temperatura corporal hasta un punto en el que nuestro organismo no puede disipar este calor acumulado, ya sea al estar en un ambiente con temperatura muy alta o al hacer ejercicio. No es una condición necesaria estar expuesto al sol para sufrir un golpe de calor, aunque la radiación solar puede contribuir a aumentar el calor.

Como explica esta revisión de literatura sobre el golpe de calor publicada en 2019, este problema de salud aparece cuando el cuerpo falla a la hora de evaporar el calor excesivo. Desde el punto de vista médico, un golpe de calor se define por problemas en el sistema nervioso central (convulsiones, desmayos, delirios, coma), piel seca y caliente e hipertermia extrema (temperatura corporal por encima de los 40,5 ºC).

Así, los profesionales de la salud clasifican los golpes de calor en dos tipos. Está el golpe de calor clásico, al exponerse a una temperatura ambiental alta; y el golpe de calor por esfuerzo, asociado al ejercicio físico y que ocurre cuando la producción excesiva de calor metabólico supera los mecanismos fisiológicos de pérdida de calor.

El primero afecta principalmente a personas con enfermedades crónicas, ancianos y población infantil, está vinculado a las olas de calor y sucede como una epidemia — afecta simultáneamente a muchas personas—. El segundo es de naturaleza esporádica, afecta a personas que hacen un gran esfuerzo físico (deportistas, bomberos, militares, trabajadores del campo, etcétera) y puede suceder incluso cuando no hay altas temperaturas ni durante las horas de sol.

Como ejemplos de golpe de calor en donde no hay influencia de la radiación solar, este trabajo recoge un caso singular de un hombre de 26 años que le dio un golpe de calor en invierno, tras estar en una sauna; o este trabajo científico que analiza 150 golpes de calor por esfuerzo en militares, que indica que el 59% de estas afecciones se dieron entre las 10 de la noche y las 10 de la mañana.

¿Qué ocurre en nuestra piel desde que nos da el sol hasta que se genera una quemadura solar?

Entender cómo impacta la luz solar en nuestra piel es complicado. La radiación del sol es esencial en el cuerpo humano: para nuestro ritmo circadiano, para que nuestros ojos se desarrollen bien, para sintetizar vitamina D… Pero, a su vez, una exposición prolongada y sin protección ocasiona daños como quemaduras y aumenta el riesgo de cáncer de piel. Para intentar dejar todo esto claro, hacemos un artículo paso a paso de qué ocurre en nuestra piel cuando nos da el sol, de menor a mayor exposición.

Por un lado, una exposición breve a la radiación solar es esencial para que el organismo sintetice vitamina D, una sustancia encargada de fijar el calcio a los huesos y con la que se previenen enfermedades como la osteoporosis, el raquitismo o la osteomalacia. De manera resumida, las células de la piel cuentan con una molécula orgánica (7-dehidrocolesterol) que, en presencia de la radiación ultravioleta del sol, se transforma en vitamina D (concretamente, en un nutriente llamado colecalciferol).

Según la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) y este trabajo científico sobre el metabolismo de la vitamina D, con recibir luz solar unos 5 o 10 minutos al día es suficiente para que esta síntesis se produzca, aunque esta cifra varía en función de la época del año o color de la piel.

Si la exposición se prolonga lo suficiente, comienza el bronceado. Cuando estamos expuestos a la radiación solar, entran en acción los melanocitos, unas células que se encuentran en la epidermis (capa más externa de la piel, aunque también se encuentran en otras partes del cuerpo) y que forman melanina, compuestos químicos que tenemos en la piel y que le dan un pigmento (color). Hay dos tipos de melanina: eumelanina, de color más pardo y oscuro; y feomelanina, más anaranjada.

Esta producción de melanina se activa en presencia de radiación ultravioleta en un proceso llamado melanogénesis, y tiene como objetivo filtrar y proteger el ADN celular de la radiación ultravioleta. Se estima que esta melanogénesis comienza a los 5-10 minutos de exposición a la radiación ultravioleta

Inés Escandell, dermatóloga y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, explica que esta melanina, por sí sola (es decir, sin fotoprotección), “confiere cierta protección solar, pero no es suficiente para evitar el daño a largo plazo”.

Más allá del bronceado, tenemos las quemaduras por exposición al sol. Estos daños ocurren porque la radiación ultravioleta tiene la suficiente energía para modificar las células de la piel, dañándolas y forzando al sistema inmunitario a que responda. La respuesta más directa es la inflamación, , que es lo que conocemos como quemadura. También se aumenta el grosor de la capa más externa de la piel, un proceso denominado hiperqueratosis, producción excesiva de queratina.

Si la cantidad de radiación ultravioleta excede el límite que puede soportar las células de la piel, estas comienzan su apoptosis (su mecanismo de autodestrucción) y se convierten en células quemadas por el sol, o células muertas. Al mismo tiempo, estas células envían señales que activan la reparación de otras células de la piel, la creación de nuevas o la muerte de las que están demasiado afectadas.

Además de todo lo anterior y sin necesidad de que se hayan producido antes otros daños, la radiación ultravioleta tiene la capacidad de dañar el ADN. La mayoría de estas lesiones son reparadas por un mecanismo que tienen las moléculas de ADN para corregir sus defectos, pero estos daños en el ADN se irán acumulando si la exposición al sol se hace sin protección y durante demasiado tiempo. Estos daños en el código genético, detalla Escandell, favorecerán el envejecimiento cutáneo y la aparición de enfermedades, “siendo la más relevante el melanoma o los distintos tipos de cáncer de piel”.

¿Cómo ha podido llegar burundanga a unas galletas?

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) emitió una alerta el pasado 7 de julio de 2023 tras haberse detectado atropina y escopolamina en un producto de galletas con pepitas de chocolate sin gluten. La escopolamina también es conocida como burundanga, una droga con efecto hipnótico y sedante que se emplea en delitos de sumisión química.

¿Cómo ha podido llegar una sustancia estupefaciente a unas galletas? Respuesta rápida: la causa más probable es que la harina con la que se elaboraron esas galletas estuviera contaminada por semillas de una planta que produce escopolamina y atropina de manera natural.

Las galletas afectadas son de la marca Gerblé, tienen el número de lote 51914913 y con fecha de caducidad 20/09/2023. Si se tienen en casa, la recomendación es no comerlas y devolverlas a donde se compraron.

Imagen del paquete de galletas afectadas por esta alerta alimentaria.

Como explica en su cuenta de Twitter Beatriz Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga de alimentos, la escopolamina y la atropina son alcaloides tropánicos (o del tropano), unos compuestos generados de manera natural por las plantas solanáceas (por ejemplo las patatas o los tomates), cucurbitáceas (en este grupo están, entre otras, las sandías y los calabacines) y brasicáceas (que engloban por ejemplo la coliflor, el repollo y las coles de Bruselas), con características químicas singulares como propiedades farmacológicas. Se consideran metabolitos secundarios, esto es, compuestos químicos que sintetizan las plantas pero que no son esenciales para sobrevivir. Otro ejemplo de alcaloide tropánico es la cocaína.

Así, las semillas de algunas de estas plantas pueden aparecer contaminando cultivos de cereales. Para evitar esta contaminación, detalla Robles, “existen técnicas tanto en producción (herbicidas), como tras la recolección (limpieza de semillas, separación con tamices para filtrarlas por tamaño)”.

Pero existen algunos cereales en los que es más difícil eliminar esta contaminación: el sorgo, el mijo, el alforfón y el maíz, detalla la AESAN. La ‘principal sospechosa’ de esta contaminación es la semilla de estramonio (Datura stramonium), una planta que tiene amplia difusión en regiones templadas y tropicales. En el caso de las galletas afectadas, estas se hacen con una combinación de harinas de maíz (15,6%), de teff (13,5%) y de arroz (9,8%).

Conscientes de este posible problema, el reglamento 2023/195 de la Comisión Europea establece límites de cuanta escopolamina y atropina pueden tener ciertos alimentos, como alimentos para lactantes y niños, granos de maíz, sorgo, mijo y alforfón e infusiones de hierbas. Estas galletas no están entre las categorías que recoge este reglamento, no tienen un límite legal de cuánta escopolamina y atropina pueden tener. En este caso, Robles explica a Maldita.es que ha sido la propia empresa quien ha notificado a las autoridades sanitarias de Cataluña y estas, a su vez, lo han puesto en conocimiento a la AESAN.* “La empresa tiene un sistema de autocontrol, ven los riesgos que pueden tener sus productos y tendrán definidos unos niveles de riesgo aceptables para estos alcaloides. Si se superan estos valores, que son propios de la empresa, los notifican a las autoridades”.

Una cosita más…

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* Este artículo ha sido actualizado el 14 de julio de 2023 para corregir cómo se ha comunicado la información de la alerta: la empresa lo ha notificado a las autoridades sanitarias de Cataluña, y no al Sistema europeo de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF, siglas en inglés).

En este artículo han colaborado con sus superpoderes Inés Escandell, dermatóloga, y Beatriz Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga de alimentos.

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