“La resonancia Schumann se sintoniza con las ondas alfa cerebrales y con el ADN. Cuando esta resonancia cambia, tiene impacto en el campo biomagnético humano, en tejidos y órganos, en la regulación de hormonas, procesos químicos celulares, percepción del tiempo, estados meditativos y el estrés”. Diferentes contenidos en redes (ver ejemplos 1, 2, 3 y 4) relacionan un concepto complejo y real del electromagnetismo, la resonancia Schumann —fenómeno que depende de la actividad eléctrica de las tormentas—, con un supuesto impacto en la salud y bienestar de las personas, y afirman que cuando dicha resonancia fluctúa, provoca síntomas físicos y mentales.
Pero no hay ninguna evidencia de que esto sea así, la resonancia Schumann no produce absolutamente ningún efecto en los seres humanos. Estos contenidos mezclan elementos que no tienen nada que ver (como la actividad cerebral, la doble hélice del ADN, los niveles de hormonas o el estado de ánimo) con la resonancia Schumann. En teoría, dicen, las supuestas oscilaciones de la resonancia afectan a todos estos parámetros, afirmaciones para las que emplean argumentos tergiversados, simplistas o erróneos —como que el fenómeno es el ‘latido’ del planeta— para intentar colar desinformación. Además, aprovechan que se trata de un concepto difícil de entender y explicar para generar confusión y desinformar sobre salud.
En definitiva, estas ideas que relacionan la resonancia Schumann con la salud son un tipo de pseudociencia basada en el electromagnetismo.
Qué es realmente la resonancia Schumann
Explicación rápida: el concepto ‘resonancia Schumann’ hace referencia a frecuencias electromagnéticas que se repiten entre la superficie terrestre y la ionosfera, una capa de la atmósfera situada a una distancia de entre 80 y 500 kilómetros de altitud. Estas frecuencias se generan, principalmente, por la actividad eléctrica de las tormentas.
Para la explicación detallada hemos acudido a Michelangelo Pantaleoni, astrofísico estelar en el Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, y Jesús Fornieles, investigador de Electromagnetismo y Física de la Materia de la Universidad de Granada y director de la estación de medición de resonancia Schumann de Sierra Nevada.
Para empezar, las ondas electromagnéticas (como la luz del sol, ya sea infrarroja, ultravioleta o visible) pueden atravesar las cargas eléctricas (los rayos) de las tormentas. Cuando ocurre, estas cargas oscilan y pueden generar su propia emisión electromagnética. Estas dos ondas (las electromagnéticas procedentes del sol y las cargas eléctricas de las tormentas) se superponen e interactúan entre sí, cambiando la intensidad o dirección de las originales, como lo hacen las olas del océano cuando se solapan.
Estas ondas electromagnéticas se pueden medir de manera global, en todo el espacio en el que se dispersan —como mirar todo el oleaje del mundo, en lugar de solo una ola—. Además, tienen un recorrido finito, desde la superficie terrestre hasta la ionosfera. En este espacio, las ondas rebotan, se reflejan, se neutralizan y algunas se escapan de esta cavidad.
Existen algunas ondas electromagnéticas que, al estar confinadas en un espacio y solo si tienen determinadas frecuencias, pueden sobrevivir bastante tiempo y no se escapan ni se neutralizan. En el caso de la resonancia Schumann, esta frecuencia está en el rango de lo que se llaman frecuencias extremadamente bajas entre los tres y 30 hercios.
Así, la resonancia Schumann es el conjunto global de estas ondas electromagnéticas procedentes de las cargas eléctricas de las tormentas, que se quedan por debajo de la ionosfera con una frecuencia determinada. Medir esta resonancia es interesante en la comunidad científica para monitorizar fenómenos atmosféricos, climáticos y espaciales, como detalla Jesús Rodríguez Camacho, doctor en Física y Ciencias del Espacio, en su tesis.
Por qué sabemos que la resonancia Schumann no tiene ningún impacto en la salud humana
¿Tiene esta resonancia algún impacto en los seres humanos? “Absolutamente ningún efecto”, responde Alejandro Serrano Borlaff, astrofísico, investigador en el Ames Research Center de la NASA y maldito que nos ha prestado sus superpoderes. Esto lo sabemos porque las frecuencias de esta resonancia son no ionizantes, no tienen la energía suficiente para romper o modificar la estructura de moléculas y átomos.
“Como ejemplo, la frecuencia de resonancia Schumann más energética sería de unos 33 hercios, mientras que la luz ultravioleta tiene una frecuencia de unos 2,4 x 10^15 hercios (2,4 seguido de 14 ceros, 10 billones de veces mayor). La energía recibida por la resonancia Schumann es muchísimo menor de la que recibimos saliendo a pasear al sol”, precisa.
Alberto Nájera, profesor de Radiología y Medicina Física en la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), explica a Maldita.es que su equipo de investigación “no se dedica a radiaciones naturales, y mucho menos de tan baja frecuencia”. “Las radiaciones que nos interesan en comunicaciones son del orden de megahercios, gigahercios, millones o miles de millones de hercios, una frecuencia muchísimo más alta”.
Sobre los síntomas concretos que algunos contenidos desinformadores atribuyen a la resonancia Schumann, Serrano Borlaff comenta que “son totalmente falsos”: “Sencillamente, no hay ningún mecanismo que pueda producir estos síntomas ni ninguna prueba científicamente demostrada que los relacione”.
La resonancia Schumann y el “latido” del planeta: un concepto de divulgación científica que induce a error
Algunos de estos contenidos pseudocientíficos dicen que la resonancia Schumann es el ‘latido’ del planeta y que, cuando esta resonancia cambia, significa que algo ocurre en relación a ‘la salud de la Tierra’ o, incluso, que “algo está por llegar”.
El concepto “latido del planeta” es una analogía que se emplea en divulgación científica (como hace, por ejemplo, la NASA) para hablar de la resonancia Schumann y explicar que, cuando se combinan las ondas electromagnéticas concretas, “dan lugar finalmente a un latido atmosférico de gran energía”.
Pantaleoni explica que este latido es “solo un recurso narrativo poético de la divulgación científica” y precisa que esa resonancia “no juega un papel regulador de ningún sistema importante del planeta, como sí lo hace el pulso cardíaco del cuerpo humano”.
Sí que es interesante detectar esta resonancia en otros planetas para conocer si tienen tormentas. Como explica Fornieles, “en aquellos planetas en los que hay una actividad eléctrica, con superficie y con atmósfera, va a haber esta resonancia y se podrá detectar”.
La resonancia Schumann y la ionosfera, explica el astrofísico, cambian enormemente con el paso de los minutos, horas, días y meses.“Si se quiere abusar de la analogía, habrá que decir que el pulso de la Tierra es como el de una arritmia o un ataque cardíaco más bien. Nada de esto es relevante a nivel científico, es solo una descripción para acercar al público un concepto complejo”, precisa.
Cómo y por qué se utiliza este concepto para la pseudociencia
En redes sociales se ven contenidos que vinculan la resonancia Schumann con conceptos y elementos que no tienen relación con el electromagnetismo, sin aportar ninguna evidencia científica.
Por ejemplo, se afirma que la resonancia Schumann se “sintoniza” con las “ondas alfa cerebrales”. ¿Es esto cierto? Para empezar, el cerebro tiene actividad eléctrica y esta se puede registrar en un electroencefalograma. Dependiendo del estado de relajación de la persona, estas ondas cerebrales oscilan en frecuencias diferentes. Sin embargo, esto no depende de la “sintonización” de otras ondas electromagnéticas, ni mucho menos de la resonancia Schumann, procedente de las tormentas.
Algunos contenidos apuntan que las frecuencias de la resonancia Schumann —de tres a 30 hercios— coinciden con las ondas cerebrales o con la estructura del ADN (doble hélice invertida), por lo que “debe significar algo esa sintonía”: “Algo está pasando”, proponen. Pero no, no significa nada.
Otros contenidos afirman que la resonancia Schumann ha experimentado una “anomalía” recientemente (aunque con una búsqueda avanzada en redes, hay publicaciones que hablan de otras anomalías anteriores), pero Pantaleoni explica que la ionosfera, la capa que delimita el espacio de la resonancia Schumann, “cambia continuamente de tamaño y forma” debido a mareas lunares, temperatura, luz solar, humedad, vientos solares y ciclos anuales y erráticos. “Lo que quiero decir es que en realidad no hay una frecuencia concreta de la resonancia Schumann, hay muchas y encima cambian enormemente con el paso de los minutos, horas, días y meses”, precisa. Por eso las “anomalías” y los cambios no son algo extraño ni significativo.
Por último, algunos mensajes en redes vinculan estas supuestas anomalías—de nuevo, sin aportar evidencia de que hayan ocurrido— con síntomas como vértigo, dolor de cabeza, ansiedad, depresión, dificultad para concentrarse, palpitaciones o resfriado. No hay ninguna evidencia de que esto ocurra y la literatura científica que proponen quienes intentan buscar correlaciones entre salud y esta resonancia se basa en análisis de coincidencias (asumiendo que ambos elementos no tienen relación entre sí) o en trabajos con metodología pobre, con grupos reducidos, sin grupo control y sin reconocer limitaciones del trabajo. En este artículo contamos algunos requisitos para saber en qué fijarse en un estudio científico para saber si es sólido y fiable.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes Michelangelo Pantaleoni, astrofísico estelar en el Centro de Astrobiología (INTA-CSIC), y Alejandro Serrano Borlaff, astrofísico en el Ames Research Center de la NASA.
Gracias a vuestros superpoderes, conocimientos y experiencia podemos luchar más y mejor contra la mentira. La comunidad de Maldita.es sois imprescindibles para parar la desinformación. Ayúdanos en esta batalla: mándanos los bulos que te lleguen a nuestro servicio de WhatsApp, préstanos tus superpoderes, difunde nuestros desmentidos y hazte Embajador.
Este artículo es una colaboración mensual entre Maldita Ciencia y el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS).