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Tabaco para liar, peces con ‘luz’ propia y bostezos por nerviosismo. Llega el consultorio 202º a Maldita Ciencia

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Si has leído ‘bostezo’ y, pocos segundos después, tu boca se ha abierto involuntariamente como la de un león hambriento, recuerda que en Maldita.es ya hemos explicado el porqué de que estos gestos sean tan contagiosos. En este consultorio, seguimos con ellos, esta vez para contarte si podrían o no, además de con el sueño y la fatiga, relacionarse con el nerviosismo. 

Estrés de cualquier tipo aparte (y no sin antes darte la bienvenida una vez más a nuestra cita semanal), a continuación también respondemos otras de vuestras preguntas de los últimos días: ¿Es ‘menos insano’ el tabaco de liar que el de cajetilla de toda la vida? ¿Por qué algunos peces tienen la capacidad de ‘iluminar’? ¿Pueden resultar peligrosos en algún caso los ‘chispazos’ a causa de la electricidad estática?

Si al terminar de leer, este consultorio se te hace corto y te plantea dudas que podamos resolver con conocimiento científico, te recordamos que aquí estamos nosotros para ayudarte. Puedes enviárnoslas por Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o a través de nuestro chatbot de WhatsApp (¡guárdate el número! +34 644 22 93 19).

¿Pueden los calambres por electricidad estática suponer un problema para la salud?

No eres el único o la única que, al bajar del coche y cerrar la puerta, ha notado un calambrazo. Puede que también lo hayas percibido al pasar cerca de la televisión o tras rozar o chocar con otra persona. Este fenómeno se debe a la electricidad estática, como ya explicamos en Maldita.es. Ahora bien, durante los últimos días y a través de nuestra web, hemos recibido otra consulta sobre este tema: si es o no posible que estos ‘chispazos’ lleguen a suponer un peligro o a hacernos daño en casos determinados. La respuesta es no, ya que la electricidad estática no constituye una amenaza directa para la vida humana.

Como ya explicamos en Maldita.es, la electricidad estática es un desequilibrio entre cargas positivas y negativas. Eso que sientes, de hecho, es una corriente de electrones que pasa de un objeto o persona cargado negativamente a ti.

Esto ocurre porque todos los objetos que nos rodean están formados por átomos, la unidad más pequeña de la materia. A su vez, los átomos se componen de diferentes partículas: protones, con carga positiva; electrones, con carga negativa y neutrones que, como su nombre indica, son neutros. Es decir, todo objeto físico está formado por cargas, las mismas sobre las que has escuchado que, de ser opuestas (negativas versus positivas, y viceversa), se atraerán. Por el contrario, si son iguales, se repelerán.

“Esas cargas se acumulan y no pueden escapar. Por eso, en una situación de contacto con una persona que, por su ropa, por sus zapatos aislantes o por la sequedad del ambiente, por ejemplo, tenga una carga diferente a la nuestra, quien tenga más cargas acumuladas se las cederá a quien tenga menos”, explica a Maldita.es Alberto Nájera profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS).

Nájera añade que, cuanto mayor sea la carga acumulada , mayor será ese trasvase de carga en un tiempo determinado y la intensidad de corriente. Por supuesto, esto también aplica a la consecuencia: el chispazo. Sin embargo, “en condiciones normales no alcanzaremos cargas estáticas tan grandes como para producir una descarga mortal o peligrosa”.

Esto no aplica a una electrocución, que sí supondría un peligro para la salud. “Esos valores necesarios para matar o producir un daño en una persona no los conseguimos, por suerte, con la electricidad estática, que puede acumularse en la ropa o el cuerpo de una persona y no irá más allá de un pequeño chispazo y una sensación leve de punción”, explica el experto.

Ahora bien, como recoge el Servicio de Prevención y Medio Ambiente de la Universitat de València (UV), aunque la electricidad estática no constituye una amenaza directa para la vida humana, “un choque eléctrico producido por una carga estática puede provocar un sobresalto”, un pequeño susto. De ahí que, por ejemplo, “si estuviéramos sobre una superficie elevada, pudiésemos sufrir una lesión grave por la caída”. También se considera motivo de preocupación en lugares peligrosos, donde una chispa estática pudiera tener energía suficiente como para encender vapores y nubes de polvo, según añade la UV.

¿Bostezamos también por nervios o ansiedad?

Otra de las preguntas que nos habéis enviado durante la semana es si es o no posible que los bostezos no sean solo un gesto que denote cansancio, fatiga o aburrimiento, sino también nervios o ansiedad. A pesar de que no existe mucha literatura científica sobre los bostezos y su utilidad fisiológica (su función en nuestro cuerpo), actualmente podemos dar con diferentes hipótesis que apuntan a este gesto como una posible herramienta de nuestro cuerpo para mantenerse alerta, situación que muchas veces se relaciona con esos nervios o ansiedad por los que nos preguntáis.

Es cierto que la cultura contemporánea asocia bostezar con aburrimiento o fatiga. De hecho, como explicaba a Maldita.es Andrew C. Gallup, profesor asistente de Psicología en el Instituto Politécnico de la Universidad Estatal de Nueva York (Estados Unidos), “el bostezo está influenciado por patrones circadianos [los ciclos que indican a nuestro cuerpo cuando es de día y cuándo de noche] y frecuentemente ocurre durante estados de disminución del procesamiento mental y fatiga”.

Sin embargo, actualmente existen teorías, como la de la excitación del bostezo (arousal theory), que sugieren que este gesto involuntario también podría tratarse de una “herramienta adaptativa para mantener el estado de alerta”, estado íntimamente con el estrés y el nerviosismo. “La ubicuidad de este fenómeno en la mayoría de las clases de vertebrados, e incluso en un feto humano de 20 semanas, sugiere que considerarlo simplemente como un acto de aburrimiento y somnolencia no está justificado y que, definitivamente, debe tener importancia fisiológica que necesita ser meticulosamente explorada”, concluyen los autores un estudio acerca de la utilidad fisiológica del bostezar.

El motivo de que se haya considerado la relación entre los bostezos y el estrés, el nerviosismo o la angustia es que se ha comprobado que, al bostezar, aumenta en el cuerpo el nivel de la hormona del estrés, el cortisol. Gracias a él, nuestro cuerpo es capaz de reaccionar mejor a situaciones de estrés, preparándose para luchar o huir (en inglés conocido como fight or flight).

Otra de las causas es la hipótesis de que los primeros podrían intervenir en la regulación de la temperatura cerebral, algo clave si tenemos en cuenta que este factor es vital para que el órgano funcione correctamente. “Ante una situación de estrés, el bostezo podría refrigerar nuestro cerebro y, por tanto, ayudarnos a manejar la situación y reaccionar mejor ante la situación estresante”, explica este artículo en Microbacterium, una web especializada en divulgación científica.

"Las personas nerviosas definitivamente bostezarán más", afirmaba el neurocientífico Robert Provine en un artículo de la revista Wired, del que también se hizo eco la Universidad de Maryland en el condado de Baltimore (UMBC, por sus siglas en inglés), donde trabaja el investigador. Ahora bien, el experto también añadía que no se han realizado muchos estudios formales que investiguen por qué ocurre esto.

De hecho, aunque existen estudios en los que se utiliza el miedo como condicionamiento para inducir el bostezo (en este, por ejemplo, se trabajó con ratas) y, aunque se haya demostrado repetidamente el vínculo entre el estrés y este gesto, todavía sigue habiendo dudas sobre el porqué. Además, en grupos de animales, se ha especulado que el hecho de bostezar pueda tratarse de un intento de comunicación de uno de los miembros al resto, dando a entender que existe alguna razón para que el conjunto esté despierto y alerta.

¿Por qué y cómo algunos peces son capaces de generar luz?

Si fuésemos capaces de sumergirnos en las profundidades abisales de mares y océanos, allí donde la luz del sol ya no llega, podríamos ver, ocasionalmente, luces. ¿Cómo es posible? Estos destellos proceden de peces capaces de generar luz gracias a una reacción química.

Existe una clase de peces óseos, los actinopterigios, que incluyen a las truchas, atunes, y anguilas, dotados con la capacidad de la bioluminiscencia (como se conoce este fenómeno) a través de al menos 27 eventos evolutivos independientes en 14 grupos de especies (conocidos como clados).

En total, la bioluminiscencia se da en más de 700 géneros de animales (siendo el caso más conocido el de la luciérnaga), aunque el 80% de los organismos ‘iluminados’ son marinos y de diversos hábitats: desde aguas superficiales a nivel de lecho marino, a aguas tropicales o, incluso, polares. Los condrictios o peces cartilaginosos como los tiburones también pueden producir luz.

Esto se logra gracias a la luciferasa, una enzima que acelera una reacción química sobre un sustrato, la luciferina. Esta reacción “genera bioluminiscencia y es el secreto de las luciérnagas", explicó a Maldita.es Víctor Jiménez Cid, catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Microbiología (SEM), y el de los peces capaces de generar luz.

La bioluminiscencia puede servir de ayuda para localizar alimentos, atraer a una posible pareja mediante patrones de emisión luminosa específicos de la especie y como defensa contra los depredadores, como contrailuminación para camuflarse.

No sólo los animales producen luz, sino que también lo hacen las bacterias y protistas como los dinoflagelados. Estas bacterias pueden asociarse con peces para formar una simbiosis en la que el pez proporciona un ambiente para crecer y, a la vez, se beneficia de la luz.

En la siguiente imagen podemos ver en verde los grupos de actinopterigios que producen luz gracias a la simbiosis con bacterias. De los 27 eventos evolutivos en los que ha aparecido la bioluminiscencia en estos peces, 17 lo consiguen a través de simbiosis bacteriana, frente a ocho donde la luz se produce de manera intrínseca y dos de forma desconocida.

Los 14 clados de actinopterigios que proceden luz de forma intrínseca (en azul), con simbiosis (en verde) y de forma desconocida (en rosa). Fuente: PLoS One 

¿Es menos dañino fumar tabaco de liar que cigarrillos industriales por la composición del papel?

Un humano que sigue con mucha atención nuestro consultorio científico nos ha preguntado si es cierto que es más sano (mejor dicho, menos dañino) fumar tabaco de liar que cigarrillos estándar, también conocidos como industriales, manufacturados o de combustión. Para más concreción, nos pregunta si ese supuesto menor daño —que ya adelantamos que no es así— se debe a la composición del papel que envuelve el tabaco.

La comunidad científica ha explorado con mucha atención, desde diferentes enfoques y desde hace tiempo, si es menos dañino para la salud fumar este tipo de cigarrillo frente al cigarrillo estándar. Las evidencias a día de hoy son nítidas: no es menos dañino fumar tabaco liado que tabaco industrial, teniendo en cuenta, como dice la Sociedad Americana contra el Cáncer, que ninguno de los dos métodos de fumar este tabaco es “saludable” y que la mejor manera de evitar los problemas de salud asociados a los cigarrillos, en cualquiera de sus formas es “mantenerse libre de tabaco”, sin consumirlo de manera activa o pasiva.

De hecho, se ha demostrado que el tabaco de liar presenta más aditivos (que contribuyen a su enganche, como la nicotina), sus consumidores tienen niveles más elevados de elementos que causan cáncer y otros compuestos que aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular. Específicamente, los fumadores de liar presentan riesgos aún mayores de ciertos cánceres en comparación con personas que fuman tabaco industrial.

La idea de que el tabaco de liar es más natural, menos dañino, menos ‘químico’ o menos adictivo no nace de manera espontánea: es una estrategia de marketing que las compañías tabaqueras han trabajado históricamente para colocar en el mercado otros productos para fumar al tiempo que la evidencia científica iba comprobando los daños que causa este hábito, lo que a su vez afecta a la percepción pública del tabaquismo y a las ventas. Si te interesa este tema, tenemos una Twitchería de Maldita Ciencia donde explicamos cómo funcionan estas estrategias de marketing.

Sobre los cigarrillos de liar, la Sociedad Americana contra el Cáncer recopila evidencias y recuerda que “no son más seguros que los cigarrillos convencionales”. De hecho, agregan, “se ha visto que existe un mayor riesgo de cáncer de laringe, esófago, boca y faringe que en los fumadores de cigarrillos empaquetados”.

Por su parte, la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) tiene un documento de posicionamiento [un informe donde se recopilan evidencias científicas y se aporta un punto de vista común de un grupo de expertas] dedicado a reducir el daño del tabaco. Dentro de este documento, reservan un apartado al tabaco de liar.

Así, recuerda que este producto tabáquico “presenta hasta un 22% más de elementos aditivos” y que varios trabajos científicos han detectado “niveles elevados y estables de sustancias carcinógenas, tasas más altas de benzopirenos, bencenos (ambos tóxicos para humanos) y concentraciones de nitrosaminas (un elemento carcinógeno) en saliva similar a los fumadores de tabaco convencional”. A todo esto añaden que los niveles de monóxido de carbono son más elevados que en fumadores de cigarrillo industrial, “por tanto, el riesgo de enfermedad cardiovascular también”.

Otro argumento que se esgrime es que el tabaco de liar, a pesar de ser dañino, puede ayudar a dejar de fumar porque tiene menos nicotina o, simplemente, se fuman menos cigarrillos por la ‘incomodidad’ que supone prepararlos. Ambas cosas son un mito que la evidencia científica ha desmentido.

Por un lado, un artículo publicado en 2001 en la revista científica Tobacco Control comparó el contenido en nicotina de una marca de tabaco de liar frente a otras 8 marcas comerciales de cigarrillos estándar. Así, concluyó que la concentración de nicotina en el tabaco liable (21,2 miligramos por gramo de tabaco) era significativamente mayor (de 13,5 a 16,3 mg/g, según la marca) que en los otros.

Por otro, un trabajo científico publicado en BMC Public Health comparó los patrones de tabaquismo en hombres neozelandeses que fumaban cigarros de liar o industriales. En él se vio que ambos grupos fuman un número parecido de cigarrillos, pero los de liar hacen inhalar mucho más humo que los industriales, al requerir más caladas y más largas, lo que deriva en efectos más perjudiciales para la salud.

Un artículo de opinión redactado por coordinadores del Área de Tabaquismo de la SEPAR inciden en preocupaciones concretas sobre el tabaco de liar, más allá de su daño a la salud. “Es más barato que el manufacturado y se argumenta [sin evidencias] que contiene menos aditivos y es menos nocivo. Este hecho es doblemente preocupante pues facilita el acceso al inicio del consumo por parte de los menores y además, al ser más barato, sirve de refugio a personas que por motivos económicos estarían pensando en dejarlo”.

Dejar de fumar puede ser una tarea complicada, pero no imposible. Tiene enormes beneficios para la salud (propia y de otros) y existen multitud de razones que compensan para ello. Si quieres dejar de fumar, el Ministerio de Sanidad de España cuenta con recursos públicos y gratuitos para ayudarte.

¡Quietos paraos’!

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