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MALDITA CIENCIA

No hay evidencias de que bañarse en agua fría aumente los niveles de serotonina

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A las duchas de agua fría se le atribuyen multitud de propiedades beneficiosas. A pesar de ser una práctica que puede ser desagradable en meses de frío —como ahora, el momento en el que se publica este consultorio—, estas ventajas se defienden desde evidencias anecdóticas o prácticas extendidas en ciertos lugares del mundo.

Esta semana nos habéis remitido un artículo que afirma que estos baños de agua fría podrían hacer aumentar los niveles de serotonina, un neurotransmisor que influye en nuestro estado de ánimo. ¿Qué hay de cierto en esto? No hay literatura científica que indique que los niveles de serotonina varíen tras esta práctica, pero sí se ha visto cómo otros neurotransmisores relacionados con el estado de ánimo —como la dopamina o la noradrenalina— se pueden ver afectados tras una ducha fría, aunque de manera limitada y sin evidencias concluyentes.

Comencemos por lo básico: ¿Qué es la serotonina y qué influencia tiene en el estado de ánimo? Se trata de una sustancia química que se produce en el organismo a partir de un aminoácido esencial llamado triptófano y, presente en el queso, el pollo, las claras de huevo, los cacahuetes, la leche y otros alimentos, como detalla la web de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos. Es posible que veas también el nombre de la serotonina como ‘5-HT’, ya que también se la denomina 5-hidroxitriptamina

Así, la serotonina tiene la capacidad de actuar como vasoconstrictor, haciendo que los vasos sanguíneos se estrechen, y como neurotransmisor, un tipo de molécula que envía información entre neuronas.

Este segundo papel es el que incide en procesos como la función cardiovascular, la motilidad intestinal (desplazar el alimento por todo el sistema digestivo), la eyaculación, el control de la vejiga y un gran rango de procesos neuropsicológicos y del comportamiento: estado de ánimo, percepción, recompensa, enfado, agresión, apetito, memoria, sexualidad, atención, entre muchos otros. Literalmente, esta revisión científica de 2018 dice que “es complicado encontrar un comportamiento humano que no esté regulado de algún modo por la serotonina”.

Ha quedado claro, la serotonina es importante. Con esto, se suele vincular el aumento de los niveles de esta sustancia como ‘algo bueno’, como resultado positivo de una práctica. En el caso de las duchas de agua fría, hay artículos en internet que utilizan la habitual muletilla de que “los estudios demuestran” que se aumenta los niveles de serotonina, dopamina, endorfinas o adrenalina, “moléculas que te hacen sentir bien” (ver ejemplos 1, 2, 3, 4). Pero lo cierto es que no hay ni rastro de esos estudios en la literatura científica actual o se mezclan con otros donde se investiga el baño en aguas frías y otros neurotransmisores, pero sin mención a la serotonina.

Hemos pedido ayuda a José Ángel Morales García, doctor en Neurobiología y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, para conocer si había relación entre baño de agua fría y aumento de la serotonina. “Por lo que he leído, nada científico, las inmersiones en agua fría aumentan la producción de serotonina, pero creo que han relacionado lo uno con lo otro sin mucha evidencia”, nos comenta. Al tiempo, ha buscado en bases bibliográficas científicas, sin encontrar ningún artículo que mida la serotonina “como para hacer esas afirmaciones”. Esto no quiere decir que esta relación no exista, simplemente que no se ha investigado (o si se ha investigado, no se ha publicado nada al respecto).

Por su parte, Marian Mellen, investigadora en genómica, epigenética y neurociencia y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, tampoco ha oído hablar de ningún estudio que haya explorado el aumento de serotonina durante una ducha fría, pero indica que es una asociación muy interesante: “No es la primera vez, ni será la última, que intentamos explicar biológicamente un efecto fisiológico que sentimos ante un estímulo”.

Así, señala que la comunidad neurocientífica sabe que el estímulo de temperaturas “fuera de las consideradas fisiológicas, altas o bajas”, tienen una respuesta en las células de nuestro cuerpo, tanto neuronas (donde actúan los neurotransmisores) y no neuronas. Esto se traduce en que los mecanismos moleculares del interior de las células provocan que estas respondan mejor ante la nueva temperatura. Estos cambios en las células, a su vez, “se traducen en cambios fisiológicos como placer, reducción del dolor, relajación, mejoras en procesos depresivos, mejores o peores digestiones, etc”.

¿Quiere decir esto que detrás de estos procesos fisiológicos está ocurriendo algo con la serotonina? “Ni idea”, valora Mellen, “pero es posible que haya un cambio de expresión de genes (uno de los citados mecanismos moleculares) que desencadene una mayor liberación de serotonina, por qué no”.

El trabajo científico más próximo es un estudio de 2002 donde se compararon las concentraciones en sangre de diferentes moléculas —entre ellas, la serotonina— en 25 personas que solían nadar durante el invierno en aguas por debajo de los 8 ºC y 11 personas sanas que no llevaban a cabo esta práctica. El estudio observó los valores de estas moléculas en otoño, invierno y primavera y llegó a la conclusión de que los niveles de serotonina no eran estadísticamente significativos entre grupos, y que no se apreciaba una diferencia entre quienes suelen realizar baños en aguas frías y quienes no.

Por otro lado, sí se han analizado aumentos de otros neurotransmisores relacionados con el comportamiento. En este experimento publicado en el 2000 se observó que los participantes (10 hombres) vieron aumentados sus niveles de noradrenalina y dopamina, pero no se investigó cómo variaba la serotonina.

En este artículo han colaborado con sus superpoderes José Ángel Morales, doctor en Neurobiología, y Marian Mellen, investigadora en genómica, epigenética y neurociencia.

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