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Crecimiento del pelo en verano, anestesia en personas pelirrojas y viajes a la velocidad de la luz. Llega a Maldita Ciencia el consultorio 193º

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Se hace de rogar, pero finalmente llega: ¡hoy es viernes para todo el día! Y con él, una semana más, asoma cabecilla una nueva entrega del consultorio de Maldita Ciencia, el espacio en el que nos planteáis y a través del cual respondemos todas aquellas dudas a las que la evidencia científica permita dar respuesta. Esta semana los elegidos han sido las personas pelirrojas, las melenas en verano, las avestruces y los viajes a la velocidad de la luz (total nah).

Antes de acomodarte para darle a esta interesante lectura, recuerda que nos puedes mandar cualquier cuestión que se te pase por la mente (siempre y cuando tenga que ver con la ciencia, está claro) por Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o a través de nuestro chatbot de WhatsApp (¡guarda el número en vuestros contactos! +34 644 22 93 19). Ahora sí que sí: ¡acción!

¿Crece el pelo más rápido en verano?

Aunque, por desgracia para muchos, los días se van haciendo más cortos y menos calurosos, todavía quedan resquicios del verano en algunas de vuestras preguntas. Concretamente, esta semana nos habéis preguntado si es cierto que el pelo crece más rápido en verano. La evidencia científica apunta a que no se trata tanto de la estación sino del aumento de las temperaturas (lo que no ocurre en el verano del hemisferio sur) y que, aún así, estas no influyen en el crecimiento, sino en la maduración del pelo.

Aun así, existe poca bibliografía al respecto: es complicado llevar a cabo estudios sobre el tema dada la dificultad para evaluar cuánto ha crecido un pelo (normalmente entre 0,9 y un centímetro al año) y disponer de una población de pacientes tal como para que la investigación sea de calidad.

Lo cierto es que el efecto del calor y de la exposición solar sobre el crecimiento del pelo, según explica a Maldita.es David Saceda, tricólogo miembro del Grupo Español de Tricología (GET) de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), “se ha estudiado muchísimo, también en veterinaria”. Suscita mucho interés, por ejemplo, desde el campo de la ganadería. Sin embargo, aclara que hay pocas conclusiones y que el calor “no parece cambiar mucho las cosas”.

Esta circunstancia también se ha estudiado en humanos. Para la realización de un estudio publicado en 2014, se observó cómo iba creciendo el pelo de 41 participantes chinos a lo largo del año. “Se vio algo que han observado también otros estudios, que el ritmo de crecimiento no varía significativamente a lo largo del año”, indica Saceda. A pesar de las limitaciones de la investigación, (el reducido número de participantes y la similar procedencia de los mismos), esta concluye que existe un ciclo de crecimiento estacional, en el sentido de que es mayor la cantidad de pelo en fase telógena a finales del verano.

Hablando de las fases de pelo, la dermatóloga Inés Escandell explica a Maldita.es que, entre las más importantes está, por un lado, la fase anágena (de crecimiento y en la que se encuentra más del 90% de los pelos), que tiene una duración variable de entre dos y seis años normalmente. Transcurridos esto, comienza la fase catágena, en la que se detiene el crecimiento. Después, el pelo se caerá, como corresponde a la fase telógena de la que hablaba el estudio mencionado.

Es decir, como aclara Saceda, el porcentaje de pelo maduro al final del verano es mayor. “Durante el verano, hay una gran cantidad de pelo que madura y que, por tanto, cae. Empieza a caer en agosto aunque la caída suele ser más llamativa en septiembre u octubre, cuando hablamos de la famosa caída estacional”.

Esto, como indica a Maldita.es Eva Mª Fernández, especialista en tricología y directora del Instituto Médico Dermatológico de Sevilla, podría deberse al aumento de las temperaturas. “El calor puede provocar una vasodilatación en la raíz del cabello, activando así el riego sanguíneo e incrementando la aportación de nutrientes necesarios para la creación de la queratina, con lo cual aumenta a su vez el ritmo del crecimiento del folículo”, explica. Esto quiere decir que no depende de la estación, sino de las condiciones que esta supone en el hemisferio norte: más calor.

Sin embargo, como reconoce el tricólogo, el porqué aún no se conoce exactamente: podría deberse, efectivamente, al cambio de temperatura del verano, que hiciera madurar el pelo; o que, al venir del invierno (temperada en la que el pelo recibe menos sol y de temperaturas más bajas), el pelo no lograse madurar hasta esta estación. “En cualquiera de los casos, las estaciones (más bien, las altas o bajas temperaturas) solo influyen en el porcentaje de pelo maduro y, por lo tanto, de caída capilar, pero no influyen para nada en el ritmo de crecimiento”, aclara Saceda.

Este aumento de la caída del pelo al final del verano (en comparación con la cantidad de pelo inicial) podría ser, según Escandell, el porqué de la sensación de que en esta estación, el pelo creciese más rápido.

¿Es esto lo único que debemos tener en cuenta al hablar de la relación pelo - verano? Para nada: lejos de la velocidad de crecimiento, el sol y el intento de contrarrestar las altas temperaturas pueden hacer un flaco favor a nuestra salud capilar. El porqué lo encontramos en los rayos ultravioleta y en el cloro de las piscinas que pueden hacer que tu pelo esté más seco, quebradizo y encrespado, además de más susceptible al daño y a las puntas abiertas respectivamente.

¿Solución? Utilizar sombrero, evitar las horas centrales del día y permanecer más a la sombra que al sol, evitar un tratamiento de aclarado del cabello antes de unas vacaciones ‘de playa’, utilizar gorro al nadar en la piscina y, al acabar, lavar y enjuagar la melena.

¿Esconden las avestruces la cabeza bajo el suelo cuando se asustan?

Una avestruz con medio cuello metido bajo el suelo es una imagen mental que no tiene por qué resultarnos extraña. De hecho, probablemente hayamos visto así representadas a estas aves en multitud de ocasiones. Normalmente hasta se aporta un porqué: el miedo, la necesidad de huir que, en vez de llevar a cabo, contrarrestan con este comportamiento, como si pensasen “si no se me ve la cabeza, seguro que tampoco el resto del cuerpo”. Pues no, esto no es así: las avestruces no entierran la cabeza por miedo.

Puede que el origen del mito sea que las avestruces ponen sus huevos en agujeros que ellas mismas excavan en el suelo, según explica BirdSpot, página especializada en pájaros. “Cabe destacar que son varios los huevos que entierran y que, además, estos son de un gran tamaño, por lo que el agujero que deben cavar con su pico tiene que ser muy profundo (puede superar los dos metros)”, indica el divulgador Alfred López (el listo que todo lo sabe) en 20minutos.

Esta es la razón por la que podremos observar que tienen metida la cabeza dentro de tierra durante mucho tiempo. También hay que tener en cuenta que, durante el periodo de incubación (realizado tanto por la hembra como por el macho) van introduciendo la cabeza para ir moviendo y dando la vuelta a los huevos. Además, una vez colocados los huevos en el interior del agujero y durante la época de incubación, las avestruces “usan varias veces al día su pico para voltearlos”, como añade BirdSpot.

Otra posibilidad es que estén cavando para obtener algún tipo de alimento del suelo e incluso que el verlas con la cabeza en el suelo se trate solo de una ilusión óptica: a pesar de que las avestruces son las aves vivas más grandes, sus cabezas son bastante pequeñas. "Si los ves picoteando el suelo desde la distancia, puede parecer que tienen la cabeza enterrada en el suelo", dice Glinda Cunningham, de la Asociación Estadounidense de Avestruz, en National Geographic.

No hay que olvidar que las avestruces son grandes corredoras (alcanzando velocidades de hasta 70 km/h) y que, en caso de peligro, esta será su mejor opción (y no enterrar la cabeza en el suelo).

¿Podría el ser humano viajar a la velocidad de la luz?

El que dijo “¡si quieres, puedes!” seguro que no prestó mucha atención en la asignatura de Física y Química. Esta semana nos habéis hecho llegar una pregunta de un área de conocimiento que nos gustaría tocar en más ocasiones en Maldita.es: la física teórica. ¿Podría el ser humano viajar a la velocidad de la luz?

Nos gustaría responder con otras preguntas, como ¿querrías realmente viajar a la velocidad de la luz?, o ¿por qué tanta prisa? Pero vamos a ser pragmáticos y dar la respuesta corta: viajar a la velocidad de la luz (en el vacío, casi 300.000 kilómetros por segundo) es un privilegio reservado para las partículas sin masa, y los seres humanos estamos compuestos de partículas que, precisamente, tienen masa. Además, esta velocidad en el vacío es insuperable, hace ‘tope’, es límite y nuestro modelo del universo tiene en cuenta que nada es más rápido en el vacío que la velocidad de la luz.

Y ya está, aquí se acaba la respuesta del consultorio. Gracias por leer.

Evidentemente, vamos a ofrecer una respuesta algo más completa, un campo de conocimiento que es poco habitual por estos lares. Para ello, hemos pedido ayuda a Marisa López-Ibáñez, investigadora posdoctoral de Física Teórica en la Academia China de Ciencias. Ella nos ofrece dos respuestas: una corta, que dice “no es del todo correcta”, y una larga. Creemos que ambas son útiles para comprender el intríngulis del asunto, así que las vamos a publicar.

La respuesta corta, “que a los físicos teóricos expertos en relatividad no les gusta demasiado”, es que “si quisiéramos acelerar un cuerpo con masa hasta la velocidad de la luz, conforme la velocidad del cuerpo aumenta, también lo haría su masa, de modo que cada vez sería más difícil acelerarla y nunca se alcanzaría la velocidad de la luz”, precisa López-Ibáñez.

Esta respuesta pone el foco en un concepto, “masa infinita”, que no es del todo correcto, pero sí que sirve para introducir la idea de cuál es la explicación total. Para tener la historia completa —y no defraudar al maldito o maldita que vino preguntando—, hace falta explicar el concepto “momento de un cuerpo” o “cantidad de movimiento”.

El momento está relacionado con la inercia que tiene un cuerpo (la oposición que presenta el cuerpo a cambiar su estado de movimiento, ya sea acelerarlo o frenarlo). Este momento depende tanto de su masa como velocidad (por si recuerdas la ecuación de clase momento = masa x velocidad, p = m·v).

Así, cuando intentas acelerar un cuerpo con masa a velocidades cercanas a la luz, te encontrarías con una inercia enorme que hace imposible que llegue a alcanzar los deseados 300.000 kilómetros por segundo, una “resistencia infinita”, como indica López-Ibáñez. De hecho, para ser justos con la explicación completa, a la fórmula que hemos explicado en el párrafo anterior, de momento, habría que añadirle una cosita más: el factor de Lorentz o factor gamma, cuyo valor depende de la velocidad de la luz. El siguiente vídeo del Fermilab lo explica mejor que nosotros.

De esta forma, la ecuación completa sería p = gamma · m · v. En la mayoría de situaciones del día a día, gamma es igual a uno, pero cuando alcanzamos velocidades altísimas, próximas a la de la luz en el vacío, es cuando aumenta exponencialmente.

En el eje vertical, el valor de gamma. En horizontal, la velocidad de la luz en el vacío (c).

¿Los pelirrojos se someten a una dosis diferente de anestesia?

La persona que nos ha enviado esta pregunta nos la plantea junto a una anécdota que merece la pena que publiquemos textualmente: “Una pelirroja dijo que, cuando tienen que hacer una intervención con anestesia, tienen una dosis diferente. ¿Esto es verdad? Se tiñó el pelo de otro color debido a que tenía raíces, el médico se dio cuenta y la regañó por no habérselo dicho”. ¿Qué se sabe de que los pelirrojos necesitan una dosis diferente de anestesia? Pues, según lo que nos cuenta la evidencia y los anestesiólogos, tiene sustento teórico pero, en la práctica, es un mito.

La base científica del mito está en la mutación del gen MC1R, que contiene información genética sobre la pigmentación de la piel y el pelo y que también está relacionado con el umbral de dolor y sensibilidad a la temperatura. Lluís Montoliu, investigador del CSIC, explicaba en The Conversation por qué los pelirrojos necesitarían dosis más elevadas de anestésicos. También existe literatura científica que refleja que la lidocaína (un anestésico local) es menos efectiva en población pelirroja a la hora de cumplir su función.

María José Pérez, anestesióloga en el Hospital de Don Benito-Villanueva de Badajoz y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, reconoce que en su unidad “nos dan un poco de respeto los pelirrojos al anestesiarlos”, aunque dice que afortunadamente no tiene muchos casos, pero no sabemos si porque los pelirrojos cuidan más su salud y visitan menos los quirófanos o porque, proporcionalmente, son menos población. “Yo, personalmente, no uso dosis específicas para pelirrojos, sino que se adaptan a cada paciente, independientemente de su color de pelo”, matiza.

Pérez nos cuenta que en su unidad disponen de muchos aparatos de monitorización para la hipnosis y el dolor, por lo que es posible personalizar la dosis de anestesia. Lo que más influye en esto, en cualquier caso, es “el consumo habitual de drogas y alcohol”. Como ejemplo, cita que, en una de sus últimas guardias, tuvo un paciente que consumía de manera habitual estupefacientes “y tuve que tenerlo con dosis dobles de hipnótico”, señala.

Por último, una carta al editor publicada en junio de 2019 hizo una breve revisión de evidencia sobre este asunto buscando en varias bases de datos de ciencias médicas. La conclusión a la que llegaron las autoras es que, a pesar de que hay trabajos teóricos antiguos que sostienen que los pelirrojos requieren más anestesia, en la práctica no hay demostración de que estas personas tengan más complicaciones o una sensibilidad especial.

Todavía no hemos terminado...

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En este artículo han colaborado con sus superpoderes la anestesióloga María José Pérez y la dermatóloga Inés Escandell.

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