Aunque ni mucho menos se trata de una ciencia exacta, el helado, los pepinillos, el chocolate o la comida rápida son algunos de los antojos más comunes entre las embarazadas. Si tu madre tuvo alguno en concreto, podrás saberlo por una o varias manchas pequeñas y más oscuras de lo habitual en tu piel, ¿verdad? Ya sabes, las conocidas ‘manchas de nacimiento’... Pues no, aunque la ‘sabiduría popular’ ha perpetuado la afirmación de que estas son consecuencia del gusanillo puntual materno, no existe relación definida entre ambas.
“Las marcas de nacimiento no se forman porque una mujer embarazada ignore un antojo de alimentos, se toque la barriga cuando está preocupada o coma ciertos alimentos. Estos son mitos”, afirma en su página web la Academia Americana de Dermatología (AAD, por sus siglas en inglés).
Por si no sabes a qué nos referimos, con el concepto manchas de nacimiento nos referimos a ciertas anomalías en la piel que presenta un recién nacido. Pueden ser de una gran variedad de formas y colores, planas o elevadas, del tamaño de la cabeza de un alfiler o cubriendo una gran área de la piel, como detalla la AAD. Existen dos tipos: las vasculares y las pigmentadas.
“Las vasculares están formadas por vasos sanguíneos que no se han desarrollado correctamente y, normalmente, son rojas”, explica la página web MedlinePlus, de la Biblioteca de Medicina de Estados Unidos. Por ejemplo, los hemangiomas y los hemangiomas planos.
¿Y las pigmentadas? “Están formadas por un conjunto de células que contienen el pigmento que da color a la piel”, señala la web. Es decir, aparecen por una agrupación de melanocitos. De ahí que puedan presentar diferentes tonalidades, desde marrón claro a negro, en una amplia escala de colores (gris, azuladas…).
“Ciertos tipos de marcas de nacimiento, como un parche salmón o un hemangioma, a menudo desaparecen por sí solos. Otros, como un lunar, tienden a permanecer en la piel de por vida”, indica la AAD.
Según MedlinePlus, por el momento se desconoce la causa de este tipo de manchas que no suelen suponer problemas serios ni complicaciones más allá de la apariencia. Aun así, la AAD recomienda que un dermatólogo la examine, para descartar que se trate de un primer signo de una enfermedad de la piel.