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MALDITA CIENCIA

En qué se diferencian las pesadillas y los terrores nocturnos

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Serpientes y arañas, monstruos y otras criaturas, crímenes y catástrofes e incluso exámenes sorpresa: qué mal rato pasamos cuando temas como estos protagonizan nuestros sueños y qué alivio al despertar y caer en que son justo eso, un producto de nuestra imaginación, pesadillas. Ahora bien, ¿son lo mismo estas que los terrores nocturnos? Lo cierto es que no, hay varias diferencias entre ambos: la fase del sueño en la que ocurren, el motivo que lo causa, el recuerdo del episodio a posteriori y la actitud de la persona cuando los experimenta.  

Para empezar, mientras que las pesadillas afectan a mayores y pequeños, los terrores nocturnos son más comunes entre estos últimos: “Afectan a casi el 40% de los niños y a un porcentaje significativamente menor de adultos”, señala en su página web la Clínica Mayo. “A pesar de que son escalofriantes, los terrores nocturnos no suelen ser una causa de preocupación”, añade. De hecho, la mayoría de los niños los superan antes de la adolescencia.

Por otro lado y como explica a Maldita.es Elena Herráez, psicóloga miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP), las pesadillas son mucho más comunes que los terrores nocturnos: "Mientras que prácticamente todas las personas hemos tenido alguna pesadilla en algún momento, la prevalencia de los terrores nocturnos está entre el 1% y el 6% de los niños".*

Pesadillas y terrores nocturnos, además, ocurren en momentos diferentes del sueño: en la fase REM (Rapid Eye Movement o movimiento rápido del ojo) y en la de sueño profundo (N3) respectivamente. Esto hace que sea más probable que exista movimiento durante los terrores nocturnos, ya que en este momento todavía tenemos tono muscular, que durante las pesadillas.  

Como explica Verónica Rico, psicóloga del Instituto Europeo del Sueño, tras una pesadilla lo habitual es despertarse sobresaltado, agitado, dado que hace solo unos instantes algo en el contenido del sueño estaba ‘amenazando nuestro bienestar’ en el mundo onírico. Además, recordamos ese ‘algo’ y somos capaces de hablar de ello. En el caso de los más pequeños, suelen llamar a los padres, pidiéndoles ayuda frente aquello que les asusta: hay conversación e interacción.

Esto no ocurre durante o después de los terrores nocturnos, que se caracterizan por la aparición súbita de episodios de llanto o grito inesperados, con una expresión facial de miedo o terror intensos en quien los experimenta. “Se suele acompañar de aumento de la frecuencia cardiaca, respiración y sudoración importante”, señala en su página web la Clínica Universidad de Navarra. “Lo normal es que el paciente permanezca sentado en la cama, profundamente dormido y sea difícil despertarle”.

“De pronto el niño emite un llanto, un grito, está despavorido. Nosotros acudimos enseguida. Está muy nervioso, sudando, con los ojos abiertos. Nos mira pero, en realidad, nos atraviesa [con la mirada]. No responde a nuestras caricias e incluso, si nosotros queremos calmarle, se pone más nervioso”, explica a Maldita.es el pediatra especializado en problemas del sueño y miembro del grupo de la Sociedad Española del Sueño, Gonzalo Pin.

Como explica el experto, durante el sueño no REM, “es como si estuviésemos ante un cuerpo despierto con un cerebro durmiendo, de tal manera que la parte afectiva del cerebro no está activa, no hay sufrimiento del niño, no hay recuerdo al día siguiente. Si nosotros actuamos, se nos verá como extraños”. De ahí su recomendación de que, frente a un terror del sueño, nuestro papel debe ser “de espectadores”: no actuar, sino vigilar por si el niño se despierta en ese momento (para protegerle). “Si estamos ante una pesadilla, sí tenemos que actuar: calmar al niño, porque lo necesita”.

Aunque las causas no se conocen con precisión, Herráez indica que parecen poder estar relacionados con ansiedad, estrés, miedos, malestar emocional, el hecho de haber experimentado un suceso traumático, cansancio extremo y fiebre, entre otros factores. "Además, también puede influir ver una película o leer un libro de terror, especialmente en los momentos previos al dormir", añade.* 

Si el terror nocturno se repite más de una vez en la noche, si los eventos no son siempre (más o menos) a la misma hora, sino que van variando o si el niño se siente cansado, hiperactivo o irritable durante el día siguiente, el consejo de Pin es consultar a su pediatra.

*Hemos actualizado este artículo con las declaraciones de Elena Herráez psicóloga miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP).

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