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MALDITA CIENCIA

La espuma generada por un jabón o un detergente no determina si este limpia mejor o peor

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Qué agradable es echar poca cantidad de jabón o detergente sobre la esponja o el estropajo de turno y sentirnos en plena fiesta de la espuma, ¿verdad? Parece como que todo ‘queda más limpio’ (o, al menos, esa suele ser nuestra sensación). Ahora bien, ¿es realmente importante la cantidad de espuma que genere un producto de limpieza en su efectividad? Es decir, ¿limpia más o mejor?.

De nuevo, la ciencia desmontando aquello que hemos dado alguna vez por hecho: en realidad, la cantidad de espuma no es indicador de la calidad de un producto de limpieza, ya que no es esta la que limpia, sino el resultado de la reacción de las moléculas de jabón con el agua y el aire. De hecho, esta dependerá, no solo del producto en sí, también del punto geográfico en el que nos encontremos, debido a la dureza (cantidad de cal) del agua del sitio en particular. 

Para explicarlo, debemos remontarnos a la composición de las moléculas que forman el jabón o el detergente, de forma similar a la de un chupachups: mientras que la cola (el ‘palo’) repele el agua (propiedades hidrófobas), la cabeza (el ‘caramelo’) es soluble en ella (propiedades hidrófilas)

Esto hace que, al contacto con el agua, las moléculas se coloquen formando esferas denominadas micelas. En su interior se encuentran las colas, dejando las cabezas, por lo tanto, en su exterior “de forma que la parte hidrófila queda en contacto con el agua y la parte hidrofóbica forma un centro altamente repelente del agua donde la suciedad, especialmente las grasas, quedan atrapadas”, explica a Maldita.es María Celeiro, química experta en sustancias potencialmente peligrosas en cosméticos y maldita que nos ha prestado sus superpoderes .

Como explicaba en Ciencia para llevar Fernando Gomollón Bel, doctor en Química Orgánica y divulgador científico, "es por eso que las micelas de jabón atrapan las manchas y la suciedad a la perfección” y, por lo tanto, por lo que la acción limpiadora del producto dependerá de la formación de estas micelas y no de la espuma. “La mayor o menor cantidad de espuma, que se forma por la presencia de aire al producirse agitación cuando un detergente se disuelve en agua, puede colaborar escasamente arrastrando las micelas formadas, pero no afecta en la eficacia de la limpieza”, señala Celeiro. 

Además, afirma que algunos fabricantes (cada vez menos) añaden a sus formulaciones agentes espumantes innecesarios, “posiblemente por la falsa creencia de muchos consumidores de que su efecto limpiador es mayor”. “Sin embargo, desde un punto de vista económico, un exceso de espuma no es recomendable: implica un mayor consumo de agua para eliminar completamente la espuma”, concluye.

¿Y qué tiene que ver, entonces, el lugar en el que nos encontremos, el agua y la espuma, como adelantábamos? Más de lo que crees. La respuesta está en la dureza del agua que utilicemos (más dura cuanta más cal tenga), que varía dependiendo del lugar geográfico.

“Las cabezas hidrófilas de las moléculas de jabón se llevan también muy bien con los iones de calcio y magnesio con carga positiva que contiene la cal. Así, cuando hay mucha cal, empiezan a asociarse con estos iones y las micelas se rompen o no llegan a formarse”, explica Gomollón. “Por lo tanto, en zonas con aguas muy duras, los jabones formarán menos espuma”.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes María Celeiro.

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