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¿Qué se puede hacer para ayudar a los niños a desarrollar la inteligencia emocional?

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Si hace unos meses os contábamos cómo ha afectado la pandemia a la salud mental de los menores, ahora nos habéis preguntado qué se puede hacer para ayudar a los niños a desarrollar inteligencia emocional. Además de algunas técnicas de respiración, puede resultar útil ayudar al niño a poner nombre a lo que siente o a comunicarse de forma asertiva.

La inteligencia emocional es la capacidad de reconocer y gestionar las propias emociones y las ajenas, según recoge un artículo publicado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria. Alicia Jiménez Jiménez, psicóloga clínica y autora de la publicación, explica que los niños con inteligencia emocional, además de gestionar mejor sus emociones y mostrar más empatía, tienen una mayor resistencia al estrés y afrontan mejor presiones, obstáculos y acontecimientos emocionalmente impactantes.

“Si consideramos a una persona inteligente como aquella que es capaz de resolver problemas de una manera efectiva, entenderíamos que un niño es inteligente cuando es capaz de no explotar cuando sus padres le dicen que apague la videoconsola o tiene la habilidad de decirle a un compañero algo que le ha molestado de su comportamiento”, cuenta a Maldita.es Jonatan Molina, psicólogo experto en terapia psicológica con niños y adolescentes

Estos niños “tendrán un mejor ajuste psicológico y se desarrollarán de una manera más positiva en su entorno social, académico, familiar y laboral”. Varias investigaciones (1, 2, 3) indican que aquellas personas con más  inteligencia emocional suelen tener un mejor rendimiento académico. 

Pero, ¿cuál es la mejor forma de fomentar la inteligencia emocional en los niños? Según Molina, la enseñanza de habilidades de gestión y regulación emocional es mucho más efectiva cuando se da en las situaciones reales en las que día a día el niño tiene dificultades para manejar sus emociones. 

“Cuando los niños experimenten emociones muy intensas ante una situación desencadenante, podemos realizar un acompañamiento para que sepa identificar qué emoción está sintiendo, con qué intensidad (del 1 al 10), por qué se está sintiendo así y aplicar alguna estrategia para bajar su activación fisiológica o reducir los pensamientos negativos asociados a la situación”, explica. 

El cuidado y la preocupación de los padres, siempre que no sean excesivos, pueden ayudar a que un niño desarrolle inteligencia emocional, según una revisión publicada en la revista Social and Personality Psychology Compass. Otro estudio publicado en Family Journal indica que la capacidad de respuesta de los padres y el entrenamiento que dan sobre las emociones están relacionados con una mayor inteligencia emocional de los niños.

Todas las emociones son buenas para el desarrollo de la persona y su existencia tiene una finalidad específica, según indican desde la Asociación Española de Pediatría. Si el niño tiene una emoción intensa, lo más recomendable sería “aceptarla y validarla, tanto si es agradable como desagradable”. “Expresarlo con naturalidad favorece el desarrollo socio-emocional saludable. Para su hijo, sentir que es comprendido por una persona querida y poder poner nombre a la emoción que vive facilita el inicio de la regulación emocional”,  explica.

En estos momentos difíciles, Molina recomienda realizar “el juego del 8”. La familia tendría que imprimir o pintar en un papel un número ocho que en una de sus mitades tiene escrito “inspirar” y en la otra “expirar”. Los menores pueden pintarlo y decorarlo a su gusto para posteriormente plastificarlo.

Cuando el niño experimenta emociones muy intensas, puede sacar el papel y recorrer el 8 con el dedo mientras respira en una de las mitades y expira en la siguiente, tal y como se muestra en este vídeo.Realizar respiraciones lentas y profundas puede ayudarle a regular su emoción y estar mejor preparado para solucionar la situación que le ha hecho sentir mal”, comenta Molina. 

También sería importante enseñar al menor “a comunicarse de forma asertiva, respetando su punto de vista y sus derechos sin faltar los de los demás y poner límites a su conducta”, según la AEP: “Si bien es válido sentir cualquier emoción, no lo es cualquier conducta derivada (por ejemplo, las violentas o irrespetuosas)”.

Una buena opción puede ser guiarle para escoger alternativas a su conducta que le aporten bienestar emocional. A los niños más pequeños “es preferible darles alternativas apropiadas a su conducta”. Si son mayores de cuatro años, la AEP aconseja optar por preguntas abiertas de este tipo: “¿Cómo crees que lo podríamos arreglar? ¿Qué te parece que podrías hacer ahora?”. Estas cuestiones “impulsan el razonamiento y cuidan la autoestima y la autonomía emocional”.

Además, es importante tener en cuenta que los niños aprenden en gran medida a gestionar las emociones “observando a sus cuidadores”: “Mejorar en nuestra propia gestión emocional puede resultar la mejor manera para enseñar formas saludables de gestión emocional a nuestros hijos e hijas”.

“Menos bulos, más rigor científico” es un proyecto de DKV Salud con contenido editorial de Maldita.es.


Primera fecha de publicación de este artículo: 25/10/2021

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