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Fagofobia: por qué algunas personas tienen un miedo irracional a tragar y cómo se trata

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No es la primera vez que nos consultáis por fobias concretas. De hecho, en Maldita.es ya hemos hablado sobre algunas de ellas, como la fobia a los payasos o a las muñecas. Esta semana nos habéis preguntado por el miedo irracional a tragar, la fagofobia. Concretamente, si se trata de una fobia real, a qué se debe y si existe tratamiento para gestionarla. Lo cierto es que la literatura al respecto es escasa y, por el momento, no existe un tratamiento específico.

Aunque el concepto de fagofobia no aparece como tal en el CIE-11, la recopilación de las enfermedades que edita y publica la Organización Mundial de la Salud (OMS), sí puede incluirse entre las que el documento denomina fobias específicas. En esta ocasión, con peligrosas consecuencias para la salud (pérdida grave de peso y desnutrición). 

Todos los miedos irracionales que engloba esta categoría se caracterizan por un pavor o ansiedad, desproporcionados en relación al peligro real, al exponerse (o anticiparse a la exposición) a determinados objetos o situaciones específicas. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) y la Clínica Mayo, coinciden en esta clasificación. 

En cuanto al posible origen de la fagofobia, a menudo se debe a uno o varios sucesos traumáticos relacionados con el acto de comer. “Los ejemplos pueden incluir asfixia, regurgitación, abuso u otras experiencias negativas”, señala la Fundación Nacional de Trastornos de la Deglución (NFOSE, por sus siglas en inglés) en su página web. 

Como explica a Maldita.es Jose de Sola, psicólogo en De Salud Psicólogos, estas situaciones no siempre las experimenta la persona que sufre la fobia, puede que simplemente las haya observado en alguien cercano e incluso que el miedo no tenga nada que ver con sucesos similares. “Hay fobias que no tienen una causa objetiva y aparecen simplemente por mero pensamiento o miedo a que algo pueda ocurrir”, añade. De hecho, según De Sola, los casos de fagofobia en los que no hay experiencia directa (sin ningún suceso traumático relacionado con el acto de comer) son los más frecuentes. 

“A partir de ahí, la persona comienza a evitar comidas sólidas, sobre todo alimentos que considera ‘más difíciles de tragar’, y a beber exclusivamente líquidos. Esto hace que pierda peso a una velocidad tremenda, llegando incluso a un posible estado de desnutrición”, recuerda el psicólogo. Esta incapacidad puede manifestarse tanto en el hecho de no querer introducir un alimento sólido en la boca, una anticipación al pensar que lo va a pasar mal, como en ser incapaz de tragar, experimentando una resistencia física involuntaria a hacerlo. 

En palabras de De Sola, el trabajo con estos pacientes es complicado, al tratarse de un trastorno con solución, pero muy resistente. “La mera conversación queda descartada: tratar las fobias mediante el diálogo es una pérdida de tiempo. Estamos hablando de frecuencias diferentes de comunicación, ya que no es sólo racional (el paciente sabe que es absurdo), sino emocional”, indica.

No existe un tratamiento específico para la fagofobia, aunque sí técnicas que permiten acceder a ese componente emocional. Según el psicólogo, pueden resumirse en dos grandes grupos: “Por un lado, intentar ayudar a la persona poco a poco, exponiéndola a la situación temida con comidas semisólidas para que aprenda a tranquilizarse y relajarse. Por otro, atacar directamente esa emoción de miedo, que a veces tiene raíces completamente ajenas a la comida, como el miedo a la muerte (quizá el más general)”.


Primera fecha de publicación de este artículo: 21/12/2021

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