“No es difícil hacer que los microorganismos sean resistentes a la penicilina en el laboratorio exponiéndolos a concentraciones que no son suficientes para matarlos, y lo mismo ha ocurrido ocasionalmente en el cuerpo”, alertaba ya en 1945 Alexander Fleming en su discurso de aceptación del Premio Nobel por el descubrimiento de la penicilina, el primer antibiótico usado ampliamente en medicina para hacer frente a infecciones de bacterias.
76 años después del aviso, al menos 33.000 personas mueren al año en Europa directamente por infecciones de bacterias resistentes a antibióticos, 3.000 en España. Pero estos datos pueden estar infravalorados al no incluir las complicaciones que producen estas infecciones, explica a Maldita.es Rafael Cantón Moreno, jefe del Servicio de Microbiología Clínica del Hospital Universitario Ramón y Cajal y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC). Esta sociedad científica estimó en 2018 que más de 35.000 personas mueren anualmente en España con infecciones causadas por bacterias multirresistentes.
Cada año mueren unas 700.000 personas en todo el mundo por resistencia a antibióticos y se producen pérdidas económicas equivalentes al 3,8% del Producto Interior Bruto global, según el Banco Mundial, que destaca que los habitantes de países de bajos y medios ingresos son “desproporcionadamente vulnerables” a este problema. Las estimaciones elevan hasta 10 millones las muertes para el año 2050, superando al cáncer como causa de muerte. Por todo ello, la Organización Mundial de la Salud organiza del 18 al 24 de noviembre la Semana mundial de concienciación sobre el uso de los antimicrobianos.
El abuso de antibióticos, la principal causa
Las bacterias que se han hecho resistentes a los antibióticos también son conocidas como ‘superbacterias’. “Desde el descubrimiento de los antibióticos se ha logrado combatir muchísimas infecciones que antes causaban una muerte segura. Durante muchos años esas moléculas han evitado muchos daños a las personas pero las bacterias han ido aprendiendo a evitar su acción”, señala a Maldita.es la médica microbióloga Lucía Gallego, directora del Laboratorio de Antibióticos y Bacteriología Molecular de la Facultad de Medicina y Enfermería de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU).
La resistencia a antibióticos es “un proceso natural que exhiben las bacterias como forma de defensa para sobrevivir en un cierto ambiente”, indica la catedrática de Microbiología de la Universidad de Jaén Hikmate Abriouel Hayani a Maldita.es. Pero a veces la acción humana contribuye al proceso: con el uso de los antibióticos, se eliminan las poblaciones sensibles y esto permite que las poblaciones resistentes se puedan desarrollar mucho más, aclara Gallego.
Una forma de contribuir a que los microorganismos escapen al efecto de los antibióticos es que, por ejemplo, nos receten antibióticos durante una semana por una infección de orina. Al sentirnos mejor al cuarto día dejamos de tomarlo y al no cumplir con lo pautado, la bacteria causante de la infección no es eliminada del todo y se seleccionan los microorganismos que han sobrevivido al fármaco. Estos proliferan y transmiten ese mecanismo de resistencia al medicamento no sólo a sus congéneres sino incluso a bacterias de otras especies y géneros.
Pero la principal causa ha sido el abuso de antibióticos, por ejemplo al usarlo contra infecciones de virus (que son inmunes a los antibióticos) como la gripe, contra la fiebre o el dolor. Esto ha hecho que se seleccionen esas poblaciones resistentes. El uso exagerado no se ha limitado a la salud humana sino también a nivel animal y medioambiental, “lo que hace que esas bacterias se estén diseminando a todos los niveles”, incide la microbióloga Lucía Gallego. Abriouel Hayani afirma que “no preocupa la evolución natural de la resistencia a antibióticos sino la inducida por el ser humano”.
La pandemia de COVID-19 aumentará las resistencias
Las ‘superbacterias’ afectan sobre todo a pacientes ingresados en hospital (el primer lugar donde se desarrollaron resistencias) mayores de 70 años y con numerosas comorbilidades, es decir, otras enfermedades al mismo tiempo, explica a Maldita.es María del Mar Tomás, médico microbióloga e investigadora del Hospital Universitario de A Coruña y también portavoz de la SEIMC. En su opinión, “es como una pandemia silenciosa. Cuando afecte a otros perfiles de pacientes será cuandola sociedad sea más consciente del problema”, como ya empieza ocurrir con la gonorrea.
El aumento de resistencias no sólo afectará a las infecciones bacterianas. “Cualquier actuación quirúrgica necesita profilaxis antibiótica. Si nos quedamos sin antibióticos va a llegar un momento en que las cirugías no se van a poder realizar. No sólo amenaza el tratamiento de las enfermedades infecciosas, amenaza a toda la medicina tal y como la conocemos”, destaca Lucía Gallego.
Precisamente la pandemia de COVID-19, debido al incremento del uso de los tratamientos antimicrobianos, impulsará el desarrollo de bacterias resistentes a futuros tratamientos y las muertes asociadas, alertó en junio de 2020 la OMS. Entre los pacientes con coronavirus, el porcentaje de pacientes que tuvieron además otras infecciones bacterianas fue bajo, pero el uso de antibióticos fue alto, según una revisión científica.
Lo constata el médico microbiólogo Rafael Cantón, quien ha observado, al menos a nivel hospitalario, un aumento de resistencias y un mayor uso de antibióticos y de más amplio espectro. Este tipo de moléculas tienen actividad frente a muchos tipos de microorganismos pero tienen su lado negativo: no sólo van a afectar a los microorganismos causantes de la infección sino también a organismos de nuestra microbiota habitual, las colonias de bacterias beneficiosas que viven en nuestro cuerpo, y selecciona bacterias con mecanismos de resistencias.
Cantón advierte que estas ‘superbacterias’ hospitalarias “son fácilmente transmisibles al paciente y capaces de hacer multirresistentes e incluso resistentes a todos los antibióticos que existen y eso hace que el tratamiento sea mucho más problemático y puede tener consecuencias negativas para el propio paciente”. Al convertirse en multirresistentes, reduce el abanico de fármacos utilizables, lo que supone tratamientos con antibióticos más caros y de último recurso, estancias más largas en hospitales y muertes, indica la microbióloga Hikmate Abriouel Hayani.
Soluciones y alternativas
Aunque la pandemia de coronavirus haya empeorado las resistencias, se estudian distintas alternativas que puedan ayudar a enfrentar este problema.
Por un lado, hay unos virus que podrían ser una alternativa a los antibióticos. Los fagos o bacteriofagos son unos virus que infectan bacterias y causan su muerte. Estos virus se pueden tomar del medio ambiente para matar aquellas bacterias que nos interese a nivel clínico, explica a Maldita.es Pilar Domingo-Calap, bióloga especializada en fagos del Laboratorio de Virología Ambiental y Biomédica del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas de la Universitat de València-CSIC.
Aunque su uso clínico no está autorizado y sólo algunos países permiten su uso compasivo, es decir, cuando ningún remedio funciona y el paciente acepta, Domingo-Calap aclara que un solo fago podría reconocer distintas cepas malignas y un cóctel de fagos distintos sería capaz de tener distintas dianas a la hora de tratar una infección resistente. A diferencia de los antimicrobianos, “los fagos coevolucionan y se adaptan a las mutaciones de las bacterias”.
El desarrollo e investigación en nuevos antibióticos es otra vía por la que se lucha contra este problema de salud pública. Pero lograr antimicrobianos que actúen frente a nuevas dianas de las bacterias “es el verdadero reto” y algo que no se ha logrado desde la década de los 2000, señala Rafael Cantón.
El reposicionamiento o usar fármacos con otra función que tengan actividad microbiana, como algunos antipsicóticos o anticancerígenos, si no son tóxicos en pacientes, es otra vía para disminuir el impacto de las ‘superbacterias’, indica la médica microbióloga María del Mar Tomás.
En España, el Plan Nacional de Resistencias a Antibióticos (PRAN) también busca reducir el problema y ha logrado disminuir el uso de antimicrobianos tanto en personas como en animales no humanos, añade el portavoz de la SEIMC.