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¿Piensas en palabras o en imágenes? Qué es el monólogo interior, cuándo aparece y por qué nos cuesta tanto imaginar cómo piensan los demás

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¿Eres de los que se narra a sí mismo en su cabeza todo lo que pasa por ella? ¿Lo que tienes que hacer, lo que estás sintiendo en ese momento o tus ideas repentinas? Eso es lo que se llama el monólogo interior y para muchas personas es la forma habitual de pensar. Pero no todo el mundo piensa así: para otras personas es más común ver las ideas, pensar en imágenes o conceptos y no tanto en palabras y frases.

Saber que hay personas que piensan de una forma distinta a la nuestra suele ser causa de sorpresa y animada conversación.

No todo el mundo piensa en palabras, aunque sí la mayoría

Podríamos definir como monólogo interno a una voz que identificamos como propia y con la que nos contamos a nosotros mismos nuestros pensamientos dentro de nuestra cabeza. Se trata de una forma muy habitual de pensamiento, aunque no todo el mundo la experimenta igual: puede ir desde una consecución de frases articuladas y completas hasta expresiones condensadas con significado complejo pero sin estructura gramatical.

Para otras personas, los pensamientos se organizan no con palabras sino de forma más visual, como imágenes o conceptos y es al expresarlos en voz alta cuando los convierten en palabras y frases.

A pesar de lo que dice el tuit previo, no es del todo cierto que unas personas piensen en forma de monólogo o narrativa interna y otras no, conformando dos grupos opuestos: hay mucha gente que combina ambas formas de organizar sus ideas. "Aunque la mayoría de las personas tienden a pensar en forma de palabras, muchas personas alternan esta forma de pensamiento verbal con imágenes o sensaciones, e incluso hay personas que declaran no pensar nunca con palabras, aunque estas son una minoría", explica Jose Manuel Igoa, psicólogo especializado en psicología del lenguaje y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid.

Incluso entre quieres piensan con palabras, no siempre lo hacen igual. Son conocidas diversas modalidades dentro de este hábito de pensar en palabras, como el monólogo interior o el diálogo con uno mismo, en el que imaginamos en nuestra cabeza una conversación entre dos posturas opuestas o al menos distintas que nos representan. Este estudio, publicado en 2020 en la revista Frontiers in Psychology, que recogía varias investigaciones sobre la intracomunicación, analizaba las posibles relaciones entre esas dos formas de pensamiento, el monólogo interior y el diálogo con uno mismo.

Pensamiento y lenguaje no son lo mismo

Bridget D. Samuels es lingüista e investigadora en el Centro de Biología Molecular Craneofacial de la Universidad del Sur de California y explica a Maldita.es que hay muchas cosas sobre el pensamiento en palabras y el monólogo interior respecto a su relación con el cerebro que no sabemos, pero hay algunas que sí.

"Pensamiento y lenguaje no son lo mismo: los seres humanos podemos tener experiencias internas en las que no interviene el lenguaje y pensamientos que no son ligüísticos, como las imágenes o la música. Por otro lado, tampoco el lenguaje es pensamiento en sí mismo [...]. Por ejemplo, sabemos que el lenguaje está sujeto a determinadas normas estructurales a las que el pensamiento no se somete. Podemos tener una idea pero olvidar la palabra que utilizamos para nombrarla, o que sea sintácticamente imposible de expresar en nuestro idioma pero que aún así tenga sentido".

Samuels señala, en el mismo sentido, algunas investigaciones que, aunque preliminares, muestran como en las personas que sufren alguna patología o lesión cerebral que afecta al lenguaje (afasia), el monólogo interior no se ve afectado de igual forma, si bien añade que se trata de un tema poco estudiado y difícil de medir por su subjetividad.

¿Cuándo empezamos a contarnos nuestros pensamientos?

El monólogo interior como forma de organizar los pensamientos está relacionada con la adquisición del lenguaje cuando somos pequeños, aunque es un proceso más lento y por lo tanto se completa más tarde. En torno a los 2-3 años los niños comienzan a utilizar el lenguaje externo con una función comunicativa, explica Igoa. Poco después, entre los 3 y 4 años, empiezan a dirigirse a sí mismos, primero acompañando sus acciones y después anticipándolas.

Esto es lo que los psicólogos llaman "habla privada" y es lo que luego se convierte en el lenguaje interior. "Con el tiempo, entre los 4 y los 7 años, o incluso después, el habla privada se va interiorizando hasta convertirse en un monólogo interior equivalente al de los adultos", añade Igoa.

Aunque hay diferencias individuales sobre cuándo y cómo de rápido se desarrolla este proceso, Igoa explica que es relativamente universal y no depende de qué idioma hable cada persona. "Sin embargo, es interesante resaltar que en el caso de las personas bilingües o plurilingües suele haber una mayor preferencia por el empleo de la lengua nativa (L1) en los episodios de monólogo interior", aunque esa preferencia es menos marcada cuando se cumplen algunas condiciones: el manejo de la segunda lengua es muy fluida, si se ha aprendido de forma natural (no siguiendo lecciones marcadas), cuando el hablante se encuentra inmerso en un entorno en que se habla esa segunda lengua durante suficiente tiempo y prevé seguir haciéndolo o si está acostumbrado a usarla en determinado contexto muy marcado.

¿Por qué nos cuesta tanto imaginar cómo piensan los demás?

Una de las cosas más curiosas sobre este tema son las fuertes reacciones de mucha gente al saber que su forma natural y cotidiana de desarrollar sus pensamientos no es la misma que tienen todos los demás. Como explicaba Igoa en este artículo de Verne, no estamos acostumbrados a reflexionar sobre cómo pensamos ni a contárselo a otras personas.

"Yo creo que en general los seres humanos somos bastante solipsistas: es conocido lo imposible que nos resulta concebir cómo sería ser de cualquier otra forma a como somos", explica Samuels, que menciona un artículo escrito por el filósofo Thomas Nagel en 1974 y titulado ¿Qué se siente al ser un murciélago? en el que defiende que la conciencia de un ser vivo, en nuestro caso de los humanos, está condicionada por el ser vivo que es y por tanto es imposible que se pueda poner en el lugar de otro. "Y no se refiere solo a otro animal, como el murciélago: yo no puedo entender cómo sería ser otra persona, ni siquiera mis padres, mi hermana o mi marido".

Aurora Gómez, psicóloga clínica, tiene una respuesta más práctica y directa para esta pregunta de Maldita.es: en su opinión, nos cuesta ponernos en el sitio o la cabeza de los demás "porque no estamos acostumbrados a escuchar" de forma abierta y sin juzgar, interpretar o querer solucionar los problemas de los demás. "Hay algo muy potente en el hecho de escuchar y validar las ideas y los sentimientos de los demás".


Primera fecha de publicación de este artículo: 21/06/2021

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