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¿Por qué nos sonrojamos en situaciones que consideramos embarazosas?

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Puede ocurrir en casos muy diferentes: tan pronto te ruborizas porque te ha caído un halago inesperado, como por haber metido la pata o en una situación comprometida. Intentas disimularlo, pero con esos pedazo de coloretes, no hay manera. ¿Qué pasa exactamente en nuestro cuerpo para que la tez adquiera este tono 'colorado'? Una situación que genera emociones fuertes, como vergüenza, estrés o enfadohace que los vasos sanguíneos de la cara se dilaten. Esto quiere decir que pasará por ellos más sangre, la causa del rubor en las mejillas. 

"Aunque aún existen ciertas dudas sobre el proceso específico, sí se ha confirmado que el enrojecimiento de nuestras mejillas tiene que ver con la interacción de dos sistemas diferentes: nervioso y circulatorio", explica a Maldita.es Álvaro Sahún, investigador biomédico especializado en enfermedades cardiovasculares y maldito que nos ha prestado sus superpoderes. "Primero actúa el nervioso, pues la vergüenza es una emoción social que nos causa incomodidad e inquietud, generando una situación de estrés. Este es percibido por nuestro cerebro, el cual activa la parte del sistema nervioso encargada de afrontar una situación de peligro o tensión y que denominamos sistema nervioso simpático", añade.

En una situación similar, que nuestro cuerpo considera de emergencia, este “debe dirigir toda la energía disponible a los músculos (mientras decide si la lucha o huye, fight or fligh en inglés), por lo que necesita que la frecuencia cardíaca y respiratoria aumenten para entregar la mayor cantidad de oxígeno posible a sus músculos y órganos”, explica en este artículo de la Universidad de Santa Clara (Silicon Valley, Estados Unidos) el profesor y físico Phil Kesten.

¿Y quién es el brazo ejecutor de todas estas respuestas? Una hormona, la adrenalina (o epinefrina), producida de forma natural en el cuerpo a través de las glándulas suprarrenales, localizadas encima de los riñones. Entre otras funciones, activa el sistema circulatorio, haciendo que los vasos sanguíneos (entre ellos los de la cara) se dilaten, para obtener más oxígeno y energía. Lo notamos porque también aumenta el calor de la zona.

Que esto no ocurra en la piel del codo, de la tripa o de una pierna, por ejemplo, también tiene un porqué. "La estructura capilar de las mejillas es algo diferente a la de otras partes del organismo. Primero, estos capilares suelen ser más superficiales y sus diámetros son más anchos. Además, esta red capilar presenta más bucles y mayor densidad que en otras regiones de la piel", explica Sahún.

Según Joaquín Azpilicueta, médico cardiólogo y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, el rubor lo experimenta todo el mundo, en mayor o menor medida y facilidad. "Eso sí, hay personas que pueden sonrojarse sin estar avergonzados y otras que, por mucho que lo estén, no se sonrojan tanto", explica a Maldita.es. "Evidentemente, el color natural de la piel influye en la visibilidad del enrojecimiento, siendo las pieles claras las que más delatan este efecto. Pero, en definitiva, depende (dicho mal y pronto), de la 'cara dura' de cada cual", añade.

Ruborizarse, en general, no se considera una consecuencia negativa o una condición perjudicial. Es más, hay expertos que lo señalan como algo positivo, como apunta en su libro El significado fisiológico del rubor Peter J. de Jong, profesor de psicología experimental de la Universidad de Groninga (Holanda): “Tras una transgresión, percibimos como más empático y digno de confianza a alguien que se pone colorado”. "El rubor fisiológico es normal y humano por lo que no hay que obsesionarse en evitarlo", sugiere Sahún.

Aún así, un estudio publicado en la revista científica Behavior Research and Therapy señala que el mero hecho de decir a alguien que se está sonrojando puede conseguir que pase, por temor a esta situación. Si ruborizarnos nos supone un mal trago y queremos evitarlo, en la medida de lo posible, el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés) recomienda respirar profundamente y tratar de relajarnos, intentar refrescarnos o, en casos concretos que sepamos que puede ocurrir, utilizar maquillaje para disimularlo. 

También podemos terminar acostumbrándonos a las situaciones que lo generan, acabando a la par con ambos problemas. "La propensión de una misma persona al sonrojo puede cambiar con el aprendizaje o la experiencia. De ese modo, alguien que padece una fuerte reacción psicológica a la exposición al público, con un sonrojo muy visible, puede ir reduciendo su intensidad a medida que adquiere 'esas tablas'", explica Azpilicueta.

Si este rubor afecta a tu vida diaria o crees que puede deberse a otras causas, la mejor opción es consultarlo con tu médico de cabecera. 

En este artículo han colaborado con sus superpoderes Álvaro Sahún y Joaquín Azpilicueta.

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Primera fecha de publicación de este artículo: 16/08/2021

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