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Cloro y piscinas: para qué se usa, en qué casos podría ser un riesgo y cómo evitarlo

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El cloro es un poderoso desinfectante. Sin él, nadar en las piscinas sería algo parecido a nadar en una placa de Petri gigante y llena de gérmenes. Pero este compuesto químico también puede producir algunos problemas en la salud, especialmente si no se usa de forma adecuada. ¿Para qué se utiliza exactamente el cloro? ¿Supone algún peligro para nuestra salud? ¿Cómo podemos evitar que se nos irriten los ojos o se nos seque la piel? 

¿Para qué se usa el cloro en las piscinas?

El cloro para piscinas está compuesto principalmente de cloruro de sodio (NaCl). Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos indican que el cloro y el pH “son la primera defensa contra los gérmenes que pueden enfermar a los nadadores”.

Desde el Colegio de Químicos de Asturias y León cuentan a Maldita.es que “el cloro se usa en las piscinas porque es un desinfectante de amplio espectro (actúa contra bacterias, virus, protozoos, algas...) que necesita poco tiempo de contacto para eliminar los patógenos”. Además, “es fácil de manejar y su precio lo hace muy accesible”. En España más del 80 % de las piscinas públicas utilizan cloro como desinfectante, según indican desde el Colegio citando datos de 2017 del Ministerio de Sanidad.

Juan Antonio Gabaldón, miembro del Colegio de Químicos de Valencia, explica a Maldita.es que el cloro “se presenta normalmente en solución a diferentes concentraciones, pero también en forma sólida (pastillas)”. “Actúa muy eficazmente contra todo tipo de gérmenes, pero también reacciona, eliminándolos, con otros compuestos que pueden estar presentes en el agua como amoniaco o la orina”, asegura.

Es decir, se trata de un compuesto químico que permite mantener segura el agua potable y el agua de las piscinas, tal y como indica el portal ChemicalSafetyFacts.org, gestionado por el Consejo Americano de Química: “Los desinfectantes de piscinas y spas a base de cloro ayudan a mantener las aguas seguras mediante la destrucción de patógenos en el agua que pueden causar enfermedades, como la diarrea, erupciones en los oídos o en la piel del nadador, e incluso pie de atleta ( una infección común en el pie causada por hongos)”.

La doctora María Martínez M-Colubi, jefa del servicio de Medicina Interna del Hospital Vithas Madrid Aravaca, confirma a Maldita.es que, en ausencia de un adecuado tratamiento químico, el agua de las piscinas puede transformarse en un medio de cultivo para bacterias y hongos responsables de diversas enfermedades infecciosas como dermatitis, otitis o afecciones del aparato respiratorio o sistema digestivo.

Un nivel excesivo de cloro podría provocar irritación en los ojos o problemas respiratorios

El Ministerio de Sanidad indica que, “si bien un nivel residual aceptable de cloro es garantía de desinfección, un nivel excesivo de cloro o sus derivados puede generar irritaciones en los ojos, e incluso problemas respiratorios, sobre todo en niños y en ambientes cerrados como pueden ser las piscinas climatizadas o spas”.

Martínez indica que el cloro con el que se trata las piscinas puede producir diferentes problemas de salud tanto en estado gaseoso (más frecuentes en piscinas cubiertas) como disuelto en el agua.

Por ejemplo puede provocar "daño en las mucosas e irritación en los ojos". Pero los ojos no se ponen rojos por el cloro únicamente. Una investigación publicada en 2014 indica que la combinación del cloro con el ácido úrico da como resultado dos compuestos: el cloruro de cianógeno y la tricloramina. 

Ambas son sustancias conocidas por sus propiedades irritantes para los ojos, la piel y el sistema respiratorio. En las piscinas no se generan de forma suficiente como para afectar seriamente a la salud de la mayoría de las personas, aunque sí para enrojecer los ojos o causar picores de garganta a niños o personas especialmente sensibles.

¿Y de dónde proviene ese ácido úrico? Los autores del estudio aseguran que la única fuente posible es la orina humana. Según las muestras recogidas por los investigadores, hablaríamos de entre 30 y 80 mililitros de orina cada vez que a un nadador se le escapa porque no se puede aguantar o, como ellos mismos sugieren, orina que llega al agua disimuladamente de forma voluntaria.

Las personas con una alta exposición al cloro podrían además experimentar hiperactividad bronquial, según Martínez. La Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica indica que la hiperreactividad bronquial no es “una enfermedad por sí misma”: “Se refiere a que los bronquios reaccionan más de lo habitual frente a muchos estímulos, como infecciones, alérgenos, aire frío, contaminación, ejercicio, tabaco, etc.”. En ocasiones puede dar lugar a un broncoespasmo (los bronquios se contraen y se estrechan) y bronquitis (inflamación de los bronquios).

“La mayoría de las personas que utilizan las piscinas tienen problemas considerados menores”, comenta Martínez. El mayor problema está en aquellas personas “con tendencia a dermatitis y alérgicos en general que tienen más tendencia a poder tener hiperreactividad bronquial en un momento dado o en exposiciones muy prolongadas”.

El cloro puede hacer que la piel se deshidrate e irritar el cuero cabelludo

El cloro también puede provocar problemas dermatológicos, tal y como indica a Maldita.es Cristina García Millán, dermatóloga del Grupo Pedro Jaén: “Es agresivo para la barrera cutánea, el manto hidrolipídico que protege la piel evitando que pierda agua y que entren agentes nocivos”. Exponernos al agua clorada “hace que nuestra piel se deshidrate más rápidamente”. La piel reseca puede provocar picor, tirantez y descamación.

“Nuestra piel es una barrera que, entre otras muchas funciones, sirve para defendernos de agresiones medioambientales como sustancias químicas o infecciones”, comenta a Maldita.es María José Alonso, dermatóloga de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV). 

El agua tiene un pH (variable química que nos permite medir el grado de acidez de una sustancia) mayor que la epidermis, según resalta la experta: “Este pH elevado combinado con el cloro que se le añade y los productos que nos ponemos como cremas o perfumes deteriora e irrita la piel”. Además, si el cloro de la piscina reacciona con otros fluidos orgánicos como la saliva o la orina, se produce otra sustancia irritante: la cloramina.

No todas las personas son igual de susceptibles a los efectos dañinos del cloro. Según García, deben prestar un cuidado especial los pacientes con algunas patologías dermatológicas de base, como piel sensible, rosácea o dermatitis atópica.

Yolanda Roldán, enfermera y asesora para temas de dermatología del Consejo General de Enfermería, confirma a Maldita.es que el cloro de las piscinas seca mucho la piel. Según cuenta, las personas que padezcan piel seca o con atopia (la dermatitis atópica se debe a una reacción en la piel que provoca picazón, hinchazón y enrojecimiento continuos) van a notar los pacientes es un aumento de picor, placas de eccemas (hinchazón de la piel) o rojeces.

Además, el cloro “irrita el cuero cabelludo y deteriora la fibra capilar, haciendo que el pelo se vea deslustrado y se vuelva quebradizo, aparte de alterar la coloración del cabello, sobre todo si es teñido o lleva mechas”.

Ducharse antes y después del baño y otros consejos para evitar los efectos perjudiciales en la salud del cloro

¿Qué se puede hacer para evitar todos estos riesgos? Gabaldón indica que hay que controlar la cantidad de cloro añadido en la piscina: “No debe sobrepasar los límites adecuados”. También habría que esforzarse en conseguir “los niveles de pH y temperatura adecuados”. 

Además considera importante que mantengamos una buena higiene y nos duchemos antes de meterse al agua. “El sudor, los aceites y la orina son adiciones no deseadas en el agua de las piscinas”, indica el portal ChemicalSafetyFacts.org. Al ducharse antes del baño para eliminar estas sustancias de la piel, se ayudaría a minimizar el olor a piscina y a evitar que se irriten los ojos o la piel.

Del mismo modo, es recomendable ducharse después de bañarse, según Martínez. La doctora aconseja además utilizar gafas de bucear e hidratar adecuadamente la piel con protección solar para reducir la sequedad producida por el cloro. 

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