Republicamos este reportaje de Verónica Fuentes publicado originalmente por la Agencia SINC el 3 de marzo de 2021.
La hostelería es uno de los sectores más afectados por la crisis económica derivada de la pandemia. Desde hace un año se ha limitado su horario de apertura o impuesto el cierre con el objetivo de frenar la curva de contagios.
Un nuevo estudio, publicado en el Journal of Studies on Alcohol and Drugs, analiza el funcionamiento de las medidas anticovid en los negocios con licencia para vender alcohol, y argumenta si sus responsables y clientes son capaces de prevenir de forma eficaz y sistemática la transmisión de enfermedad.
La investigación, dirigida por la Universidad de Stirling (Escocia), se llevó a cabo entre mayo y agosto de 2020 en varios tipos de locales del país que volvieron a abrir sus puertas después de un cierre nacional, y que operaban bajo una guía detallada del gobierno destinada a reducir los riesgos de transmisión.
Según Niamh Fitzgerald, directora del trabajo, sus conclusiones servirán a los expertos en salud pública y responsables políticos para considerar el impacto de la pandemia en la hostelería y los riesgos de levantar las restricciones. “Es importante comprender cómo puede surgir la transmisión en los bares con el fin de informar sobre futuras orientaciones, ayudas, sanciones u otras medidas necesarias”, explica a SINC.
“Nuestro estudio exploró las prácticas y comportamientos de clientes y personal de los locales para comprender si los riesgos de transmisión podrían gestionarse, y cómo, en los entornos donde se sirve alcohol”, afirma Fitzgerald, que trabaja en el Instituto de Marketing Social y Salud de la universidad escocesa.
Como expone Simon Clarke, catedrático de Microbiología Celular de la Universidad de Reading (Inglaterra), “hoy sabemos que el virus se propaga fácilmente en el interior por los aerosoles y la proximidad física estrecha es un factor de riesgo importante. Pubs y bares presentan una serie de puntos de contacto que pueden actuar como fuentes de infección, incluso cuando la gente permanece sentada. Es más, el alcohol es un diurético, por lo que el viaje a los aseos supone un aumento del contacto con las manillas de puertas, los grifos, etc.”.
Cuando los pubs volvieron a abrir tras el cierre inicial en el Reino Unido, el equipo visitó estos negocios para observar cómo funcionaban en la realidad las medidas gubernamentales diseñadas para reducir los riesgos de transmisión en los entornos de hostelería, incluyendo cualquier incidente que pudiera aumentar esos riesgos.
“Entrevistamos a propietarios y representantes de los negocios antes de la reapertura para entender los retos a los que se enfrentaban, como las implicaciones financieras y el peligro de comprometer con las medidas impuestas la experiencia del cliente”, añade.
Los puntos clave para evitar el contagio
Entre julio y agosto se llevaron a cabo 29 expediciones a locales con licencia, en las que los investigadores vigilaron durante un máximo de dos horas haciéndose pasar por clientes. El estudio descubrió que, aunque los locales habían introducido nuevas disposiciones, como la mejora de ventilación, señalización, sistemas para hacer cola, gestión del ruido y de los aseos, y disponían de puestos de desinfección de manos; estos se usaban con poca frecuencia.
La mayoría de locales exigían a los clientes que facilitaran sus datos de contacto para poder localizarlos, pero un 31 % de los negocios observados no lo hacían, incluido uno de los locales visitados después de que el Gobierno escocés lo hiciera obligatorio en agosto. Si bien el personal llevaba equipo de protección personal en la mayoría de los locales, en varios de ellos los trabajadores no lo hacían, llevaba mascarillas de forma inapropiada o se las quitaba para hablar con otros empleados o clientes.
Casi todos los locales distanciaban sus mesas un metro o más, o habían instalado separaciones entre ellas; sin embargo, en varios tenían las mesas más juntas que sin las separaciones. La disposición de los locales y el movimiento de los clientes en su interior daban lugar a situaciones en las que era difícil evitar el contacto estrecho de unos con otros durante breves períodos.
Además, los expertos observaron incidentes más preocupantes, como clientes que gritaban, se abrazaban o interactuaban repetidamente de forma estrecha con otros grupos y con el personal, y que rara vez fueron detenidos eficazmente. “Los riesgos potencialmente significativos de transmisión persistían en al menos una minoría sustancial de los locales estudiados, especialmente cuando los clientes habían consumido alcohol en exceso”, subraya Fitzgerald.
Para Julian Tang, virólogo clínico de la Universidad de Leicester (Inglaterra), “necesitamos reducir mucho los niveles comunitarios del virus y aumentar la cobertura de vacunación de los adultos jóvenes que asisten a los pubs, restaurantes, etc. para prevenir cualquier posible resurgimiento. No queremos que estos locales abran demasiado pronto solo para ver cómo esto se desperdicia si hay otra oleada de casos”.
Según los autores, aunque no es posible extrapolar los resultados directamente a otros países, sí se puede considerar lo que podría ser similar o diferente en los bares de otros territorios. “El ambiente social y el alcohol son probablemente los mayores desafíos en estos locales. Sin embargo, puede haber estados con diferente cultura o en los que la gente sea más respetuosa con las nuevas normas relativas a la transmisión de la covid-19, por lo que reducir los riesgos allí será más fácil”.
El reto de ofrecer un entorno seguro
El informe señala que las orientaciones del Gobierno escocés no detallan exactamente cómo se espera que el personal de bar o de seguridad intervenga de forma eficaz y segura en las infracciones de distanciamiento de los clientes, o en la gestión de situaciones que normalmente requerirían un contacto estrecho —como la expulsión de clientes borrachos o beligerantes—.
De hecho, en las entrevistas realizadas por los investigadores los propietarios de los locales reconocieron que el personal tendría que recibir formación y estar capacitado para aplicar las nuevas medidas, pero también consideraron que algunos clientes podrían no apreciar la intervención o incluso no responder a ella.
“Los propietarios están comprometidos con la creación de entornos seguros y en muchos locales se han realizado mejoras sustanciales tras su reapertura, como en la ventilación. Sin embargo, resulta difícil garantizar el cumplimiento de estos requisitos por parte de los clientes y, en ocasiones, de su propio personal”, apunta Paul Hunter, catedrático de Medicina de la Universidad de East Anglia (Inglaterra).
“Este estudio ofrece una valiosa perspectiva sobre los tipos de fallos que pueden producirse en estos locales y por qué ocurren. Abrir los locales de hostelería en los próximos meses y que todos ofrezcan entornos seguros será un reto clave para Reino Unido”, continúa Hunter.
En general, para los autores hay motivos de incertidumbre sobre el grado de aplicación de las normas en un sector en el que la interacción entre mesas, hogares y desconocidos es normal, y en el que se consume alcohol de forma habitual. “No es posible eliminar por completo los riesgos de transmisión en ningún entorno”, indica Fitzgerald, “pero la atmósfera social y el ambiente de muchos de estos locales da lugar a riesgos adicionales en contra de las directrices sanitarias”.
El cierre de locales podría eliminar estos riesgos, pero también causar importantes dificultades a los propietarios y el personal. “Es fundamental prestar atención al impacto de la clausura en los propios negocios y sus empleados, a la actividad económica del sector, así como a los riesgos que plantea el desvío de parte del consumo de alcohol al hogar”, concluye.
La pandemia en Escocia
Reino Unido inició su confinamiento nacional el 20 de marzo del año pasado. En Escocia, se permitió a los locales con licencia reabrir los espacios interiores a partir del 15 de julio, con estrictas normas de seguridad para minimizar el riesgo de transmisión. Los locales debían funcionar con un mínimo de distancia física e instalar señalización adecuada, todos los clientes debían estar sentados, el personal debía llevar mascarilla y debían introducirse mejores medidas de ventilación y reducción del ruido.
Tras un gran brote a principios de agosto vinculado a este tipo de locales en Aberdeen, se estableció como requisito legal la recopilación de datos de los clientes para el rastreo de contactos, y se reforzaron las orientaciones sobre las colas, la permanencia de pie y el servicio de mesa. El 5 de enero de 2021, Escocia volvió a imponer un confinamiento estricto, muy similar al del pasado año, debido a la nueva variante del coronavirus.