Circula por redes una imagen en la que se señalan algunos extractos de texto supuestamente impreso en la caja de la vacuna para la COVID-19 desarrollada por la farmacéutica AstraZeneca* y se asegura que ese código significa que la vacuna contiene células de fetos abortados, concretamente "tejido pulmonar de varón caucásico abortado de 14 semanas". El mismo contenido falso circula en forma de vídeo. No es la primera vez que movimientos antivacunas relacionan las vacunas con fetos y abortos.
Sin embargo, no es cierto que las vacunas contengan células de fetos abortados. Te lo explicamos.
Qué es la línea celular MRC-5
Como decimos, no es cierto que la vacuna de AstraZeneca* contenga células o tejido celular de un feto abortado. Las siglas MRC-5 que se subrayan en la imagen corresponden a una línea celular que lleva décadas utilizándose en investigación de vacunas.
Las células originales que dieron pie a esta línea proceden de un feto abortado en la semana 14 por causas médicas en 1966 y a partir de las células de esa línea celular se han producido vacunas entre otras para la triple vírica, para la varicela y para la polio. Pero las células que se emplearon para el desarrollo de estas vacunas, y las que se estén empleando para la investigación de la posible vacuna para la COVID-19, nunca han formado parte de los tejidos del feto original.
La documentación de la época refleja que este fue un aborto terapéutico tras descubrirse que el feto padecía alguna enfermedad grave (es decir, que no fue un aborto realizado para investigar con el feto), y fue el posterior análisis lo que dio como resultado la extracción de tejidos que a su vez dio como resultado dichas líneas celulares. No se han utilizado nuevos tejidos para mantener esta línea desde entonces.
Qué es una línea celular y por qué se utilizan
Ninguna vacuna contiene células de fetos abortados. Para entender de dónde proviene esta idea y porqué no es cierta hay que retroceder un poco y explicar cómo se generan las vacunas y qué es una línea celular.
Las vacunas son una forma de fortalecer al sistema inmune exponiéndolo a patógenos de determinado tipo, generalmente virus (aunque las últimas generaciones de vacunas, las de ARN mensajero, utilizan otro sistema), pero en una versión debilitada para que nuestro cuerpo desarrolle los anticuerpos necesarios para combatir la infección original si hace falta.
Para generar esos virus hay que cultivarlos, y eso no puede hacerse en cualquier superficie. Los virus necesitan células a las que infectar para sobrevivir, y la opción más eficiente es el uso de cultivos celulares, células que se cultivan en un medio artificial de forma controlada. Esas células pueden ser de procedencia animal o de procedencia humana, y se utilizarán unas u otras dependiendo de sus características.
¿Cómo se obtiene una línea celular?
Los cultivos celulares parten de células extraídas de un organismo vivo. Para ello se extrae una muestra de tejido de un órgano (por ejemplo un pulmón humano o animal), que contiene distintos tipos de células con distintas características. A partir de ahí se aplican distintos procesos para ir depurando y seleccionando aquellas células concretas que interesen para la investigación.
Cuando se obtiene el subcultivo deseado, esas células resultantes (que son descendientes de las que estuvieron en el órgano del que se extrajo la muestra directa pero nunca formaron parte de él) se pueden reproducir un determinado número de veces creando así una línea celular que permite investigar con ellas incluso cuando las células originales ya han muerto.
Se considera que la capacidad de reproducción de las células es limitada en la mayoría de los casos (el conocido como límite de Hayflick), pero en algunos casos sufren alguna mutación y se obtienen lo que se llaman líneas celulares inmortalizadas, que son capaces de reproducirse más allá de ese límite, multiplicando su potencial para uso científico.
Las líneas celulares más conocidas
Una de las líneas celulares inmortalizadas más famosas es la HeLa, iniciada con células del tumor de cuello de útero que sufrió una mujer llamada Henrietta Lacks en la década de 1950. Su caso es conocido porque Lacks fue una donante involuntaria: el médico que la trataba extrajo y conservó parte del tumor que sufría sin consultárselo ni pedir su consentimiento.
Las células extraídas de ese tumor se utilizaron durante décadas (una de las características de las células tumorales es su capacidad para reproducirse rápidamente) y su familia se enteró dos décadas después cuando los investigadores les pidieron también a ellos muestras de sangre.
Entre las que existen y se han empleado en el desarrollo de vacunas, dos tienen su origen en tejidos extraídos de dos fetos resultado de dos abortos en 1961 y en 1966 respectivamente.
La primera de ellas es la llamada WI-38. Es una línea celular desarrollada a partir del tejido pulmonar de un feto abortado a los 3 meses de gestación por motivos terapéuticos. Fue enviado a un laboratorio para profundizar en el estudio del virus de la rubeola, que se encontraba en plena epidemia en Europa y Estados Unidos. De muestras sacadas de sus pulmones se desarrolló una línea celular inmortalizada en la que los virus, como el de la propia rubeola, crecían fácilmente y libres de contaminantes, de forma que se utilizaron para desarrollar la vacuna de la rubeola y otras vacunas para aplicación en humanos.
La otra se conoce como MRC-5 y procede de un feto abortado en la semana 14 por causas médicas en 1966. A partir de las células de esa línea celular se han producido vacunas entre otras para la triple vírica, para la varicela y para la polio.
Estas son las dos únicas líneas celulares de origen fetal que se emplean o se han empleado para el desarrollo o la producción de vacunas. Ambos fueron abortos terapéuticos tras descubrirse que padecían alguna enfermedad grave (es decir, que no fueron abortos realizados para investigar con los fetos), y fue el posterior análisis de los fetos lo que dio como resultado la extracción de tejidos que a su vez dio como resultado dichas líneas celulares. No se han utilizado nuevos tejidos para mantener estas líneas y las células que se han empleado para el desarrollo de estas vacunas no han formado parte de los dos fetos originales.
Cultivos derivados de esas líneas han sido utilizados en investigaciones que han dado como resultado varias vacunas además de en otras investigaciones biomédicas que han salvado, en conjunto, millones de vidas en todo el mundo.
Aun así, esto supone un obvio debate ético y científico en el que se mezclan también cuestiones religiosas. Incluso el Centro Nacional Católico de Bioética se ha pronunciado al respecto, poniendo la importancia de vacunarse para preservar la salud pública y el bienestar infantil por encima del posible conflicto con el origen de esas vacunas.
* Actualizado el 21 de septiembre de 2021 para indicar que la vacuna de AstraZeneca está autorizada, ya que en noviembre de 2020, cuando publicamos originalmente el artículo, todavía estaba en proceso de desarrollo.
Primera fecha de publicación de este artículo: 18/11/2020.
Primera fecha de publicación de este artículo: 25/11/2020