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Por qué no es cierto que las vacunas de ARN mensajero puedan hacer que seamos "un ser transgénico"

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Salud

Circula un vídeo en el que una persona que se llama Fernando López-Mirones, que se presenta como biólogo y divulgador, habla sin prueba de los supuestos riesgos de las vacunas ARN mensajero, un tipo de tecnología nueva que se está probando en algunas de las posibles vacunas contra la COVID-19, asegurando que el ARN mensajero hace que "nuestras células creen algo parecido al virus" y que estas vacunas pueden causar que "nosotros mismos seamos un ser transgénico". También ha dicho en El Toro TV que el ARN mensajero "se integra en el ADN" [minuto 22:45] *. No es así. Te explicamos por qué.

No hay ninguna evidencia de que no sean seguras las vacunas de ARN mensajero y no alteran nuestro ADN: sólo hacen que produzcamos una proteína del virus *

Como ya explicamos al contar qué son las vacunas de ARN mensajero y por qué no van a alterar nuestro ADN, las vacunas de ARN mensajero introducen una secuencia de ARN con las instrucciones para producir el antígeno en nuestras células. De esta forma se entrena al sistema inmune para que reconozca los patógenos que causan enfermedades y así pueda defenderse de ellas. Lo que hacen las vacunas de ARN mensajero es, en vez de introducir en el organismo un patógeno atenuado o una parte de este, introducir las instrucciones para que sea nuestro propio organismo el que produzca el antígeno (en este caso una proteína) que desencadene la reacción del sistema inmune.

En el caso del coronavirus SARS-CoV-2, la vacuna de ARN mensajero provoca que se produzca la proteína S de la superficie del virus y así entrenar a nuestro sistema inmune frente al coronavirus antes de que ocurra la infección, no "algo parecido al virus" como dice la persona del vídeo.

Como explica a Maldita Ciencia Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología y presidente del Comité de Ética del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), "al utilizar ARN mensajero estas vacunas le están proporcionando a las células las instrucciones para que estas fabriquen proteína S del coronavirus. Nada más. Estas moléculas de ARN mensajero son extraordinariamente lábiles [frágiles], y desaparecen muy rápidamente tras ser usadas para producir proteína S. Por eso hay que mantenerlas congeladas a tan baja temperatura".

Montoliu descarta que estas moléculas vayan "a insertarse en nuestro ADN, que sería la única manera de que nuestras células acabaran modificadas genéticamente, es decir, que se convirtieran en transgénicas. El ARN se administra, se usa y desaparece, se destruye y degrada por la propia célula, y ahí acaba su viaje". *

No hay ninguna evidencia de que no sean seguras y no se hacen con patógenos inactivados ni con partes de esos patógenos, así que no contienen componentes infecciosos, y además tampoco modifican nuestro ADN causando daños aún desconocidos: las vacunas de ARN mensajero no podrían de ninguna forma interferir en la secuencia de ADN de nuestras células. *

El motivo es que, a diferencia del ADN que se encuentra en el núcleo de la célula, el ARN se encarga de llevar las instrucciones a la maquinaria celular que se encuentra fuera del núcleo. Por eso, tal y como explican los autores de este artículo publicado en la revista Journal of Immunology Research, "el ARN no necesita entrar en el núcleo durante el proceso y por eso no hay riesgo de que se integre en el genoma".

"Modificar el ADN sería como añadir un ingrediente extraño en una receta que ya existe, lo cual podría suponer que el plato resultante sea distinto. Pero inyectar ARN sería como añadir de forma temporal una nueva receta en el libro de cocina sin tocar las que ya tiene el libro, y por tanto no habría cambios inesperados en las recetas previas", explican los autores de este artículo publicado en la web de la Universidad de Harvard.

El coronavirus ha matado a al menos 1.410.000 personas

López-Mirones también dice que la mortalidad del coronavirus SARS-CoV-2 es baja. La letalidad estimada en España es del 2,7% a 24 de noviembre. En once meses, se han reportado 1.410.082 muertes de COVID-19 a 25 de noviembre.

Este coronavirus ha matado ya más que otras epidemias de coronavirus. La epidemia de SARS provocó la muerte de 800 personas entre 2002 y 2003, con una tasa de mortalidad de en torno al 10%. "El MERS ha infectado cerca de 2.500 personas con más de 850 casos fatales [desde septiembre de 2012] con una mortalidad del 35%", explican desde Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias.

La COVID-19 también mata más que la gripe: "A nivel mundial, alrededor del 3,4% de los casos reportados de COVID-19 han muerto. En comparación, la gripe estacional generalmente mata a mucho menos del 1% de los infectados", según dijo el director general de la OMS el 3 de marzo de 2020.

"COVID-19 causa una enfermedad más grave que la gripe estacional. Mientras que muchas personas en todo el mundo han desarrollado inmunidad a las cepas de la gripe estacional, COVID-19 es un nuevo virus ante el que nadie tiene inmunidad. Eso significa que más personas son susceptibles a la infección, y algunas sufrirán una enfermedad grave", explicó el director general de la OMS.

A nivel global, las muertes respiratorias por gripe estacional están estimadas entre 290.000 y 650.000 muertes cada año frente a las 1.410.082 muertes de COVID-19 a 25 de noviembre *. Estas dos cifras comparan estimaciones por gripe con sólo muertes confirmadas por COVID-19, por lo que las cifras reales de muertes por coronavirus podrían ser mayores.

* Actualizado el 27 de noviembre con declaraciones de Lluis Montoliu y para aclarar que las vacunas son de momento hasta donde sabemos seguras.

** Actualizado el 2 de diciembre con nuevas afirmaciones falsas de Fernando López-Mirones como que el ARN mensajero de las vacunas "se integra en el ADN".

Primera fecha de publicación del artículo: 26/11/2020.

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