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MALDITA CIENCIA

Cola de caballo y retención de líquidos, fecha de caducidad o de consumo preferente y agua para los recién nacidos. Llega a Maldita Ciencia el consultorio 103º

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¡Hola, hola, malditas y malditos! ¿Preparados para una nueva entrega del maldito Consultorio Científico? Ideal para leer en playas, piscinas, chiringuitos o donde mejor te pille, eso lo dejamos a tu elección, como las preguntas que contestamos viernes tras vieres. Cuatro preguntas planteáis y cuatro respuestas os damos.

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¿Es cierto que no es recomendable que un bebé tome agua hasta los 6 meses?

En los últimos días, algunos de vosotros nos habéis preguntado por una recomendación pediátrica que os ha resultado curiosa: que es aconsejable no dar de beber agua a un bebé hasta que tenga 6 meses aproximadamente. ¿Es esto cierto? En principio sí, pero no todo es blanco o negro.

Cecilia Gómez Málaga, vocal de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) señala a Maldita Ciencia que los bebés, en principio, no precisan agua porque "se autorregulan bien". "Si tienen sed, toman un poquito [de leche] para calmarla y se sueltan del pecho; y ya en la toma que tienen más hambre toman más cantidad de leche", señala la experta. "No obstante también se le podría dar un poco de agua sin problema", añade.

En esto coincide con Ana Isabel Giner, antigua pediatra hospitalaria de atención primaria y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, que opina que aunque es recomendable que el pequeño se alimente e hidrate tan solo a través de la leche materna o de fórmula, hay lugar para las excepciones. "La pauta de 'prohibir' la ingesta de agua de los lactantes me parece muy rígida. Por eso los que hemos trabajado muchos años en Atención Primaria, damos siempre normas escritas, pero depende del tipo de familia, de su forma de actuar, de su ansiedad, de si es verano etc., somos algo más 'elásticos'", asegura.

Sin embargo, como decimos, en principio se recomienda no dar agua a los bebés y, si se percibe que tiene sed, ofrecerle leche en su lugar. "El porqué de la recomendación de no ofrecer agua antes de este momento es que la leche materna, en situaciones normales, aporta la cantidad suficiente de nutrientes y de agua", explica Giner a Maldita Ciencia. Al ofrecerle agua, el lactante podría beberla sin necesitarla realmente, saciarse a través de ella y que esto supusiese no mamar lo suficiente. Es decir, se correría el riesgo de que no se alimentase bien.

En su experiencia, los veranos, las casas con mucha calefacción y la falta de reposo de la madre pueden ocasionar que la leche esté algo más concentrada de lo que debería o que el niño transpire en exceso (cuando se nota orina escasa y concentrada). En estos casos, y siempre que se compruebe en la consulta del pediatra que el bebé progresa adecuadamente en cuanto al peso “hay que recomendar que la madre beba más y repose más, y ante la duda ofrecer [al lactante] un poco de agua con cuentagotas o cucharilla".

La postura de las asociaciones de pediatría es precisamente que el pequeño que se alimenta con lactancia materna exclusiva no necesita agua porque la obtiene de la leche. "Mientras el bebé se ha alimentado exclusivamente de leche es raro que haya aceptado el agua entre tomas salvo circunstancias especiales (catarro, ola de calor…). Con la ingestión diaria de leche tiene cubiertas sus necesidades de líquido", explica en esta Guía Práctica para Padres la Asociación Española de Pedriatría (AEPED). "Esto cambia al iniciarse la alimentación semisólida. En este momento puede ofrecerse al niño agua entre tomas, bien con biberón o incluso de un vaso", añade.

También la Academia de Nutrición y Dietética americana, la Academia Americana de Odontología Pediátrica, la Academia Americana de Pediatría y la Asociación Americana del Corazón recomiendan que los bebés de 0 a 6 meses solo beba leche materna o de fórmula.

"Si un bebé en los primeros 6 meses tiene sed, pedirá antes su toma. Si toman pecho, la leche materna les hidrata lo suficiente. Si toman biberón, hay que tener en cuenta que la leche de fórmula la preparamos ya mezclando el polvo con agua", dice Matilde Zornoza, pediatra y maldita que nos ha prestado sus superpoderes.

¿Qué diferencia hay entre la fecha de caducidad y de consumo preferente?

Nos habéis preguntado por diferencia entre la fecha de caducidad y la fecha de consumo de los alimentos y qué hacer si se tiene en la nevera algo pasado de fecha. Los huevos, la leche, la carne envasada o las legumbres son solo algunos de los alimentos que llevan en su envase una u otra fecha. Os explicamos cuál es la diferencia entre ellas y cuándo puede ser peligroso consumir comida cuando ya han pasado.

El dietista-nutricionista Daniel Ursúa explica a Maldita Ciencia que la “diferencia entre ambas fechas está en lo que sucede en el alimento una vez pasado ese tiempo”. “En el caso de la fecha de caducidad, el alimento puede desarrollar microorganismos patógenos, por lo que su consumo puede ser peligroso”, afirma. 

En el caso de la fecha de consumo preferente, pasado ese tiempo, “no se puede asegurar que el alimento mantenga todas las propiedades organolépticas (por ejemplo su sabor, textura, olor o color)”. En este caso, una vez vencida la fecha, el alimento “pierde calidad pero sigue siendo seguro y puede consumirse sin riesgos”, según cuenta a Maldita Ciencia la dietista-nutricionista Beatriz Robles. 

¿Qué se debe hacer si se tiene en la nevera alimentos cuya fecha ya ha vencido? Si se trata de la de caducidad, “debes tirarlo independientemente de qué alimento sea y del tiempo que haya pasado (aunque, lógicamente, te la estarás jugando más si lo comes tres semanas después que si solo han pasado 24 horas)”, explica Robles.

Si se trata de la fecha de consumo preferente y no está abierto, “puedes consumirlo posteriormente con excepción de los huevos, que deben desecharse ante el riesgo de sufrir una intoxicación”. 

“Y ojo, que esas fechas se mantienen hasta que el envase se abre”, advierte Robles. En ese momento, entra en juego la “caducidad secundaria”. Hay alimentos que solo duran unos días una vez abiertos. Por ejemplo, explica que algunos envases dan información sobre esta caducidad secundaria con frases como “una vez abierto, conservar en el frigorífico y consumir en 3 días”.

¿Qué alimentos llevan la fecha de caducidad y cuáles la de consumo preferente? El tecnólogo de los alimentos Miguel Ángel Lurueña afirma que los huevos son el único alimento donde está estipulado legalmente la fecha que debe llevar la bandeja: “Fecha de consumo preferente de 28 días desde la puesta”. 

Con el resto, se sigue el criterio del fabricante, que “debe realizar un estudio de vida útil para determinar el tipo de fecha y la duración”. Según cuenta, la empresa debe hacer esto para cada uno de los tipos de productos que elabora porque tienen unas características diferentes. 

“Por ejemplo, no es lo mismo un yogur natural que un yogur con frutas. Y tampoco es lo mismo el yogur fabricado por la empresa A que por la empresa B. En algunos yogures podemos ver fecha de caducidad y en otros fecha de consumo preferente, pero lo más adecuado sería fecha de consumo preferente porque, por lo general, no es un producto que suponga un riesgo inminente una vez vencida la fecha”, afirma Lurueña, que insiste en que aún así siempre es recomendable respetar ambas fechas.

Entre los alimentos con fecha de caducidad, Robles menciona carnes y pescados frescos envasados, algunos lácteos (leche pasteurizada, postres lácteos…), cremas frescas (gazpachos o salmorejos que encontramos refrigerados…) o ensaladas de 4ª gama (las que vienen lavadas en una bolsa).

Mientras tanto, las conservas, legumbres secas, arroz, pasta secas, bebidas envasadas o salsas “llevan fecha de consumo preferente”. Y hay algunos alimentos exentos de indicar la fecha de duración mínima. Es decir, no llevan ni fecha de caducidad ni consumo preferente. Por ejemplo, las frutas y hortalizas frescas, los vinos, el vinagre o la sal.

¿Es verdad que tomar café que lleva mucho tiempo hecho causa taquicardias y acidez?

De los alimentos caducados pasamos al café que lleva cierto tiempo hecho. Nos habéis preguntado si es verdad que puede causar taquicardias o acidez. No hay evidencias científicas de que sea así. 

La supuesta vinculación con las taquicardias se debería a la cantidad de cafeína, según la dietista-nutricionista Beatriz Robles: “En general, la cafeína del café es bien tolerada y, aunque puede producir algunos efectos cardiovasculares agudos, según la EFSA no son clínicamente relevantes en personas sanas”.

Las alteraciones del ritmo cardiaco solo aparecerían asociadas al consumo de grandes cantidades de cafeína, excepto en el caso de que haya una sensibilidad individual. Robles explica a Maldita Ciencia que la cafeína no es un compuesto volátil, por lo que “su concentración va a ser la misma o solo ligeramente superior por la evaporación de una parte del agua que se produce en el recalentamiento del café”.

¿Qué diferencia hay entre tomarse el café recién hecho o de hace un par de días? “Para la salud, ninguna”, responde.

Pero, en cuanto a la experiencia placentera de beber un café, “desde luego que hay diferencias: el café tiene cientos de compuestos volátiles que le dan sus características deseables y estos se van degradando hasta que prácticamente pierde todos sus matices”, afirma. Es habitual que, según se deja pasar el tiempo, “tenga un sabor más amargo, por la transformación de distintos compuestos”. 

Para Robles, lo mejor sería no tener que recalentarlo. Pero si hay que hacerlo, “tendría que estar guardado en el frigorífico en un recipiente hermético y recalentarlo aplicando poco calor”. Es decir, “no en el microondas a toda potencia)”.

En la misma línea se posiciona el tecnólogo de los alimentos Miguel Ángel Lurueña. Para él, hacer café y dejarlo en la cafetera a temperatura ambiente durante varios días hasta que lo vamos acabando “es un error”. 

En primer lugar, porque “se puede deteriorar rápidamente (se producen reacciones de oxidación que producen compuestos de aromas y sabores desagradables)”. Además, “puede contaminarse con microorganismos que podrían poner en riesgo nuestra salud, como ocurre con otros alimentos”. “Deberíamos conservarlo en el frigorífico en un recipiente hermético una vez que se enfría, así prolongaremos su vida útil durante aproximadamente tres días”, añade.

Robles indica que también hay que tener en cuenta que si se añaden otros ingredientes al café como leche o nata “va a ser más susceptible al crecimiento de microorganismos y hay que ser extremadamente riguroso con la higiene, poniéndolo cuanto antes en el frigorífico y recalentándolo por encima de los 75 grados”. 

¿Son buenas las infusiones de cola de caballo para reducir la retención de líquidos?

La última de las consultas seleccionadas para el consultorio de esta semana es si la cola de caballo, una planta qe se consume en forma de hierba fresca, polvo o concentrado con fines medicinales, es eficaz para reducir la retención de líquidos, es decir, la acumulación anormal de agua en el espacio que está fuera de las células. Esta generalmente se manifiesta por hinchazón (edemas) en pies y tobillos y, si es importante, puede notarse incluso en los párpados al despertar y en brazos y piernas.

El agua representa alrededor de 50 - 60% del peso corporal en adultos y se encuentra tanto dentro como fuera de las células. "Este equilibrio se mantiene por diversos sistemas", explica a Maldita Ciencia Conxita Jacobs Cachá, investigadora del grupo de nefrología del instituto de investigación Vall d'Hebron, en Barcelona.

Uno de ellos se llama osmolaridad y depende de la cantidad de determinadas sustancias, sobre todo sodio (la sal de nuestra dieta), en el agua que conforma nuestro cuerpo: al tomar sal, la osmolaridad aumenta momentáneamente en el plasma, que es el agua que circula en la sangre, y en el espacio que hay entre célula y célula.

Como explica Jacobs, este incremento es detectado por una serie de receptores que mandan al sistema nervioso la señal que nos hace sentir sed y liberando ciertas hormonas para que el cuerpo retenga más agua de lo habitual en el proceso de producción de la orina. Así, el cuerpo aumenta la cantidad de agua y disminuye la concentración de sustancias en el espacio extracelular. Con esto la osmolaridad disminuye.

El mismo proceso puede ocurrir al revés: cuando la concentración de sodio disminuye por debajo de lo deseable, y la osmolaridad está demasiado baja, el cuerpo se libra del agua que le sobra principalmente a través de la orina. Todos estos procesos deben mantenerse en equilibrio para que el cuerpo siempre contenga la cantidad ideal de agua y cualquier exceso o falta se solucione.

¿Qué tiene que ver con esto la cola de caballo? Popularmente es conocido por sus propiedades diuréticas, es decir, que favorecería la producción de orina y con ello que el cuerpo elimine los excesos de líquido acumulados.

Sin embargo, Jacobs señala que no existen muchos estudios científicos donde se describa si esta planta tiene o no propiedades para prevenir la retención de líquidos. Sobre ello, Beatriz Robles, dietista nutricionista y tecnóloga de los alimentos, hace referencia la Biblioteca Nacional de Medicina de EEUU, que señala que hay insuficiente evidencia para determinar si la cola de caballo, entre otros fines, es eficaz para ello.

Este estudio en ratones sugiere que los extractos de la planta reducen en un 20-30% los edemas pero este otro no demuestra que mejore por sí solo los edemas en un modelo de rata. "En humanos, hay un ensayo donde se comparó la hidroclorotiazida (un fármaco diurético ampliamente utilizado) con extracto de cola de caballo en pacientes con edemas agudos y resultaron tener los mismos efectos diuréticos", aporta Jacobs.

Como señala Robles y respecto a la seguridad de esta planta usada como suplemento, la EFSA la incluye en el grupo de compuestos para los que hay cierta información y en los que no se han identificado sustancias que sean motivo de preocupación.

¡Ojo! Que no hemos terminado...

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Primera fecha de publicación: 7 de agosto de 2020.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes las malditas Ana Isabel Giner y Matilde Zornoza para la consulta sobre el agua en los bebés menores de seis meses.

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