¡Hola, malditas, hola malditos! Parece que fue ayer cuando empezamos a responder a vuestras preguntas científicas (podéis leer aquí aquella primera edición, ¡qué jóvenes y tiernos éramos todos!) y hoy publicamos la edición número 100 de nuestro consultorio. ¡No lo habríamos conseguido sin vuestra ayuda y vuestra confianza!
En la edición de hoy hablamos de cómo es más seguro ir al dentista en tiempos de pandemia, cómo gestionar las mascarillas cuando hay lluvia, de por qué los bostezos son contagiosos y finalmente sí, esa pregunta: qué relación hay entre métricas del cuerpo y tamaño del pene (y no te saltes todas las demás preguntas para leer la respuesta).
¿Que qué? ¿Que se te ocurre una mejor? ¡No hay más que hablar! Plantéanosla a través de nuestro WhatsApp (655 19 85 38), e-mail ([email protected]) o redes sociales (tanto Twitter como Facebook), lo que más rabia te de. ¡Al meollo!
¿Se contagian los bostezos?
Una persona bosteza y acto seguido otras que tiene a su alrededor abren la boca poco a poco y repiten esta acción. Probablemente esta situación te sea familiar. ¿Por qué bosteza una persona? Y lo que parece más intrigante, ¿por qué se contagian los bostezos? A día de hoy no conocemos con certeza el motivo, pero se barajan algunas hipótesis.
Andrew C. Gallup, profesor asistente de Psicología en el Instituto Politécnico de la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY, por sus siglas en inglés), explica a Maldita Ciencia que “el bostezo está influenciado por patrones circadianos [los ciclos que indican a nuestro cuerpo cuando es de día y cuándo de noche] y frecuentemente ocurre durante estados de disminución del procesamiento mental y fatiga”. Según el profesor, bostezar sirve para “mejorar la circulación intracraneal y el enfriamiento del cerebro”.
A día de hoy no se sabe exactamente por qué los bostezos son contagiosos. Existen pocas investigaciones al respecto (varias realizadas con animales), tal y como cuenta Gallup, que es autor de algunos de estos estudios.
Se barajan diferentes hipótesis. Una sugiere que los bostezos son una forma de “comunicar el estado interno de uno mismo”. Por ejemplo, una transición de un estado de excitación fisiológica o psicológica a un estado más relajado.
Otras tienen en cuenta el papel de los bostezos para “promover la vigilancia grupal” y “sincronizar el comportamiento del grupo”. Por ejemplo, este artículo sugiere que bostezar fomenta el estado de alerta dentro de un grupo que por alguna razón quiere mantenerse despierto.
También hay algunas investigaciones que indican que existe una correlación entre la empatía y la susceptibilidad al bostezo de forma contagiosa. Según esta teoría, las personas más empáticas se contagiarían más de los bostezos de otras personas. Pero Gallup insiste: “La investigación sobre esta conexión es indirecta y la evidencia hasta la fecha es inconsistente e inconclusa”. Es decir, aún faltan más investigaciones para saber con certeza por qué los bostezos pueden ser contagiosos.
¿Somos los humanos los únicos que bostezamos o también lo hacen otros animales? Y en ese caso, ¿también se contagian entre ellos los bostezos? “Se han observado bostezos, o al menos patrones similares de apertura mandibular, en todas las clases de vertebrados. Es probable que los humanos y los animales no humanos bostecen por razones similares”, cuenta el profesor.
Hay animales que también se contagian los bostezos. Hasta la fecha, “se ha demostrado evidencia experimental de bostezos contagiosos en chimpancés, bonobos (chimpancés pigmeos), perros (en respuesta a bostezos humanos), ratas y periquitos”.
¿Qué pasa con mi mascarilla cuando llueve?
Ahora nos parece aún lejano, pero no queda mucho por el otoño y la temporada de las lluvias. Y como aún queda tiempo para que tengamos una vacuna, la duda que nos surge es: ¿qué pasa si con mi mascarilla bien puesta (eso siempre, tapando boca y nariz) me pilla un chaparrón?
Ya contamos que todas las mascarillas tienen que superar tests y ajustarse a normas de seguridad. La investigadora ambiental Maria Cruz Minguillón del Instituto Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) nos recordaba que “las mascarillas quirúrgicas se someten a pruebas de resistencia a la respirabilidad, una medida que garantiza que se puede respirar adecuadamente con ellas puestas y que por tanto la resistencia al paso de los gases es adecuada”.
Pero, preguntada por Maldita Ciencia sobre las mascarillas mojadas, la misma Minguillón nos recuerda que “el material de las mascarillas cambia sus propiedades cuando se moja y su capacidad de filtración se puede ver afectada. Por eso no se han de mojar”.
Por ejemplo, en este artículo publicado en 2015, en el que se estudiaba la mascarilla del tipo N95, (similar a las FFP2 y FFP3) “los investigadores muestran que con el tiempo la penetración aumenta, es decir, la capacidad de filtración disminuye, para humedades relativas altas”, explica la investigadora.
Es por eso que “los fabricantes dicen que tires la mascarilla cuando esté sucia o mojada, lo que implica de forma no explícita que no aseguran que los materiales mantengan la eficacia de filtración se mantenga cuando se mojan”, como explica Víctor Jiménez Cid, catedrático del departamento de Microbiología y Parasitología en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Microbiología. Es lo que hace también, por ejemplo, el gobierno británico, mientras que la OMS en el caso de las mascarillas reutilizables, sugiere que si se mojan, se dejen secar antes de volverlas a utilizar.
Como nos explica Pepe Alcamí, virólogo del Instituto de Salud Carlos III, “si una mascarilla se moja por nuestro sudor, respiración o saliva debe desecharse porque hay muchas bacterias que pueden crecer y no es higiénico”. Sin embargo, “si se moja por la lluvia la podemos secar y re-utilizar”. En general, “si una mascarilla se moja, deja de filtrar adecuadamente, tanto las quirúrgicas como las de tela”.
Pues, lo que hay que hacer este otoño es “llevar paraguas”, dice Minguillon. “La tendencia este otoño va ser mascarilla y paraguas”, añade Jiménez Cid. Una alternativa, dice Alcamí, es “llevar, además de la mascarilla, un protector tipo pantalla de plástico de los que te pones como un sombrero: sería el ‘paraguas’ de la mascarilla”, dice.
¿Qué protocolo hay que seguir en la nueva normalidad si necesito ir al dentista?
Dada la situación en la que nos encontramos, la más que ya nombrada nueva normalidad tras la crisis sanitaria por coronavirus, nos habéis preguntado cuál es el protocolo a seguir si necesitamos ir al dentista. Diferentes organizaciones y asociaciones de estos profesionales han elaborado unas pautas comunes para minimizar el riesgo de contagio de COVID-19.
En principio, se sigue aconsejando una primera consulta telefónica antes de acudir a la clínica. Así es posible realizar un triaje telefónico cuando el paciente llama para pedir cita y priorizar las urgencias. En esta llamada te preguntarán si tienes síntomas determinados que puedan relacionarse con el SARS-CoV-2, como temperatura por encima 37,5ºC, tos seca, dolor faríngeo, congestión nasal, fatiga, dolor de cabeza, mialgia, hipogeusia (sensibilidad disminuida del gusto), anosmia (sensibilidad disminuida del olfato), diarrea y molestias digestivas o malestar general. Como es de esperar, si presentas alguno de estos síntomas, debes comunicarlo a tu médico de inmediato.
"En los casos de pacientes que han superado la enfermedad COVID-19, se les puede tratar con normalidad a partir del mes de la negativización de la PCR", explica en este documento el Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de la 1ª Región.
"El proceso nos permite seleccionar, a través de un cuestionario sencillo, qué pacientes pueden a priori presentar mayores riesgos y adoptar el protocolo convenido", explica a través de este documento la Organización Colegial de Dentistas de España. La misma selección en función de la prioridad también se llevará a cabo si, en vez de llamar, acudes directamente a la clínica, aunque repetimos: no es lo deseable. Para hacer más ágil el procedimiento, la organización añade que "es importante tener claramente definido lo que se va a entender como urgencia dental inaplazable", para decidir si dar o no cita presencial al paciente.
En caso de que la decisión sea que puedes ir a una cita presencial, deberás tener en cuenta ciertas pautas: ir a la clínica sin acompañante (a no ser que se trate de un menor o persona con necesidad de ayuda); ir sin pulseras, collares o pendientes; ser puntual y no llegar mucho antes para evitar esperas innecesarias y que la gente se acumule en la sala de espera y pagar con tarjeta y no en efectivo. Además es necesario lavarse las manos con gel hidroalcohólico durante 20 segundos al llegar a las instalaciones y utilizar calzas para los zapatos. "En el hipotético caso de cruzarse con otro paciente en la consulta, debe mantener una distancia de al menos 2 metros", recuerda la organización de dentistas.
También existe un protocolo de recepción que recomienda colocar una pantalla de metacrilato en esta zona y señalizar con una línea el espacio de seguridad de al menos metro y medio hasta el mostrador. La persona que atienda en él debe llevar mascarilla quirúrgica.
¿Y cuando llegue tu turno? El protocolo continúa: "El paciente que está en la sala de espera con las calzas puestas y su mascarilla es acompañado por el personal auxiliar al gabinete. Allí y no antes, se le proporciona una bata y un gorro desechables y se le indica que no toque nada", explica el Colegio Oficial de Odontólogos.
El profesional que te atienda siempre utilizará un Equipo de Protección Individual (EPI). Además, habrá planificado de antemano la intervención para tener a mano el material estrictamente necesario y retirar de la zona el que no se vaya a utilizar. El riesgo también disminuye si se coloca film plástico o de aluminio en determinadas áreas (las consideradas de mayor riesgo de salpicadura o aerosoles) puede ser de utilidad.
Tras terminar el tratamiento, tendrás que retirarte el gorro y la bata desechables y deberás ir a recepción directamente, sin pasar de nuevo por la sala de espera. Justo antes de salir de las instalaciones, quítate las calzas y deposítalas en la papelera habilitada para ello. "Algunos autores recomiendan poner una batea con solución hidroalcohólica al 70% o solución hipoclorosa, para que el paciente pise con su suela antes de salir de la clínica y disminuir así el riesgo de infección cruzada".
¿Qué relación hay entre métricas del cuerpo y tamaño del pene?
Esta semana la redacción de Maldita Ciencia ha tenido su momento “Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar”. Después de haber leído nuestro artículo sobre si el tamaño de manos y pies sirve para predecir la altura de los niños (no, no sirve), algunos lectores se han atrevido a preguntar: ¿y qué pasa con el tamaño del pene? ¿Existen métricas del cuerpo que estén relacionadas con las dimensiones de esa parte que obsesiona a tanta gente?
Para contestar esta pregunta, nos ha ayudado la uróloga Anna Agud, que nos asegura que según algunos estudios (como este y este), aunque no exentos de críticas (como aquí), “algunos investigadores han relacionado el tener el dedo anular más largo que el índice con una mayor exposición prenatal a testosterona y posiblemente al desarrollo de los órganos sexuales y de los caracteres sexuales secundarios”, dice. Es decir, que algunas investigaciones sugieren que los hombres que tienen el dedo anular más largo que el índice tendrían un pene mayor.
Nos explica que hace años estos estudios estaban muy de moda, pero hoy en día no hay tanta literatura al respecto. “La parte interesante de estos estudios era que el cáncer de próstata también se ha relacionado con la influencia hormonal y se querían encontrar predictores de riesgo fáciles y baratos, que permitan discriminar los riesgos individuales”, explica.
El problema con todos estos estudios es que no siempre tienen en cuenta las diferencias genéticas individuales y de grupo. Por otro lado, la epigenética [que estudia entre otras cosas qué influencia tiene sobre nuestro genoma el ambiente en que vivimos] nos enseña que a lo largo de la vida, la expresión génica puede cambiar según el contexto. Así, en esto como en más facetas de la vida, “la información genética se modula según el estilo de vida y el ambiente. No es estática ni inmutable desde la concepción”*, nos recuerda Agud.
Otros estudios, por ejemplo este publicado en la British Journal of Urology International, titulado “Soy normal? Una revisión sistemática y construcción de nomogramas para longitud y circunferencias de penes flácidos y erectos en 15.521 hombres”, han analizado si existe alguna correlación entre el tamaño del pene y otros parámetros del cuerpo, como altura, peso, índice de masa corporal, longitud de los dedos, longitud del pie, volumen testicular, y edad.
En los casos analizados por los investigadores autores de este estudio, “todas las correlaciones entre las dimensiones del pene y parámetros somatométricos eran o incoherentes o débiles”, siendo la altura el parámetro con el que se encontró una correlación más significativa.
¡Ojo! Que no hemos terminado...
Antes de despedirnos, hay algo que queremos (y debemos) recordarte las veces que haga falta: no somos médicos, somos periodistas. Puedes contar con nosotros para todo aquello que esté en nuestra mano, ¡por supuesto! Pero si lo que necesitas es un diagnóstico concreto y o tienes dudas médicas específicas, la mejor opción será que recurras a un profesional sanitario que estudie el caso y te recomiende la solución o tratamiento más adecuado. ¡Gracias por leernos y buen fin de semana!
Primera fecha de publicación: 17/7/2020.
*Actualización: A petición de la fuente hemos modificado su declaración para precisar mejor su significado.