¡Buenos días y feliz viernes, queridas malditas y queridos malditos! Ya ha llegado el día del consultorio científico de Maldita Ciencia que intenta aclarar todas las dudas y preguntas que os preocupan y nos hacéis llegar. En esta ocasión, después de semanas y en línea con el proceso general de desescalada, ¡el coronavirus no copa la mayoría de las preguntas! Hoy hablamos de esas molestas ampollas en los pies que nos han vuelto a aquejar ahora que podemos volver a salir a pasear y correr, de recomendaciones para cuando nos bañamos en los ríos y en los lagos, de las propiedades antibacterianas de la miel y finalmente de ir en bici cuando tenemos dolor de espalda.
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Recomendaciones para bañarse y evitar contagios en ríos y lagos
Nos habéis preguntado por la transmisión del coronavirus en ríos y lagos. La supervivencia del coronavirus en agua dulce no tratada es superior que en las piscinas con cloro y el agua salada, según un informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Por ello, considera estos lugares más desaconsejables que otras alternativas como las piscinas, el mar o las saunas.
Aun así, la principal vía de transmisión del SARS-CoV-2 en playas, ríos, lagos y piscinas es a través de secreciones respiratorias que se generan con la tos y los estornudos y el contacto de persona a persona, según el CSIC.
A día de hoy no hay evidencias científicas que muestren con certeza cuánto tiempo puede permanecer el SARS-CoV-2 en el agua. Joan Grimalt Obrador, del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), explica a Maldita Ciencia que, “dentro de los virus y microorganismos que existen, el coronavirus es de los que resisten menos en el agua”. Puedes leer más al respecto aquí.
Víctor Jiménez Cid, catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Microbiología, asegura a Maldita Ciencia que “no está demostrado que el virus pueda transmitirse por el agua, pero ante la duda se recomienda precaución”.
Si se opta por ir a un río o a un lago a bañarse, Grimalt insiste en la importancia de respetar el distanciamiento social tanto dentro como fuera del agua y evitar aglomeraciones: “Si estoy solo o las personas que están a mi lado están muy lejos es difícil que se transmita el virus”. De hecho, el mayor riesgo, según cuenta, está fuera del agua.
Dentro, sugiere que una persona podría contagiarse si tiene nadando a una persona contagiada a menos de dos metros, ya que “cuando escupe o le entra un poco de agua en la boca y la tira, está esparciendo el virus”. “Y si tú pasas por su lado, puedes ingerir un poco de agua”, añade.
Grimalt afirma que, aunque sea poco probable, una buena medida de precaución sería ducharse con agua y jabón antes y después de bañarse si en el lugar hay duchas habilitadas para ello (algo más común en playas o piscinas).
El CSIC también recomienda que haya un control del número de bañistas para “no sobrepasar los límites de precaución sobre la posible contribución a la carga viral presente en esos cuerpos de agua”.
“En particular, se debe de prestar especial atención a las pequeñas pozas de agua dulce remansada que pueden ser frecuentadas por un elevado número de bañistas que puede dar lugar a una posible acumulación del virus. Estos medios acuáticos son los más desaconsejables para uso recreativo frente a otras alternativas”, indica el informe.
Para Jiménez, un aforo de una persona por cada dos metros cuadrados de área recreativa útil podría asegurar que también se cumpla el distanciamiento social, “controlando la entrada de personas en cuanto se sature y permitiendo la entrada de nuevas personas a medida que vayan saliendo otras”.
El catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid da un último consejo importante: “Que a nadie se le ocurra desinfectar los entornos naturales. La OMS reconoce que el uso de desinfectantes en espacios abiertos no es útil ni siquiera en las ciudades”.
Insiste en que verter compuestos tóxicos al medio ambiente causa un desequilibrio y “tiene más efectos perjudiciales para la salud humana que beneficiosos por la contaminación química, el deterioro medioambiental y porque fuerza la selección de microorganismos resistentes al tratamiento, que habitualmente no son los autóctonos, sino especies invasoras potencialmente peligrosas”.
Prevención y tratamiento de las ampollas y rozaduras en los pies
Hace más de un mes que podemos salir a la calle a dar paseos, correr y, en general, hacer cosas fuera de casa. Durante las semanas en las que se nos han limitado las salidas, muchos de nosotros hemos hecho caso omiso a los zapatos y los hemos sustituido por cómodos calcetines o zapatillas de estar por casa. El drama viene cuando, al volver a "abrocharos los cordones" y salir a quemar el asfalto, estos os rozan e incluso os han salido ampollas. Para algunos, de hecho, este es el panorama habitual cada verano, al volver las sandalias. ¿Hay alguna forma de evitar estas lesiones de la piel? Y en el caso de tenerlas, ¿cómo las tratamos?
Una ampolla es una acumulación de líquido que aparece, en este caso en cualquier parte de nuestro pie, al haber sufrido este un roce repetitivo. Este puede estar causado tanto por el calzado como la propia piel, en el caso de aquellas que salen entre los dedos. Por muy incómodas y dolorosas que sean, estas pequeñas "burbujas" son un mecanismo de defensa de la epidermis, la capa más externa de la piel, para proteger su tejido interior.
Para evitar estas molestas lesiones, lo más adecuado es mantener la piel bien hidratada; utilizar calcetines, incluso en verano si vamos a salir a caminar o correr, así como un calzado adecuado a cada actividad. Además, si justo estrenamos un par de zapatos o zapatillas o si vamos a realizar una caminata muy larga es aconsejable "emplear vaselina o lubricantes específicos, aplicando más cantidad en las zonas propensas a sufrir rozaduras", como explica este artículo del blog Podoactiva, dedicado a la podología y la biomecánica.
Y si ya es tarde, si ya tenemos a nuestra compañera de fatigas asomando por cualquier parte del pie, ¿la explotamos o la dejamos "a su aire"? "Por un lado, están los que apuestan por que la naturaleza siga su curso y por aprovechar el efecto protector de la piel que recubre la ampolla", explica en su blog la farmacéutica y divulgadora Marián García. "Por otro lado, los que apuntan que la piel que recubre la ampolla ya es una piel muerta porque ha perdido el contacto con la dermis (de ella le separa el liquidito de la ampolla). Por tanto, que esta piel sería frágil y no una barrera perfecta", continúa.
La solución, según García, dependerá de la situación de cada persona. Si existe el riesgo de que la ampolla "reviente" por si sola (por ejemplo, si tenemos que hacer una larga caminata al día siguiente), "lo suyo es hacer una detonación controlada de la bomba", es decir, explotarla. Para ello, recomienda:
- Lavar la zona con agua y jabón.
- Desinfectarla (mejor con clorhexidina que con agua oxigenada, alcohol o Betadine).
- Pinchar la ampolla con una aguja esterilizada y vaciar su contenido ayudándonos de una gasa.
- Volver a desinfectar.
- Aplicar un apósito, preferiblemente hidrocoloide, para favorecer la cicatrización en húmedo.
Importante: olvidémonos de explotarla con los dedos, arrancar los restos de piel y usar el mismo calzado que la causó.
¿Es cierto que la miel es un antibiótico natural?
¿Quién no ha escuchado alguna vez en la vida hablar de algunas de las (supuestas) fantásticas propiedades de la miel? Junto con la de ser beneficiosa para la tos o el dolor de garganta, una de las propiedades más repetidas de este manjar dulzón es la de ser un “antibiótico natural” aplicable sobre heridas en la piel. ¿Qué hay de cierto en esta afirmación?
Para empezar, aún no está demostrado que este producto tenga propiedades preventivas sobre procesos respiratorios, como los catarros. De momento, como explica la dietista nutricionista y tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles, lo “que nos dice la evidencia científica más reciente (revisiónes Cochrane, una de las fuentes más sólidas de evidencia científica) es que puede tener un efecto ligeramente superior al del placebo para aliviar la tos infantil”.
Tampoco está claro que sirva como antibiótico para la cura de heridas y lesiones en la piel. Según otra revisión de Cochrane de 2015, “la calidad de la evidencia es baja o muy baja al tratar de establecer conclusiones sobre su uso tópico”, como explica Robles.
Sin embargo, la bióloga e investigadora del Departamento de Ciencia e Innovación Tecnológica de la Universidad del Piemonte Orientale en Italia, Simona Martinotti, que lleva años estudiando precisamente la miel y el propóleo, explica que sí es cierto que la miel posee algunas propiedades antibióticas, es decir que, en las condiciones adecuadas, puede impedir el crecimiento de microorganismos, como explica junto con otros investigadores en esta revisión del año 2019 en la revista Current Medicinal Chemistry.
“Las altas concentraciones de azúcares (alrededor del 80%), combinadas con menos de 1% de agua provocan un estrés osmótico, es decir un gran desequilibrio entre las concentraciones de azúcares dentro y fuera de una célula, lo que hace implosionar la célula e impide el crecimiento de microorganismos. Además, se sabe desde los años 60 que la miel también contiene peróxido de hidrógeno (conocido como agua oxigenada), un compuesto antibacteriano, generado por la oxidación de la glucosa por la acción de una enzima llamada glucosa oxidasa”, explica.
Sin embargo, ojo: el maldito Luís Pastor, médico de familia y experto en medicina deportiva y nutrición que nos presta sus superpoderes, explica que aunque “hace muchos años se ha llegado a utilizar la miel para tratar quemaduras, heridas y úlceras mediante su aplicación tópica, esto no significa que cualquier persona pueda usarla para tratarse una infección. No hablamos de la miel que cualquiera puede comprar en la tienda, sino de un producto purificado y preparado para uso médico”. Y advierte: “A través de la miel, por ejemplo, puede transmitirse el botulismo (una enfermedad causada por una toxina) si no se prepara adecuadamente.”
¿Montar en bici es malo para la espalda?
Finalmente, ahora que toda España se está preparando a entrar en la “nueva normalidad”, se asoma una nueva protagonista de la movilidad urbana, a prueba de coronavirus: la bicicleta.
Pero, ¿montar en bici es bueno o malo para la espalda? A esta duda que inquieta a muchos lectores podemos contestar que, por lo general, “la bici no debería suponer ningún problema para la espalda, siempre y cuando se tenga una espalda sin patología previa”, como nos explica el maldito fisioterapeuta Juan Sabadell López de Arbina que nos ha prestado sus superpoderes. “Si existiera algún tipo de problema, habría que hacer una valoración, para saber qué ocurre exactamente y posteriormente realizar un trabajo específico de acondicionamiento progresivo para fortalecer la espalda, los hombros y los músculos del core y poder montar en la bici sin problema alguno.”
La palabra core significa ‘núcleo’ en inglés y se refiere al núcleo de músculos de la zona media de nuestro cuerpo, donde se encuentra el centro de gravedad: por lo tanto son los músculos que tienen la función de estabilizar el cuerpo.
En cuanto a consejos prácticos para evitar que se pueda dañar la espalda mientras pedaleamos felices por la ciudad, el también maldito Luís Pastor, médico de familia y experto en medicina deportiva y nutrición, nos recuerda que “la bicicleta ha de ser de la talla adecuada a nuestra altura”, que “hay que regular la altura del sillín, para que las piernas no queden encogidas ni totalmente estiradas al pedalear”, que también “hay que regular la altura del manillar” y finalmente que “si practicamos la modalidad de MTB (mountain bike), es conveniente una buena amortiguación”.
Y por último...
Os recordamos que para diagnósticos concretos y dudas médicas, la mejor opción será recurrir a un profesional sanitario que estudie el caso y os recomiende la solución o tratamiento más adecuado. En esta época de confinamiento, muchos sanitarios están atendiendo a pacientes por vía telefónica, email o vídeollamadas. Para todo lo demás, ¡podéis contar con Maldita Ciencia! Estaremos encantados de dar respuestas a vuestra preguntas.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes Luís Pastor, Juan Sabadell López de Arbina.
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