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Cuánto chocolate hay en el blanco, 'la lesión' de los oficinistas y la relación entre los fenómenos atmosféricos y los terremotos: llega a Maldita Ciencia el consultorio 77º

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¡Ya es viernes, malditas y malditos! Y una semana más aquí os traemos las consultas que nos habéis hecho a lo largo de los últimos días. Ya sabéis que tenéis nuestro WhatsApp (655198538), e-mail ([email protected]) o redes sociales (tanto Twitter como Facebook) para plantearnos vuestras dudas. ¡Al lío!

El chocolate blanco, ¿es chocolate realmente?

Nos habéis preguntado por uno de los ingredientes más comunes en cualquier pastelería: el chocolate blanco. En concreto, si realmente se trata de chocolate como tal ya que, aunque este es de un color diferente al del cacao, parte de su olor y sabor es muy parecido al del chocolate negro o con leche habituales.

Para conseguir el que llega a nuestra despensa, ya sea en polvo o en tableta, se extraen las semillas del cacao y se dejan secar. Una vez secas, se trituran hasta conseguir licor o pasta de cacao: chocolate puro en forma líquida. Es en este momento cuando se filtra y se separan las partículas de cacao (las que se utilizarán para conseguirlo en su forma en polvo) y la manteca, que supone el ingrediente principal del chocolate blanco. Por eso nos referimos a él bajo la palabra "chocolate". Esta manteca es la culpable del aroma y sabor similar al del cacao.

Según la legislación, y como explica el dietista-nutricionista Daniel Ursúa a Maldita Ciencia, solo puede denominarse "chocolate blanco" a aquellos productos que contengan, al menos, un 20% de manteca de cacao y un 14% de leche (puede ser en polvo). "Por lo tanto, debemos desconfiar de aquellos productos que evitan utilizar la denominación chocolate blanco, y no son pocos", advierte el experto.

Beatriz Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos, confirma a Maldita Ciencia que el chocolate blanco es legalmente chocolate, siempre que se ajuste a la normativa citada. Eso sí, recuerda que "en el chocolate blanco el único ingrediente procedente del cacao es la manteca; no lleva cacao en polvo".

Ahora bien, aunque la legislación acepte esta nomenclatura, si tenemos en cuenta su composición, en ella no hay ni rastro de la masa del cacao, en la que se encuentran las sustancias de las que derivan los posibles beneficios de su consumo.

"Al igual que al refinar cereales quitamos aquellas partes que pueden resultar realmente interesantes por sus cualidades nutricionales; al quitar la masa del cacao estamos perdiendo todos sus nutrientes", indica Ursúa.

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Por otro lado, el dietista-nutricionista nos invita a prestar atención al etiquetado del producto en cuestión, ya que ni si quiera la manteca de cacao es siempre el ingrediente principal. "Si tenemos en cuenta que la manteca de cacao, por si misma, no es precisamente saludable y que, en este tipo de preparaciones, suele ir acompañada de azúcar refinado, podemos decir que este no es un producto recomendable".

De hecho, Ursúa especifica que, como en el chocolate 'negro', en muchas ocasiones el primer ingrediente que nos encontramos es el azúcar, lo que empeora aún más el balance de este producto.

"Si se está interesado en el valor nutricional del chocolate, mejor escoger uno con un porcentaje alto de cacao (más del 65%), fijarnos en el nombre para que sea de verdad chocolate, y no sucedáneo de chocolate y olvidarnos de 'chocolates con cosas'", aconseja Robles.

¿Sirve para algo la iridología, una pseudoterapia? Spoiler: no

Otra de las cuestiones que nos habéis planteado esta semana es si la iridología, una supuesta técnica que presume de ser capaz de diagnosticar enfermedades a través de las manchas, líneas y decoloraciones del iris, es eficaz. La respuesta es rotundamente no y, de hecho, se encuentra en la lista de las 73 técnicas que se consideran pseudoterapias según el Gobierno.

La iridología es un método de diagnóstico pseudocientífico. Según sus practicantes, el iris supuestamente revela datos sobre la salud de su dueño. "De este modo [supuestamente] se podría conocer el estado de salud físico, emocional y mental de los pacientes, ademas de su historial clínico pasado y futuro", explica en este artículo de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP) Fernando Cervera, biólogo y vocal de la Asociación.

Aunque hay un reducido número de patologías que pueden manifestar perturbaciones en el iris, como las manchas de Brushfield en las personas con Síndrome de Down, el iris no refleja el estado de salud de los pacientes y no existe ningún estudio científico que dé validez a los postulados de la iridología, como recuerda Cevera en el artículo citado.

Como "bases" para el diagnóstico, la iridología supuestamente analiza las manchas, líneas y decoloraciones del iris, ya que sostiene que el ojo está subdividido en regiones y que estas se corresponderían con los diferentes órganos del cuerpo, algo que carece de validez científica. "La iridología sirve de trampolín a muchas pseudoterapias", explica Cervera a Maldita Ciencia. "Al ser un método de diagnóstico basado en procesos casi mágicos e ilusorios, carece de toda lógica y entronca bien con este mundo", añade.

El experto hace referencia al uso que hace del pseudotratamiento la astrología. Según esta última, la disposición de las constelaciones en el momento del nacimiento afectaría a la disposición de las manchas del iris, indicando enfermedades futuras algo que, como repetimos, carece de validez científica.

"Como es utilizado por multitud de pseudoterapias, no hay una respuesta clara a un supuesto método que haría funcionar a la iridología, puesto que todas las explicaciones serían contradictorias entre sí", indica el vocal de APETP.

Además, el biólogo concluye que esta pseudociencia puede llegar a ser peligrosa. "Tal cual hemos visto, el iris no tiene ningún valor de diagnóstico así que, ¿cómo decidir qué tratamiento dar a una paciente en función del ojo?", plantea Cervera. Es decir, al obtener un diagnóstico falso, podríamos decantarnos por un tratamiento incorrecto y dejar de lado el que realmente nos sería necesario y efectivo, con las consecuencias que esto supone.

"Esto significaría que, ante una enfermedad real, el paciente no solo no tendría un tratamiento basado en la evidencia científica, sino que estaría recibiendo información sobre su enfermedad por un procedimiento no muy diferente a arrojar unos huesos sobre una tabla de madera o invocar a los dioses", concluye Cervera.

¿Qué sabemos sobre la 'lesión' de los oficinistas, es decir, la relación entre la lipoatrofia semicircular y la energía electromagnética del entorno laboral?

Varios de vosotros nos habéis enviado este artículo preguntándonos si la lipoatrofia semicircular, un trastorno benigno del tejido subcutáneo que se caracteriza por una hendidura o depresión alrededor de determinadas zonas corporales (normalmente en muslos o brazos), es realmente una enfermedad y si puede ser origen de la “acumulación de cargas electromagnéticas” durante la jornada laboral. Aunque en el propio texto se indica claramente que esta hipótesis “no tiene sustento científico”, el titular y la forma de difundir la noticia, inducen a error.

A pesar de que la lipoatrofia semicircular sí se considera una enfermedad y, de hecho, forma parte de la 11ª revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (la "biblia" de las enfermedades), sus causas no están del todo definidas y no hay evidencias científicas sólidas que demuestren que las cargas electromagnéticas y electrostáticas estén implicadas en su aparición.

Lo que sabemos hasta la fecha es que se trata de una afección poco frecuente y que la mayoría de los casos se dan en oficinistas (generalmente en mujeres). Por el momento, las evidencias apuntan a que las causas podrían estar asociadas a determinadas características del entorno laboral, como la postura, la presión (por ejemplo, de la ropa), el tipo de silla o la humedad ambiental.

Además, los estudios al respecto son escasos, antiguos, están publicados en revistas científicas de bajo impacto, no sirven de precedente para estudios posteriores y utilizan una metodología cuestionable.

Según explica a Maldita Ciencia Marcos Paulino, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología (SER) y reumatólogo en el Hospital General de Ciudad Real, cuando se analizan las investigaciones y los diferentes casos, hay puntos en común que se repiten con frecuencia. Entre ellos, el género femenino, trabajar horas sentado (sin apoyarse en el respaldo, inclinado el tronco hacia delante) y utilizar ropa ceñida, que presione los muslos y en menor medida otras partes del cuerpo (sobre todo al formarse pliegues o en zonas de costuras). También emplear asientos o escritorios de bordes agudos y finos, que compriman excesivamente la superficie de los muslos.

Sin embargo, Paulino añade que "cuando una entidad clínica tiene solo 27 referencias en PubMed [un motor de búsqueda a la base de datos de investigación biomédica MEDLINE] las evidencias, tanto de la responsabilidad de las cargas electromagnéticas como de cualquier otra posible causa, son escasas".

Entre esas limitadas referencias está este estudio, publicado en 2010 en la revista Journal of Occupational and Environmental Medicine, que indica que "aunque se desconoce la causa específica de la lipoatrofia semicircular, los campos electromagnéticos, la carga electroestática, la humedad y las condiciones de mobiliario juegan un importante papel en ella". La hipótesis sobre la posible repercusión de la carga electrostática en esta enfermedad parece tener origen en esta otra investigación belga.

"Ambos estudios carecen de grupo control, la medida de la carga electrostática es cuestionable y presentan importantes fallos metodológicos que, en ningún caso, permiten demostrar causalidad", alega a Maldita Ciencia Alberto Nájera, profesor en el Departamento de Ciencias Médicas de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Nájera incide, además, en que en la investigación no se estudia la posible repercusión de los diferentes factores de forma aislada, sino que simplemente se aplican una serie de cambios (aumentar la humedad del ambiente, cambiar el mobiliario, reestructurar la disposición del cableado, informar a los trabajadores sobre la postura corporal recomendada...) que hacen que los diagnósticos mejoren.

"Esto, en su día, tuvo bastante impacto mediático y se hicieron algunos estudios al respecto, pero no se llegó a establecer ningún tipo de causalidad específica: solo se consideraron posibles factores de riesgo. La medida en la que influía cada uno no quedó clara", explica a Maldita Ciencia Francisco Vargas, médico epidemiólogo y promotor y redactor de la legislación nacional (Real Decreto 1066/2001) sobre campos electromagnéticos (CEM).

En base a la información disponible hasta la fecha, para evitar (en la medida de lo posible) la lipoatrofia semicircular, Paulino recomienda vestir ropa cómoda y holgada; sentarse correctamente, apoyando la espalda en el respaldo del asiento; utilizar asientos o escritorios de formas poco angulosas; levantarse periódicamente para estirar las piernas y mantener un buen nivel de humedad ambiental. Vuelve a recordar, sin embargo, que falta información y datos para poder ser rigurosos.

"El nivel y la calidad de la evidencia, a la hora de establecer conclusiones es baja, por lo que son necesarios más estudios bien diseñados antes de pronunciarse", concluye Paulino.

Por su parte la especialista en dermatología Inés Escandell explica a Maldita Ciencia que se trata de una dolencia "reversible". "Al cambiar algunos factores del entorno laboral, desaparecen las lesiones. No son persistentes", subraya.

¿Influyen los cambios atmosféricos en los terremotos?

Otra de las preguntas con la que nos hemos topado esta semana está relacionada con los cambios atmosféricos y los terremotos. En concreto, nos habéis preguntado si el clima puede interferir en estos movimientos bruscos de la tierra.

Lo cierto es que hay muchos mitos que relacionan entre sí al clima, la meteorología y los terremotos. Según explica a Maldita Ciencia Mar Gómez, doctora en Física y responsable del área de Meteorología de eltiempo.es, habría que retroceder hasta tiempos de Aristóteles (siglo IV a.C) y su obra Los Meteorológicos para llegar a las primeras referencias sobre el tema, como que los vientos atrapados en las cuevas subterráneas eran el origen de los terremotos.

En la actualidad, la evidencia científica no apoya esta teoría aristotélica. "Hay que tener en cuenta que la gran mayoría de los movimientos sísmicos se producen a kilómetros de distancia bajo la superficie terrestre, muy lejos de donde tienen lugar los fenómenos meteorológicos", indica Gómez. "Además, la distribución estadística de los terremotos es aproximadamente igual en todos los tipos de condiciones climáticas", añade.

"Que llueva hoy no quiere decir que esta tarde o mañana vaya a haber más terremotos", coincide Eduardo Andrés Díaz Suárez, astrofísico y doctorando en Sismología Volcánica en el Instituto Geográfico Nacional. "Lo que se ha visto en diferentes estudios es que grandes descargas de agua y grandes sequías pueden afectar de manera indirecta a las condiciones del terreno (hacerlo más seco o más moldeable) y que, pasado cierto tiempo, pueda darse una situación más favorable a que haya un terremoto", indica a Maldita Ciencia. Sin embargo, hace hincapié en que el clima no los genera: tan solo podría condicionar su origen.

Según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, la única correlación que se ha observado entre los terremotos y los fenómenos atmosféricos, es la causada por cambios en la presión atmosférica provocados por huracanes que, ocasionalmente, desencadenan lo que se conoce como terremotos lentos y que no resultan en las fuertes sacudidas del suelo de los terremotos tradicionales.

"Algunos ejemplos se pueden encontrar en este estudio, publicado en diciembre de 2010 como consecuencia del terremoto de Haití, donde también se dieron dos huracanes previos y dos tormentas tropicales", indica Gómez. "En él se estima un vínculo físico entre los huracanes y el terremoto provocado por la rápida erosión del terreno, a lo que añaden el factor de la deforestación en esta región", afirma.

Otro trabajo muestra esta relación poniendo como ejemplo el huracán Irene de 2011 tras el cual (a los cuatro días) se produjo un terremoto en Virginia de magnitud 5,8. También se encontró una fuerte correlación entre los ciclones tropicales de Taiwán y los grandes terremotos que suceden allí hasta tres años después. Por último, un artículo publicado en Nature, en 2009 confirma todo lo anterior.

"Además de huracanes, existe algún estudio que relaciona las sequías con cambios en las cargas de estrés de la corteza terrestre, como el realizado en 2017 y que encontró que periodos alternos de sequía y fuertes precipitaciones en Sierra Nevada (Estados Unidos) entre 2011 y 2017 modificaron la estructura de la cordillera, con posibles impactos en las fallas", añade Gómez.

Y por último...

Siempre os decimos que estamos encantados de ayudaros y responder a vuestras preguntas. Pero también os decimos que, para algunas preguntas, no nos necesitáis a nosotros sino a un médico especialista que conozca vuestro caso y pueda orientaros. ¡Hasta el viernes que viene!

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