Como pudimos comprobar elaborando el Especial Dietas de Maldita Ciencia, existe en torno a la nutrición una neblina de desinformación y confusión que acaba dando pie a que unos cuantos intenten colárnosla con supuestas dietas que no tienen ninguna base científica. La alimentación macrobiótica no entró en nuestro especial, pero nos habéis preguntado por ella, así que aquí va una breve explicación.
La alimentación macrobiótica es una forma de comer que adapta los conceptos orientales del yin y el yang a los alimentos según su energía interior y que tiene como objetivo fundamental el equilibrio de la persona en su conjunto, tanto física como espiritual. Esto ya dificulta la evaluación objetiva de sus principios porque es todo muy indeterminado.
Los principales mandatos de esta dieta es una alta presencia de granos integrales y de hortalizas, y por detrás, las sopas, las legumbres y las algas. Esto tiene en principio algunos efectos positivos: primar los cereales integrales por encima de los refinados aumenta el consumo de hidratos complejos por encima de los simples, y una dieta basada en alimentos de origen vegetal también es en principio un buen consejo. Las algas, por su alto contenido en yodo en muchos casos, puede convertir este punto en problemático para las personas con problemas de tiroides.
Pero quizá el principal problema es que las personas que promueven esta dieta en muchos casos desacreditan a la medicina convencional y le atribuyen propiedades curativas de muchas enfermedades graves, como el cáncer, bajo el pretexto de que el equilibrio entre energías es lo que el cuerpo necesita para sanar, algo de lo que no existe ninguna prueba o evidencia: ni lo previene, ni lo cura. Esto puede llevar a algunas personas en situaciones especialmente vulnerables a abandonar los tratamientos médicos recomendados, poniendo en peligro su salud y su vida.
Para saber más, os recomendamos este artículo de Julio Basulto en El País.