Es una leyenda urbana muy popular y ahora que tanta gente está de vacaciones y ha elegido la naturaleza, viene muy a cuento: ¿de verdad si al tocar una ortiga aguantas la respiración no pica?
Todo apunta a que es un bulo. No hemos podido encontrar ninguna evidencia científica al respecto ni la teoría tiene demasiado sentido si tenemos en cuenta cómo pican las ortigas: sus hojas están cubiertos de unos pequeños pelitos que en realidad son tubos rellenos de ácido fórmico. Al tocarlos, se rompen y se quedan clavados en nuestra piel, libreando ese ácido que desencadena la reacción del sistema inmune y provoca la aparición de ronchas, pequeñas ampollas y un intenso escozor. Dejar de respirar en este caso no tendría ningún impacto sobre este proceso (a no ser que lo hagamos durante tanto tiempo como para perder la consciencia, cosa que no tendría mucho sentido).
Lo que sí hemos encontrado fue un experimento realizado por escolares del instituto Moncho Valcárcel en As Pontes, A Coruña, en el que pusieron a prueba esta teoría utilizando a 90 compañeros como conejillos de indias voluntarios. Con los ojos vendados, les tocaron con una ortiga y les pidieron que aguantaron la respiración. De todos ellos, 81 notaron el picor de la planta, con lo cual concluyeron que el método solo funciona en ocasiones muy puntuales por algún tipo de anomalía.