Este martes 19 de enero, el periódico La Vanguardia publicaba un artículo en el que se propone el uso del reiki, una pseudoterapia sin ninguna evidencia científica, para el tratamiento y cura de los pacientes de COVID-19. El artículo aparece firmado por Raül Poblet, al que se presenta como "Terapeuta profesional de Reiki, reflexólogo y sanador pránico."
Éstos son los "expertos" para @LaVanguardia? No pueden divulgarse estas falsedades en torno a la salud y #COVID19! Son temas muy serios. Un "terapeuta" de #reiki y "sanador pránico"? Un peligro para enfermos y sociedad#StopPseudociencias @salutcat @icscat @sanidadgob @OMC_Espana pic.twitter.com/PBnfvMmRpp
— Luis Santamaría del Río (@vaiconDios) January 19, 2021
Como ya hemos dicho, el reiki es una pseudoterapia sin ninguna evidencia científica. Esta práctica, y el similar toque terapéutico, está basado en la idea de que existe una energía vital, proveniente de la medicina tradicional china (como la acupuntura), de la que depende el estado general de nuestra salud. Cuando se desequilibra, enfermamos. Así que los que practican el reiki utilizan sus manos, a veces tocando el cuerpo y a veces sin llegar a tocar, para reorientar y reequilibrar esa energía y así crear las condiciones que favorezcan la curación.
Una supuesta energía que no se puede detectar ni medir
Nada de todo esto ha sido demostrado ni concuerda con nada de lo que se sabe y se ha demostrado sobre la fisiología humana. No hay evidencias de esa supuesta energía vital modificable, que no se ha podido detectar ni medir de ninguna forma objetiva.
Tampoco se han demostrado sus efectos más allá del efecto placebo correspondiente en síntomas como el dolor, el estrés o la ansiedad, especialmente en personas que padecen estas patologías de forma crónica y dependen de medicación para mejorar su calidad de vida. Incluso en estos casos, las evidencias son escasas y débiles (aquí puedes consultar la revisión científica de la Biblioteca Cochrane sobre el reiki para personas que padecen ansiedad y depresión y aquí la revisión para el uso del reiki en dolores post-cesárea).
En el artículo publicado en La Vanguardia se dice que "el reiki aumenta nuestro sistema inmunológico y es por eso que ayuda mucho a minimizar los efectos provocados por la Covid-19", sin embargo, no hay evidencias de que esta práctica tenga un efecto sobre el sistema inmune, más allá del que pueda generar el mismo efecto placebo, ni de que tenga ningún otro efecto sobre enfermedades infecciosas sobre la COVID-19.
De hecho, el reiki fue cuestionado en su base por un famoso experimento realizado en 1998 por Emily Rosa, una niña de 9 años, la persona más joven en publicar un paper científico. En su experimento, Emily se situaba tras un biombo que la ocultaba de la vista de un practicante de reiki, al que pedía que extendieses las manos y determinase sobre cuál de ellas colocaba su mano a la distancia a la que normalmente maniobraría en una sesión de reiki. Tras repetirlo 10 veces con 21 practicantes distintos, sus conclusiones es que solo acertaban un 50% de las veces, un porcentaje atribuible al azar y que demuestra que no son capaces de percibir esa energía vital que dicen modificar.
Evaluando el efecto placebo
Cuando se habla de las evidencias científicas que hay sobre pseudoterapias como el reiki, hay que tener en cuenta el innegable peso del efecto placeco: cuando el mero hecho de una intervención terapéutica, aunque sea inocua, produce una mejora en el estado del paciente. Además, el efecto placebo se acentúa cuando la intervención va acompañada de una atención minuciosa de la persona que consideramos al cargo de nuestra salud, y normalmente un practicante de reiki en su consulta privada nos puede dedicar más tiempo y recursos que un médico de atención primaria en un centro público.
¿Cómo saber si los efectos del reiki se deben a sus mecanismos de acción o al efecto placebo? Con estudios bien diseñados. Para diferenciar en un estudio el efecto placebo del efecto real de un medicamento se divide a los participantes en dos grupos: a uno se le da el medicamento real y a otro (llamado grupo de control) uno falso sin principio activo, y así se distingue qué efectos pueden atribuirse al placebo y cuáles a los medicamentos. Además, ni los participantes ni los observadores saben quién está en cada grupo (lo que en ciencia se llama doble ciego), para evitar que la sugestión y los sesgos interfieran con los resultados.
Pero conseguir esto en el caso del reiki es complicado. No es fácil hacer un tratamiento de reiki falso, así que la mayoría de los estudios ni siquiera se han molestado en intentarlo, y han comparado a pacientes a los que se hizo reiki con otros a los que no se les hizo nada. Esos estudios tienden a tener siempre un efecto positivo: los pacientes que han recibido alguna terapia suelen encontrarse mejor que los que no han recibido ninguna en absoluto.