¿Para qué sirve realmente una Conferencia de las Partes? Es una pregunta muy común —y comprensible, teniendo en cuenta la cantidad de recursos que se destinan a celebrar estas cumbres—. Un buen resumen es saber qué se ha conseguido y qué no en algunas de ellas. Algunas han sido especialmente relevantes, de otras se esperaban grandes acuerdos que finalmente no sucedieron.
En cualquier caso, las COP son una muestra de lo difícil y complejo que es negociar sobre un tema global como es el cambio climático cuando hay que poner de acuerdo a Estados con intereses a menudo opuestos, economías diversas y niveles de desarrollo muy distintos.
COP3 de Kioto (1997). Se adoptó el Protocolo de Kioto, que establecía compromisos jurídicamente vinculantes para que 36 países desarrollados (incluido España) redujeran sus emisiones de efecto invernadero un 5% en 2012 respecto a los niveles de 1990. No firmaron el protocolo China ni Estados Unidos, los dos principales emisores. Este objetivo se cumplió parcialmente.
COP15 de Copenhague (2009). En 2009 se intentó alcanzar un nuevo acuerdo que limitase las emisiones con mayor ambición que Kioto. El texto final, llamado Acuerdo de Copenhague, reconoció la evidencia científica de que el aumento de la temperatura debería quedar por debajo de los 2 ºC y que los firmantes debían establecer objetivos de reducción antes de 2020, pero no era vinculante. Muchos países calificaron esta cumbre de “fracaso”.
COP16 de Cancún (2010). Se formalizó un objetivo de financiación climática: los países desarrollados –que han emitido gases invernadero durante más tiempo– deben movilizar cada vez más dinero, hasta 100.000 millones de dólares al año en 2020, para que los países en desarrollo –con menor responsabilidad y más afectados– puedan adaptarse a los impactos del cambio climático y reducir sus propias emisiones.
COP21 de París (2015). Se aprueba el Acuerdo de París, donde los países se comprometen a “mantener el aumento de la temperatura mundial muy por debajo de los 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C”. Este acuerdo sí es vinculante e incluye a los grandes emisores. Para alcanzar esa meta común, se acuerda que cada país establezca compromisos oficiales para reducir emisiones, lo que se conoce como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, en inglés). París también ratifica y extiende el compromiso de financiación sellado en Cancún hasta el año 2025. Aún no se ha cumplido, aunque queda poco (89.600 millones en 2021).
COP22 de Marrakech (2016), COP23 de Fiji en Bonn (2017) y COP24 de Katowice (2018). Los años posteriores al Acuerdo de París fueron menos productivos en cuanto a acuerdos. En la Conferencia de 2016 se empezó a trabajar en un reglamento más específico para el Acuerdo, cuyos detalles finalmente se aprobaron en la de 2018
COP25 de Chile en Madrid (2019). España se ofreció a acoger la cumbre a última hora después de que Chile tuviera que cancelarla por protestas sociales. Fue una de las más extensas y no logró uno de sus principales objetivos: acordar la regulación de los mercados de emisiones de CO2.
COP27 de Sharm El-Sheikh (2022). Se alcanzó un acuerdo de financiación para cubrir pérdidas y daños —un concepto introducido en París que se refiere a los impactos del cambio climático que ya son inevitables y causarán pérdidas económicas y no económicas— para los países vulnerables más afectados por desastres climáticos. Por otra parte, la declaración final de la COP27 no logró reforzar el lenguaje contra los combustibles fósiles ni ampliarlo más allá de la mención a reducir progresivamente el carbón, fijada en la COP26 de Glasgow (2021).
Con todo esto, ¿se ha conseguido frenar la emisiones de gases de efecto invernadero? El medio británico Carbon Brief ha analizado la evolución de las emisiones de CO2 relacionadas con la energía (el sector que más peso tiene en el cómputo global) desde que se firmó el Acuerdo de París. La reducción de emisiones es aún muy insuficiente para llegar a los objetivos acordados en 2015, pero mejora año a año. Según el análisis de este medio, el pico de emisiones globales podría alcanzarse pronto en este aspecto.
Emisiones mundiales de CO2 procedentes de la energía, en miles de millones de toneladas, entre 1965 y 2050. El gráfico muestra las emisiones históricas (negro) y varias estimaciones: las emisiones que habría habido sin el Acuerdo de París (gris), las que resultan de las políticas aplicadas en 2021-2023 (azul) y de los compromisos en 2023 (rojo) y la senda de emisiones sugerida por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) para mantenerse por debajo de 1,5 ºC (amarillo). Fuente: Carbon Brief.
Créditos de imagen destacada, de izquierda a derecha: COP3 de Kioto (1997), UN Photo/Frank; cierre de COP21 de París (2015), UN Photo/Mark Garten; COP25 de Chile en Madrid (2019), John Englart