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Más riesgo de ictus, peor memoria: cómo la contaminación puede afectar a la salud de nuestro cerebro

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Nueve de cada diez personas en el mundo respiran aire contaminado, según la Organización Mundial de la Salud. La polución, además de aumentar el riesgo de padecer enfermedades respiratorias o cardíacas, también afecta a nuestra salud cerebral: deteriora la capacidad cognitiva, influye en la aparición y en la progresión de enfermedades neurológicas e incrementa el riesgo de sufrir un ictus.

Cómo afecta la contaminación a la capacidad cognitiva, las habilidades intelectuales y la memoria

“Cuando hablamos de contaminación, inmediatamente pensamos en daños respiratorios, pero lo cierto es que un número creciente de estudios epidemiológicos realizados en todo el mundo, nuevos hallazgos en modelos animales y estudios de neuroimagen han hecho saltar la alarma porque se ha demostrado que la contaminación puede provocar una reducción en la capacidad cognitiva, en las habilidades intelectuales y en la memoria”, afirma Pablo Eguia del Río, vocal de la Sociedad Española de Neurología.

Una investigación publicada en Neurology, la revista médica de la Academia Americana de Neurología, indica que las personas que viven en áreas urbanas con niveles más altos de contaminación del aire pueden obtener calificaciones más bajas en las pruebas cognitivas a lo largo del tiempo. 

Erin R. Kulick, autora del estudio y miembro de la Academia Estadounidense de Neurología, asegura que “a medida que las personas viven vidas más largas y crece la población que envejece, el deterioro cognitivo relacionado con la edad es un problema de salud pública cada vez mayor con profundos efectos sociales, económicos y de salud”. La experta subraya que la contaminación del aire puede contribuir aún más a este deterioro cognitivo. 

Otro estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences concluye que la exposición prolongada a la contaminación del aire afecta al desempeño cognitivo en pruebas verbales y matemáticas. 

Los autores sostienen que a medida que las personas envejecen, el efecto negativo se vuelve más pronunciado, especialmente para los hombres. Esta brecha de género es particularmente grande para las personas sin educación. La polución también afecta al desarrollo neurológico y la capacidad cognitiva de los menores, tal y como os hemos explicado con detalle en Maldita.es.

Los contaminantes pueden influir en la aparición y progresión de enfermedades neurológicas

La Sociedad Española de Neurología indica que una exposición prolongada a la contaminación atmosférica también está asociada con estrés oxidativo, neuroinflamación y al envejecimiento prematuro del sistema nervioso central. 

Los agentes contaminantes que respiramos, según Eguía, afectan directamente a nuestro cerebro y podrían influir, al menos en parte, en la aparición de enfermedades neurológicas. “Aunque sería preciso realizar más estudios al respecto, por lo que se ha visto hasta ahora, enfermedades como el alzheimer, el parkinson, la esclerosis múltiple o la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), entre otras enfermedades neurodegenerativas, podrían verse agravadas por procesos de neuroinflamación producidos por la contaminación”, explica. 

Varias investigaciones señalan que la contaminación del aire agrava los procesos de envejecimiento cerebral, lo que aumenta el riesgo de sufrir demencia. Un estudio realizado en Canadá y publicado en The Lancet concluyó que vivir a menos de 50 metros de una carretera se asocia con una mayor incidencia de demencia.

El alzheimer es la forma más común de demencia entre las personas mayores. Una investigación publicada en Neurology indica que las mujeres mayores que viven en lugares con niveles más altos de contaminación del aire pueden tener más encogimiento cerebral, del tipo que se observa en la enfermedad de alzheimer, que las mujeres que viven en lugares con niveles más bajos de polución.

Jiu-Chiuan Chen, uno de los autores del estudio, subraya en The Conversation que lo que quizás resultó “más preocupante” es que las ancianas que no tenían problemas de memoria también presentaban cambios cerebrales similares a los que provoca el alzhéimer. 

Según Eguía, “otros estudios han ido incluso más allá apuntando que la exposición a la contaminación atmosférica, principalmente a metales como el mercurio y el plomo, es un factor de riesgo para el desarrollo de este tipo de enfermedades neurodegenerativas y también para otras como la epilepsia”. Aun así, los datos sobre la asociación entre la contaminación ambiental y los ataques de epilepsia son limitados, tal y como recoge una investigación al respecto publicada en la revista PLOS ONE.

Hasta el 30% de los ictus pueden estar asociados a la contaminación del aire

La contaminación atmosférica también se ha relacionado con un mayor riesgo de sufrir un ictus. De hecho, hasta el 30% de los ictus que se producen cada año en todo el mundo podrían ser atribuibles a los contaminantes del aire, según recoge la SEN.

Jaume Roquer, jefe del Servicio de Neurología Clínica del Hospital del Mar, explica que “el aumento del carbón negro en el medio ambiente afecta al sistema circulatorio cerebral incrementando el riesgo de sufrir un ictus”.

Un estudio publicado en la revista científica Enviromental Research indica que los altos niveles de contaminación incrementan un 20% el riesgo de sufrir un ictus aterotrombótico. El ictus aterotrombótico es el tercero más frecuente y su causa subyacente, la ateroesclerosis (una afección en la que se acumulan grasa, colesterol y otras sustancias en las paredes de las arterias), es tratable, según señalan desde el Hospital del Mar. Esta patología está asociada a altos niveles de colesterol, al hábito del tabaco y a la diabetes. 

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