Un notable: 7,67, concretamente. Esa es la nota de España en igualdad para el año 2024 según el Instituto Europeo para la Igualdad de Género. Es el cuarto país con mejor puntuación de la Unión Europea, solo por detrás de Suecia, Dinamarca y Países Bajos. La mejora de la participación de las mujeres en el mercado laboral, de sus ingresos, de las probabilidades de haber cursado estudios superiores o la ligera reducción de la brecha en el reparto de las tareas domésticas son algunos de los factores que explican esta posición. Esto es si hablamos en general, porque si nos vamos al campo la historia es otra.
La población en el medio rural no solo se caracteriza por una mayor presencia de hombres (un 7,5% más que en el conjunto de la sociedad en 2018), sino que también mantiene escenarios de desigualdad de género más acusados que en el medio urbano. Uno de los motivos es lo que el Ministerio de Agricultura denomina factor “ficticio”: ese trabajo que las mujeres realizan en el campo, pero que no está reconocido ni valorado. Del 70% de esposas de agricultores que estimaba el Ministerio en 2010, una de cada cuatro estaría trabajando en las explotaciones de su marido, es decir, unas 32.000 mujeres.

El trabajo invisible y el techo de cristal de la mujer rural: por cada 21 personas en la presidencia de las cooperativas agrarias, solo una es mujer
“En la mayoría de los casos, las mujeres realizan actividades ‘secundarias’ en el sector: son las que llevan las cuentas de la explotación (temas administrativos), son quienes ‘echan una mano’ en el campo, son a quienes contratan en temporada para la recogida de lo sembrado”, describe la doctora en Derecho y Ciencias Sociales Raquel López Merchán.
Esto es lo que el Ministerio de Agricultura (MAPA) describe como el factor “ficticio”, que es una de las causas de la escasa presencia de las mujeres en el sector agrario. Por un lado estaría el factor real: las mujeres que no están en el campo porque se dedican a otros ámbitos. Pero el ficticio describe la situación de aquellas que a pesar de realizar un trabajo en el campo, no están reconocidas ni valoradas. Según las estimaciones del MAPA en 2010, el 70% de los hombres titulares de explotaciones agrarias estarían casados con mujeres. De ellas, una de cada cuatro estaría trabajando en la explotación: unas 32.000.
Como una forma de solucionar esto nació en 2011 la Ley de Titularidad Compartida de Explotaciones Agrarias que pretende reconocer legalmente la participación de las mujeres en las explotaciones agrarias familiares. Permite que dos personas (generalmente parejas o matrimonios) sean reconocidas como cotitulares, lo que hace más fácil a su vez que ambos tengan derechos y beneficios compartidos de la explotación.
En marzo de 2025 había unas 1.300 explotaciones en régimen de titularidad compartida, que representan aproximadamente un 0,2% del total de explotaciones en España, según los datos de la Encuesta sobre la Estructura de las Explotaciones Agrícolas (EEA). La implantación ha sido mejor en algunas comunidades autónomas que en otras, pues por ejemplo 600, casi la mitad, están registradas en Castilla y León, pero en general “su existencia no es conocida aún por la mayoría de las mujeres y hombres del campo”, aclara Raquel López.
En cuanto a la posición de mujeres en puestos directivos, nos encontramos con la historia de siempre: “la falta de mujeres en el sector cooperativo agroalimentario, no tanto en lo que a mano de obra se refiere, sino precisamente en los puestos de gobernanza y decisión de las empresas cooperativas agroalimentarias españolas, es un hecho” señalaba el MAPA en un estudio de 2023.
Los datos indican que la situación ha mejorado un poco. Las mujeres han pasado de tener una representación del 6,8% en el Consejo Rector (siendo un 24,5% del total de socios de las cooperativas) en 2016 a un 10,1% en 2022 (y representando un casi un tercio del total de cooperativistas), según el informe anual de las Cooperativas Agro-alimentarias.
Aunque sigue habiendo diferencias entre comunidades autónomas, pasando de representar un 30% del Consejo Rector en el País Vasco a un 3% en el de Aragón, y, sobre todo, retos pendientes. A pesar de haber aumentado en los últimos cuatro años, únicamente una de cada 21 personas que forman parte de la presidencia de las cooperativas son mujeres. El techo de cristal en el sector agrícola es un hecho.
Del 21 al 29%: así ha cambiado la presencia de las mujeres en el campo en dos décadas
En dos décadas la brecha de género entre hombres y mujeres en el sector agrícola apenas se ha cerrado. En el 80% de los casos los jefes de los terrenos agrícolas (quien realmente gestiona y dirige la explotación) son también los titulares de la explotación (quien asume el riesgo económico de la explotación). Si en 2003 de cada diez titulares y jefes de terrenos agrícolas dos eran mujeres, veinte años después, han aumentado a tres, según la última Encuesta sobre la Estructura de las Explotaciones Agrícolas publicada por el INE en febrero de 2025.
La situación apenas varía cuando analizamos los distintos grupos de edad: aunque entre los 55 y 65 años es dónde mayor porcentaje de mujeres hay (un 30%), no hay más que un punto porcentual de diferencia con el resto de edades. Si hablamos de comunidades autónomas, la realidad es más diversa. Solo en Asturias y Galicia las jefas de explotaciones alcanzan el 40% de representación, pero en la mayoría de regiones no llega a haber tres mujeres por cada diez jefes de explotaciones.
Aunque la opción más habitual es ser jefe y titular, la segunda opción predominante entre las jefas de explotaciones agrícolas es la de ser cónyuge del titular (9%), mientras que en el caso de los hombres suele ser una persona externa sin relación familiar con el dueño del terreno (7%). Lo que en principio podría parecer un detalle sin importancia refuerza la idea de ese trabajo “ficticio” de las mujeres rurales.
¿Y qué pasa cuando sí son jefas? Llegan la falta de conciliación y la distribución desigual de las tareas
“Los retos de las mujeres que lideran explotaciones agrícolas o ganaderas son los mismos que los de sus compañeros, pero hay que añadir todo lo relacionado con el hecho de ser mujer: no son tomadas en serio, la gente piensa que hay un hombre detrás, que no puede con todo… Estereotipos y roles de género” comenta Raquel López. “Y porque las tareas del hogar tienen un peso demasiado importante todavía”, añade.
Esto afecta a las mujeres del ámbito rural y a todas las demás. La última encuesta de uso del tiempo del INE se publicó en 2011, pero las encuestas periódicas del CIS siguen apuntado a que el doble trabajo de las mujeres sigue presente en la sociedad. En un día laborable, las mujeres dedican de media una hora más al día a las tareas del hogar (limpiar, cocinar, comprar…) que los hombres y el doble de tiempo en cuidar a los hijos (seis horas al día frente a las tres horas de media de los padres).
De las entrevistas que realizó el MAPA como parte de su análisis de partida previo (2018) a establecer medidas para cumplir con el objetivo de la PAC de promover, entre otras cosas, la igualdad de género en las zonas rurales, también se concluye que la desigualdad de distribución de los usos del tiempo identificados en 2011 continuaba produciéndose en esa fecha.
“Se ha puesto de manifiesto que uno de los principales problemas a los que se enfrentan las mujeres rurales es la dificultad para conciliar la vida familiar con la vida laboral, así como la necesidad de promover medidas dirigidas a la conciliación y la sustitución de trabajadoras de determinados ámbitos como el agrario o forestal durante la maternidad”, dice el documento.
El campo, un sector masculinizado en todos los países de la UE
La brecha de género en el campo no es exclusiva de España. Nuestro país es el décimo con mayor porcentaje de mujeres administrando una explotación agraria, tres puntos porcentuales por debajo de la media de la Unión Europea. Pero sólo dos países (Lituania y Letonia) superan el 40% de mujeres titulares de una explotación.
La situación generalizada explica por qué políticas como la PAC tratan de incentivar la presencia de mujeres con ayudas complementarias para jóvenes agricultoras, por ejemplo. Para la doctora en Derecho y Ciencias Sociales Raquel López, no es suficiente: “Es necesario un estudio exhaustivo, con perspectiva de género/feminista y una mirada interseccional para conocer cuáles son las necesidades reales que tiene nuestro medio rural. No es la misma realidad la que se vive en Castilla y León, que la que se vive en Murcia o en Galicia.”
“Hacen falta proyectos que, aunque se redacten desde Madrid, se aterricen en los territorios, se estudien las zonas, las diferencias, las similitudes, etc. Pero esto conlleva mucho más tiempo y, en según qué áreas, no existe tal tiempo”, concluye López.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Raquel López Merchán, doctora en Ciencias Sociales y Derecho.
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