Los humanos somos la única especie capaz de fabricar y usar el plástico. Sin embargo, estos plásticos también llegan a otros animales del planeta provocando un impacto en su salud y en cómo se relacionan con su entorno.
Para empezar, los macroplásticos son “una de las formas más severas de contaminación en costas, océanos y masas de agua dulce”, según una investigación de la Universidade de Vigo. Animales como peces y mamíferos pueden confundirlos con comida, lo que les provoca atragantamientos, bloqueos en los sistemas digestivos o que coman menos al tener el estómago lleno de plástico, explica Belén González-Gaya, investigadora de contaminación marina en la Universidad del País Vasco y maldita que nos prestó sus superpoderes.
Se suele pensar que los macroplásticos afectan sobre todo a las especies marinas, pero las terrestres tampoco están a salvo de esta contaminación. Un grupo que se ve muy afectado por estos elementos son las aves: estos animales pueden emplear los plásticos como material para nidos y pueden enredarse en ellos.
La mayoría de trabajos científicos sobre el impacto del plástico en la salud animal se centran en el micro y nanoplástico. Esto tiene un motivo: el plástico más grande, con el paso del tiempo, se va descomponiendo en fragmentos más pequeños, alcanzando tamaños propios de estas categorías.
Una revisión de estudios publicados a lo largo de 11 años detalla diferentes efectos de los microplásticos por grupos de especies. En cuanto a los invertebrados marinos, como las medusas o los moluscos, se ha averiguado que comen menos, tienen más dificultad para reproducirse, crecen más despacio, necesitan más oxígeno y sufren más estrés oxidativo. Los peces sufren daños estructurales en el intestino, hígado, branquias y cerebro y empeora su metabolismo y su fertilidad. En cuanto a los mamíferos, la literatura se centra en ratones y ratas de laboratorio y hace falta investigar más, pero ya se han detectado problemas en intestino, hígado, sistema excretor y reproductor.
Hay diferentes mecanismos que producen estos daños. Según explica Isabel Marín Beltrán, doctora en Ciencias del Mar, “los efectos de los microplásticos dependen de su tamaño (distintos tamaños afectan a distintas especies), de su forma, de su color (unos animales se pueden ver más atraídos por partículas de colores similares a sus presas) y de su composición química (poliestireno, polipropileno…)”. A esto último se añade que algunos plásticos, como los pellets, tienen la capacidad de sorber otras sustancias perjudiciales que ya estaban presentes en el mar.Por último, los nanoplásticos pueden penetrar en los organismos, incluso en algunos microscópicos como el plancton, a través de la ingesta, la respiración o infiltrándose en la piel. La evidencia científica apunta a que estas diminutas partículas pueden causar daños a escalas tan pequeñas como el ADN, las células, los tejidos y los órganos. Estos plásticos, a su vez, pueden transmitirse a otras especies a través de la cadena trófica y circular por el torrente sanguíneo y el interior de las células.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la maldita Belén González-Gaya, investigadora de contaminación marina en la Universidad del País Vasco.
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