La industria petroquímica representa el 14% de la demanda de petróleo del mundo y el 8% de la de gas natural, según la Agencia Internacional de la Energía. Dentro de este sector, los plásticos son la categoría de producto más producida. Este informe del IPCC de 2022 recoge que la producción de plástico en Norteamérica supone 1,8 toneladas de CO2, equivalente (CO2eq) al año y 2,3 toneladas de CO2eq en Europa, siendo mucho más elevado en otras regiones donde se depende del carbón para producir la energía necesaria.
Con todo lo que supone lo del párrafo anterior, ¿hay alguna alternativa para hacer este plástico sin combustibles fósiles, usando, por ejemplo, una base vegetal? Sí: los bioplásticos, polímeros de uso comercial que se producen a partir de una fuente natural o recurso renovable. Algunos ejemplos de sustancias que se usan para hacer bioplásticos son cañas de azúcar, maíz, levadura, plumas de ave desechadas, proteínas de leche, entre otras.
Una revisión de literatura científica de 2022 sobre bioplásticos aborda las ventajas y desafíos de hacer plástico con esta tecnología. Una aspecto que destaca es que el prefijo “bio” puede hacer referencia a multitud de cosas: que sus elementos vienen o se extraen de materia orgánica o biomasa, que es un material de origen orgánico y biodegradable, que sus materiales proceden de procesos biológicos (por ejemplo, desechos de seres vivos) o una mezcla de todo lo anterior. Y aunque no es el objeto de estudio de este artículo, también se usa el término en la industria para hablar de plásticos degradables de origen fósil.
Alguna de las ventajas de los bioplásticos es que, con la tecnología disponible hoy en día, todos los polímeros fabricados a partir de materia fósil se pueden obtener de la biomasa, por lo que son una alternativa viable tecnológicamente. Además, algunos procesos para conseguir algunos tipos de plástico, como los monómeros vinílicos y los cauchos sintéticos, son más sencillos si se realizan con biomasa que con combustibles fósiles. Otras ventajas es que pueden tener una huella de carbono hasta un 62% menor que los plásticos de origen fósil, son compatibles con las rutas de reciclado actuales y que algunos de estos bioplásticos son biodegradables y pueden servir para fabricar otros bioplásticos.
En cuanto a los inconvenientes, los bioplásticos son, por lo general, más caros de producir que sus análogos fósiles. Además, pueden tener un impacto negativo en la agricultura al competir con la producción de alimentos, lo que puede hacer imposible un cambio completo de plásticos fósiles a alternativas ‘bio’. Por último, el método de reciclado más simple y barato que sirve para el plástico fósil, el mecánico, no está disponible comercialmente para los bioplásticos.
La consulta que motivó este artículo también pedía información sobre el uso actual de los bioplásticos. Actualmente, se fabrican en torno a dos millones de toneladas de plástico de origen 100% biológico/orgánico cada año. Si se agregan polímeros que se hacen parcialmente con materia orgánica, esta cifra se eleva a los 7,5 millones de toneladas. Como referencia, la producción de plástico fósil es superior a los 380 millones de toneladas anuales. Según un análisis de tendencia, se espera que la proporción del mercado de los bioplásticos siga siendo baja, de un 2%, con un crecimiento anual del 4%. En mercados específicos como el europeo, este crecimiento puede llegar a ser del 10% anual, motivado por regulaciones del mercado y la demanda de consumidores que prefieren alternativas más sostenibles.
Este artículo pertenece al 19º consultorio de Maldito Clima. La imagen de portada es de Allexxandar en Freepik.
Primera fecha de publicación de este artículo: 01/04/2023