“El clima”, ese complejo concepto que abarca desde las diferentes condiciones atmosféricas (precipitaciones, viento, humedad…) y los estados y evolución del tiempo hasta los periodos y espacios determinados en los que estas suceden. Estos son, de hecho, los factores que la Organización Meteorológica Mundial (OMM) considera que hacen del clima lo que es. No debemos confundirlo con tiempo atmosférico, el estado de la atmósfera en un instante dado dependiendo de los elementos meteorológicos.
El 24 de octubre se celebra el Día Internacional contra el Cambio Climático con el propósito de concienciar a la población sobre la importancia que tienen las acciones y actividades del ser humano en la variación climática. Porque sí: nuestro día a día repercute directamente en el clima y en el cambio climático.
Como ya explicamos en Maldita Ciencia, igual que científicamente no hay ninguna duda de que el planeta está más caliente que hace 200 años, tampoco la hay de que el ser humano es responsable del cambio en la temperatura terrestre y sus efectos asociados. Entre ellos, se encuentra la sucesión de fenómenos meteorológicos extremos (como la borrasca Filomena en la península ibérica).
Desde la Revolución Industrial, cuando empezamos a quemar combustibles fósiles como el petróleo o el carbón, el efecto invernadero se está haciendo más intenso, haciendo que la temperatura de la Tierra aumente. Esto ocurre porque hay más cantidad de gases como el metano, el vapor del agua o el dióxido de carbono flotando en la atmósfera.
Podríamos dudar y pensar que estos gases proceden de fenómenos naturales. Pero no, lo cierto es que no es así: la ciencia es capaz de diferenciar su origen.
Gracias a eso sabemos, por ejemplo, que el CO2 generado por el ser humano en las últimas décadas ha ido aumentando en la atmósfera hasta convertirnos en la fuente de emisión principal. De hecho, teniendo en cuenta los factores naturales, los complejos modelos de los científicos que intentan replicar lo que está pasando en la Tierra no cuadran. Todo encaja cuando incluimos los factores humanos.
¿Puede estar la pandemia por COVID-19 relacionada con el cambio climático?
¿Crees que el cambio climático no va contigo? Error: está ocurriendo aquí y ahora mismo, en cosas que también te afectan a ti y que forman parte de tu vida diaria. De hecho, según estudio de la Universidad de Cambridge, el cambio climático incluso puede haber influido en el surgimiento del SARS-CoV-2, su paso de animales a humanos y, por tanto, la crisis sanitaria actual.
La investigación apunta que las emisiones globales de gases de efecto invernadero durante el último siglo han convertido al sur de China en un punto de acceso para los coronavirus transmitidos por murciélagos, al impulsar el crecimiento del hábitat forestal favorecido por estos animales.
"El cambio climático durante el último siglo ha hecho que el hábitat en la provincia de Yunnan, en el sur de China, sea adecuado para más especies de murciélagos", explica Robert Beyer, investigador del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge. Añadía que “comprender cómo ha cambiado la distribución global de las especies de murciélagos como resultado del cambio climático puede ser un paso importante en la reconstrucción del origen del brote de COVID-19".
Según la investigación, a medida que el cambio climático ha ido alterando los hábitats, determinadas especies de murciélagos abandonaron algunas áreas y se trasladaron a otras, llevándose sus virus consigo. “Esto no solo alteró las regiones donde los virus están presentes, sino que probablemente permitió nuevas interacciones entre animales y virus, lo que provocó que se transmitieran o evolucionaran más virus dañinos ”, explica Beyer.
También la revista científica The Lancet publicó en diciembre de 2020 un editorial que señalaba que las causas de ambas crisis, la climática y la originada por el nuevo coronavirus, comparten puntos en común y que sus efectos son convergentes. “Tanto la emergencia climática como la COVID-19 son consecuencia de la actividad humana que ha provocado la degradación ambiental; ninguna de las dos fue inesperada y ambas han llevado a la pérdida evitable de vidas a través de acciones demoradas, insuficientes o erróneas”, indican los autores.
Cambio climático, COVID-19 y viceversa
Podemos considerar la relación entre el cambio climático y la pandemia como una especie simbiosis, sobre todo durante el inicio de esta última. De la misma forma en la que el calentamiento global podría haber facilitado la transmisión del SARS-CoV-2 de murciélagos a humanos, el estricto confinamiento durante los primeros meses de esta crisis sanitaria parecía estar dando “un respiro” al planeta. Pero, ¿realmente ha sido así? ¿Ha servido de algo esta “inyección” de inactividad?
Según Mar Gómez, doctora en Físicas y responsable del área de meteorología de eltiempo.es, este contexto ha servido para tomar conciencia de que, cuando nosotros paramos, el planeta respira y puede reforzarse en muchos aspectos. Por desgracia, en palabras de la experta, esta 'pausa’ no ha sido suficiente como para afectar a las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Añade que, ahora mismo, la atmósfera es un vertedero lleno de nuestras concentraciones de gases de efecto invernadero (nuestra “basura” emitida durante años). Aunque ahora parásemos de añadir “basura”, aunque detuviésemos todas las emisiones, esas concentraciones tardarían en desaparecer años. En consecuencia, también los efectos asociados.
Además, actualmente contamos con un nuevo tipo de residuos que, según Gómez, “representan una nueva forma de contaminación difícil de tratar”.
“Por ejemplo, las mascarillas están hechas de tres elementos: el tejido, el metal de la nariz y las cintas elásticas que no pueden ser reciclados a la vez. Aquí tenemos una gran dificultad”, señala la experta. Los guantes, por otro lado, pueden estar hechos de látex natural o plástico, pero también plantean graves problemas de degradación.
De ahí la importancia de deshacemos de ellos con responsabilidad: las mascarillas de un solo uso, al igual que los guantes, no deben tirarse al contenedor amarillo. Deben ir al contenedor de restos (gris), tal y como explica Ecoembes en su web.
“Muchos de los comportamientos que hemos tenido y tenemos durante esta pandemia, como la restricción de movilidad, influyen en las emisiones contaminantes. Desafortunadamente, sin un plan ambicioso de reducción de emisiones, cuando recuperemos nuestra vida normal es muy probable que sigamos usando vehículos contaminantes en vez de transporte público o vehículos cero emisiones”, considera Gómez.
Sin embargo, Gómez es optimista y opina que la situación ha sido una oportunidad para reforzar de nuevo la idea de que nosotros hemos creado este problema y que en nuestra mano está solucionarlo. “El momento que estamos viviendo puede permitirnos tomar conciencia y luchar para promover cambios que puedan implementarse en los próximos años. Así, podremos tratar de mitigar el calentamiento global y la crisis climática”, añade.
Otras pruebas de que el cambio climático sí te afecta
Por si las consecuencias asociadas a una pandemia se te quedan cortas (que no creemos), en Maldita Ciencia ya explicamos otras formas en las que el cambio climático puede interferir en tu vida diaria.
Sin ir más lejos, a la hora de comer y beber. Este hace que cada vez haya más eventos climáticos extremos como heladas, olas de calor, inundaciones o sequías. Condiciones que destrozan cosechas y, con ello, echar a perder o impiden la producción de comida que ya nunca nos alimentará.
Para ponerles nombre y apellidos, entre los cultivos que se verían afectados, encontramos los de café. Estos ya se han visto resentidos por plagas y otros fenómenos climatológicos, pero podrían reducirse aún más debido al aumento de temperaturas.
Y si eres más goloso, ojo con el chocolate. Sin los bosques tropicales en los que crecen los arbustos del cacao, podríamos incluso tener que despedirnos de este dulce tan apreciado por muchos. Las lluvias torrenciales y las sequías extremas también amenazan las producciones de té y de los cereales necesarios para fabricar cerveza.
Otro motivo son las enfermedades, más allá de la COVID-19. ¿Por qué? Muchas de ellas, como la malaria, pueden ser transmitidas a través de los mosquitos. Si se modifica el clima de donde habitan, estos podrían cambiar de lugar en el que vivir, llevándose con ellos diferentes parásitos. El resultado: enfermedades nuevas en lugares en los que nunca antes se habían dado.
También puede afectarte la subida del nivel del mar. Hay muchas personas que viven en lugares susceptibles de inundarse si este creciese en exceso.
Por último, cada verano se queman más hectáreas, se destruyen más bosques y se amenazan especies que ya estaban en peligro. Entre otros, los fenómenos extremos de los que hablábamos, como las sequías, ponen la base de muchos de los brutales incendios forestales. Como ves, este cambio también va contigo.
Primera fecha de publicación de este artículo: 25/03/2021