El 3 de junio ha sido declarado por la ONU el Día Mundial de la Bicicleta. Este medio de transporte se abre camino durante esta pandemia, en España como en otros países, como un medio más seguro. Muchas ciudades como Barcelona se están organizando para dejar más espacio a los ciclistas en los próximos meses de forma definitiva. Sin embargo, muchos ciclistas se preguntan: ¿respiraré más contaminación pedaleando en el medio del tráfico que si fuera en coche o caminando?
Lo primero que es importante tener en cuenta es que, en palabras de Xavier Querol, que lidera el grupo de investigación de geoquímica medioambiental y atmosférica del CSIC, “todos los medios de transporte exponen a contaminación”, sean metro, bus, bici, tranvía o si eres un peatón. “Por tanto, los niveles de exposición por ir en bici deben compararse con estos, no con los niveles de calidad del aire”.
Dicho esto, es cierto que ir en bici “aumenta la exposición a contaminantes del aire y el riesgo a accidentes” respecto a ir en coche, como dice el investigador del ISGLOBAL de Barcelona Jordi Sunyer. Sin embargo, “este perjuicio se ve enormemente compensado por los beneficios del aumento de la actividad física”, como indica este estudio sobre el servicio de Bicing de Barcelona en el British Medical Journal de 2011.
¿Se respira más contaminación al ir en bici?
La cuestión no es sencilla. Javier Ignacio Luengo Oroz, experto en sostenibilidad ambiental de la empresa especializada en servicios de sostenibilidad ERM, admite que no hay muchos estudios que midan la diferente exposición de ciclistas y conductores, y que no son fáciles de comparar ya que siguen metodologías distintas.
David Rojas-Rueda, epidemiólogo y actualmente profesor asistente en la Colorado State University, así como en el Instituto de Salud Global ISGLOBAL, y uno de los autores del estudio de 2011, ve claro que “haciendo un mismo trayecto, comparado con alguien que va en un coche, el que va en una bicicleta inhala más contaminación” según explica a Maldita Ciencia.
“Eso es porque su tasa de inhalación es más alta y la duración de viaje es más larga”. Sin embargo, subraya que “teniendo en cuenta el impacto positivo de actividad física para la salud, cuando comparamos a alguien que va en bici con alguien que va en coche, el que va en bici tiene menor riesgo de morir y mayor esperanza y calidad de vida teniendo en cuenta la contaminación del aire, los accidentes de tráfico y la actividad física”.
En cambio, Luengo considera que “los ciclistas no están más expuestos. Para partículas grandes, la exposición de ambos es ligeramente menor para los ciclistas, pero para las fracciones de partículas más pequeñas (las más mortales), los ciclistas están mucho menos expuestos que los conductores”, como detalla esta investigación publicada hace 2 años en la revista Climate Atmospheric Science.
La razón de ello, como explica Luengo, es que “los conductores están más cerca de la fuente de partículas, los motores y los frenos, y por eso están más expuestos, especialmente a las partículas pequeñas que se ‘cuelan’ más fácilmente por rendijas, conductos o el aire acondicionado”. Ahora bien, es cierto también según este investigador que “el problema puede venir porque al tener los ciclistas una tasa de respiración más alta, respiran más partículas”.
Los carriles bici separados del tráfico, fundamentales para proteger de la contaminación
Todos los investigadores consultados coinciden en que un factor que afecta muchísimo al nivel de contaminación al que se está expuestos es la presencia de carriles bici. En palabras de Querol, “no es suficiente crear carriles bici, sino carriles bici separados del tráfico, reducir el tráfico en calles con carriles bici, o escoger calles con menor tráfico. Generalmente, a 25m del borde de la carretera/vía, la contaminación por partículas se reduce 50%”.
Este aspecto concretamente lo estudió, entre otros, el mismo Luengo en uno de sus artículos publicado en Atmospheric Pollution Research en 2019 y que se refiere a la ciudad de Edimburgo: “Una separación de unos pocos metros de los ciclistas de los coches gracias a los carriles bici (o la presencia de por ejemplo, barreras vegetales), disminuye muchísimo la exposición de los ciclistas - mucho más de un 50%-. Además, los ciclistas no se ven obligados a ir tan rápido, por lo que respiran más suave y absorben menos partículas”.
Y añade: “la elección de la ruta en base a la infraestructura ciclista tiene un gran efecto en la exposición del ciclista, así como la manera de conducir. Por ejemplo, si un autobús te adelanta a 2 metros de distancia, puedes tener un pico de 1.000.000 partículas/cm3, mientras que si te adelanta a 5 metros de distancia el pico puede ser solo de 60.000 partículas/cm3. Utilizar el espacio reservado a ciclistas en los semáforos reduce muchísimo la exposición también”.
Por eso, en palabras de Teresa Moreno, directora del Instituto de Diagnosis Ambiental y Estudios del Agua del CSIC (IDAEA), “mejor elegir una ruta con menos tráfico, carril bici, o circular con distancia de los coches”.
En todo caso, como afirma un estudio de 2010 en Environmental Health Perspectives, quienes pasan de usar el coche para ir al trabajo a la bicicleta aumentan su esperanza de vida en 8 meses de media. Así que ya sabéis: ¡a pedalear!