Niños, colonos israelíes, empujando y golpeando a palestinos adultos para amedrentarlos. Ha ocurrido en Al Taybeh, este de Ramala, en la Cisjordania ocupada. Desde pequeños les forman para creer que el otro no merece vivir ahí, que arrebatarle su casa, su olivar, su campo, es un derecho. Crecen viendo la ocupación como algo natural, incluso como un deber. No es un hecho aislado. Solo en 2024, Israel confiscó más de 23,7 km² de territorio palestino en Cisjordania (la cifra más alta desde los Acuerdos de Oslo, el marco de paz que debía frenar la ocupación). El mes pasado, el Gobierno israelí aprobó el plan E1 (3.500 viviendas) que partirá Cisjordania en dos y cortará el paso entre Ramala y Belén, además de robar otras 1.214 hectáreas para nuevos asentamientos, hoteles y carreteras. Estos pequeños agresores son el rostro más perturbador de una maquinaria que, hectárea a hectárea, sigue tratando de borrar Palestina del mapa. https://www.instagram.com/reel/DORWEaCj1NK/?igsh=cDRtbzBxdG53a29p