Si, tras una valoración médica, las pruebas de SIBO han confirmado que, efectivamente, las bacterias han completado el aforo del intestino delgado, la evidencia científica indica que el tratamiento más eficaz son los antibióticos, que nos ayudarán a reducir la cantidad de microorganismos. A estos se suman pautas alimentarias concretas, lo que se conoce como una dieta baja en FODMAPs o baja en carbohidratos. Consiste en restringir los alimentos ricos en hidratos de carbono de cadena corta fermentables [aquí tienes una lista elaborada por la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición con los alimentos tolerados y los que se recomienda limitar y evitar].
¿Quiere esto decir que existe un tratamiento único e infalible? No. “Actualmente no hay un tratamiento perfecto. El que se pone en práctica es aquel que la evidencia científica reconoce como el ‘mejor’ dentro de una patología. En el caso de un SIBO, hablamos de antibióticos que actúan a nivel de la flora bacteriana e intestino, como el metronidazol. Estos, asociados a un determinado tipo de dieta, pueden mejorar la sintomatología y restituir la microbiota que ha generado los diferentes síntomas”, explicaba en la Twitchería científica Víctor Soriano, médico especialista en cirugía general y del aparato digestivo y miembro de la comunidad de malditos que nos prestan sus superpoderes.
El porqué de que junto al uso de antibióticos se paute una dieta baja y bastante restrictiva en hidratos de carbono (que deberá establecer un especialista en dietética y nutrición) es que las bacterias intestinales fermentan estos macronutrientes. Como resultado, generan gases. En una persona con una mayor cantidad de estas bacterias, evidentemente la cantidad de gases generados también será mayor. De ahí que reducir su consumo reduzca también las molestias asociadas al SIBO como la hinchazón y el dolor abdominal. Importante: por sí sola, la dieta baja en FODMAPs no eliminará el SIBO. Una vez superado el cuadro médico, los alimentos se van reintroduciendo poco a poco.
Aun utilizando antibióticos y siguiendo una alimentación de estas características, como recuerda Soriano, hay tasas de recurrencia, así como una serie de factores que pueden llevar (o no) de vuelta a los síntomas: cada caso es único. “En medicina, uno más uno no siempre son dos. Nuestra amiga es nuestra amiga, nuestro vecino es nuestro vecino y nosotros somos nosotros. Y en este contexto, nuestro, único, hay que individualizar al paciente”.
Además, el tratamiento con antibióticos tiene sus pros y sus contras, “no es algo baladí”. De ahí que haya que valorar el potencial beneficio frente al posible riesgo, algo que debe considerar un profesional médico. “En el caso de SIBO, el riesgo de que se altere la microbiota es algo que [normalmente] podemos asumir”, dado que los síntomas suponen un peor cuadro que los posibles efectos del antibiótico en la microbiota. Es decir, los beneficios superan a los riesgos.
Este artículo forma parte del 222º consultorio de Maldita Ciencia.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito Víctor Soriano médico especialista en cirugía general y del aparato digestivo
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