“Cómo puede ser que hoy en día la sal, de donde sale el clorito de sodio, que es el dióxido de cloro, aún esté prohibida la sal natural (sic). Cómo puede ser que la OMS recomiende a todos los gobiernos del mundo, títeres que obedecen a la OMS, que la sal auténtica, la que sale de secar el agua del mar no se pueda vender, porque tiene los minerales necesarios para que no enfermemos (sic)”. Así comienza, bajo un rótulo con el imperativo “Escucha y despierta”, un vídeo de TikTok que, a fecha 14 de marzo, acumula más de 724.000 visualizaciones. Otros contenidos desinformadores van más allá y critican que solo pueda comercializarse aquella con un porcentaje mínimo de cloruro de sodio (el componente principal de la sal de mesa).
Por un lado, “la sal que sale de secar el agua del mar” sí se puede vender. Por otro, este fragmento menciona conceptos que no tienen relación entre sí: si hablamos de sal, hablamos de cloruro sódico, no de clorito de sodio o de dióxido de cloro, más conocidos como MMS y CDS. Estos se venden como remedios milagrosos pero, en realidad, su consumo “supone un grave riesgo para la salud”, como advierte, entre otras organizaciones sanitarias, la Agencia Española del Medicamento y el Producto Sanitario (AEMPS).
La sal marina sí se puede vender
Volviendo a la que el vídeo define como “sal auténtica”, no es cierto que la procedente de haber secado el agua del mar “no se pueda vender”. Actualmente, la sal que está y no está permitido comercializar depende del porcentaje de cloruro de sodio que contiene. En la sal marina, este suele ser menor.
Como explica Bárbara de Aymerich, química, tecnóloga de los alimentos y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, antes de 2011 “solo se podía comercializar como sal de mesa aquella con un contenido mínimo de cloruro de sodio de un 97%”. A partir de este momento, hubo una modificación para la inclusión de la sal de salina (94% de cloruro de sodio, el resto son otros minerales), siendo esta el lugar donde se deja evaporar agua salada para dejar solo la sal, secarla y recogerla luego para su utilización, consumo o venta.
Esta no es una decisión a nivel nacional o incluso europeo. El porcentaje lo establece el Códex Alimentarius que, como explica a Maldita.es Beatriz Robles, dietista-nutricionista, tecnóloga de los alimentos y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, publica normas que, aunque no son obligatorias, sirven de referencia. En este caso es útil “para que lo que compres sea efectivamente sal, para establecer un criterio de calidad con un margen para los posibles contaminantes que pueda tener”, indica Robles. Es una garantía para el consumidor de que la sal va a ser, efectivamente, sal y, por lo tanto, será útil para lo que la usamos: dar sabor.
"En definitiva, se puede vender sal marina procedente de salinas mediante manipulación tradicional y recolectada manualmente. Y se permite un contenido en cloruro de sodio menor al que estaba establecido antes de 2011 (97%) ahora se permite 94%", resume María Dolores Pérez, bioquímica, doctoranda en tecnología de alimentos y maldita que nos ha prestado sus superpoderes.
¿Qué es la sal marina?
La sal marina que puedes encontrar en el mercado se obtiene a través de la evaporación del agua de mar y, además de cloruro sódico (aunque muchas veces equiparamos este concepto con el de sal de mesa), contiene otros oligoelementos, es decir, minerales en muy pequeñas cantidades, como el sulfato, magnesio, potasio, azufre, calcio, bromo, bicarbonato o estroncio. No lleva un proceso de refinado, al contrario de lo que afirma el vídeo.
A partir de la puesta en marcha de esta modificación, podemos encontrar en el mercado dos tipos de sal marina, ambas procedentes de la evaporación del agua del mar. La sal que se obtiene por la acción del viento y del sol, que se recoge a mano y que solo se lava en el cristalizador (una balsa en la que se produce la cristalización de la sal), sin añadirle después ningún otro ingrediente, se llama sal marina virgen. En las mismas condiciones, si nos referimos a la capa flotante de la sal cristalizada en la superficie del agua de los cristalizadores, hablaremos de flor de sal.
Independientemente de que podamos dar con sal marina en nuestro supermercado, también disponemos de sal refinada. Bajo este nombre se encuentra la sal gema (procedente de roca), la sal de manantial o la sal marina fuera de la sal marina virgen y la flor de sal.
Diferencia entre los distintos tipos de sal
A pesar de que relacionemos la sal de mesa con el cloruro de sodio, el contenido de esta sustancia varía en los distintos tipos de sal, entre el 80,5% en la sal marina y el 99% en la sal rosa del Himalaya.
Por ejemplo, la sal de roca o halita solo contiene cloruro sódico. “Procede de explotaciones de halita o de este mineral conjuntamente con sales potásicas”, señala Iva Marqués, profesora titular de Nutrición y Bromatología en la Facultad de Ciencias de la Salud y el Deporte del Campus de Huesca en la página web de la Academia Española de Nutrición y Dietética y añade que esta, antes de consumirla, sí se somete a un proceso de refinado. “La sal refinada se lava para retirar algunos minerales, como el magnesio, que aportan colores grisáceos y sabores anómalos”, explica a Maldita.es Miguel Ángel Lurueña, tecnólogo de los alimentos.
Por otro lado, además de cloruro sódico, la sal marina contiene otros oligoelementos (minerales en muy pequeñas cantidades), como el sulfato, magnesio, potasio, azufre, calcio, bromo, bicarbonato o estroncio y no lleva un proceso de refinado.
Ahora bien, “la diferencia entre los distintos tipos de sal que hay en el mercado es mínima, sobre todo si tenemos en cuenta que debemos consumirla en cantidades muy pequeñas (se recomienda no superar los 5 gramos diarios y optar por sal yodada”, indica Lurueña.
Por qué los minerales procedentes de la sal marina no son imprescindibles “para que no enfermemos”
El vídeo continúa recogiendo afirmaciones como que “nos hacen [la OMS y los gobiernos] tomar una sal marina que no es marina, que está refinada también”: “Nos falta magnesio, nos falta cromo, nos falta potasio, que tenemos que ir a comprarlo a las dietéticas y a las farmacias. Sinvergüenzas”. Sin embargo, como hemos explicado, la sal marina no tiene por qué estar refinada y, además, en ningún caso sería imprescindible en nuestra alimentación para obtener los minerales que se mencionan y que nuestro cuerpo necesita.
“Es cierto que en el agua de mar están presentes minerales que componen nuestro plasma sanguíneo, como cloro, sodio, potasio, magnesio, calcio, etc., pero esto no significa que debamos beberla [en este caso, consumir la sal procedente de ella] para poder obtenerlos”, explica Lurueña en su blog. El motivo es que todos esos elementos están de forma habitual en la dieta.
De hecho, según explica De Aymerich, “los minerales presentes en algunos tipos de sal, responsables de su color, por ejemplo, lo están en contenidos de trazas, por lo que su funcionalidad es muy dudosa”.
No debemos confundir el cloruro de sodio (sal de mesa) con sustancias como el clorito de sodio o el dióxido de cloro (relacionados con el MMS y el CDS, sobre las que advierten las instituciones sanitarias)
Sobre la afirmación del vídeo acerca de que el clorito de sodio y el dióxido de cloro “salen” de la sal, De Aymerich señala que "se están mezclando churras con merinas”, ya que son productos diferentes. “El cloruro de sodio participa como reactivo y se obtiene como subproducto de montones de procesos industriales. Uno de ellos es la obtención del hipoclorito de sodio (lejía). Pero no se usa nunca para consumo humano”.*
La disolución en agua de clorito de sodio, que es un tipo de blanqueante industrial, da lugar a una sustancia de la que se ha hablado largo y tendido a raíz de la pandemia por COVID-19, el Miracle Mineral Solution o MMS (suplemento o solución mineral milagrosa). Tanto esta sustancia como el dióxido de cloro (CDS) en el que se transforma tienen una fuerte acción oxidante, y consumirlo puede producir dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, intoxicaciones, fallo renal y alteraciones sanguíneas.
Es decir: no funcionan como tratamiento para ninguna enfermedad y no se consideran, ni mucho menos, un producto saludable. Tanto la Agencia Española del Medicamento y el Producto Sanitario (AEMPS) como la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) advierten sobre las consecuencias negativas del consumo de este líquido así como del peligro que supone para la salud.
*Hemos actualizado este artículo con las declaraciones de Bárbara de Aymerich sobre el clorito de sodio y el dióxido de cloro.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes las malditas Bárbara de Aymerich, Beatriz Robles y María Dolores Pérez que forman parte de Superpoderosas, un proyecto de Maldita.es en colaboración con FECYT que busca aumentar la presencia de científicas y expertas en el discurso público a través de la colaboración en la lucha contra la desinformación.
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