Nos habéis preguntado por un vídeo que circula por la aplicación TikTok que critica la recomendación sanitaria de controlar la cantidad de sal en nuestra alimentación. Después de un gran rótulo en el que se puede leer “Nos mintieron”, la imagen afirma que “eliminar toda la sal sube la presión arterial, y se tiene incidencia a infarto de meocardio (sic)”, que “la causa de la hipertensión es la prediabetes, el azúcar de los carbohidratos refinados” y concluye subrayando que “la sal es vida”, que “el cuerpo no la puede fabricar”, cosa que, en teoría, sí podría hacer con el azúcar, según este contenido.
Sin embargo, esto no es así: una de las causas del aumento de la presión arterial es precisamente el exceso de sal y no su ausencia. Esto no quiere decir que “el azúcar de los carbohidratos refinados” no contribuya a la hipertensión. De hecho, las personas con diabetes, en general (especialmente de tipo 2, adquirida), son más propensas a desarrollar otro tipo de enfermedades, entre ellas, la hipertensión arterial.
El exceso de sal aumenta la presión arterial y, con ello, el riesgo de hipertensión
Eliminar la sal de la alimentación no eleva la presión arterial, como afirma el vídeo de TikTok por el que nos habéis preguntado. Más bien consigue todo lo contrario. De hecho, reducir el consumo de sal (sodio, en general) es una de las recomendaciones principales en pacientes con hipertensión.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda disminuir la ingesta de sodio para reducir la tensión arterial y el riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y cardiopatía coronaria en adultos. Este organismo aconseja que los adultos no consuman más de dos gramos o 2000 miligramos (mg) de sodio al día, lo que sería equivalente a cinco gramos (5000 mg) de sal común.
Por su parte, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) explican en su página web que el cuerpo necesita una pequeña cantidad de sodio para funcionar (entre 500 y 2.300 - 2.500 mg al día en adultos sanos) y la mayor parte de este consumo lo hacemos en forma de sal (una cucharadita de sal de mesa contiene unos 2.300 mg de sodio). Entre otras funciones, según la Fundación Española del Corazón (FEC), este mineral ayuda a mantener el equilibrio de los líquidos corporales dentro y fuera de las células (homeostasis), permite la transmisión y la generación del impulso nervioso y ayuda a que los músculos respondan correctamente a los estímulos.
Ahora bien, el exceso de sodio “puede elevar la presión arterial”, que “es un factor de riesgo importante para enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares”.
Añaden que, por norma general, cuando se reduce el consumo de sal, la presión arterial comienza a descender en cuestión de semanas. “Reducir la ingesta de sodio reduce la presión arterial, con mayores efectos entre las personas con hipertensión”.
El motivo de todo ello es que, en una persona sana y que consume sal en las cantidades recomendadas, los riñones realizan correctamente sus funciones, entre las que se encuentra la regulación de los niveles de sodio y agua en la sangre. “Sin embargo, para muchos de nosotros, consumir demasiada sal puede alterar este equilibrio, causando un aumento de los niveles de sodio en la sangre”, explica en su página web el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC).
Esto lleva a nuestro cuerpo a ‘aferrarse’ a más agua (retiene más líquido), aumentando tanto el líquido que rodea nuestras células (el agua sale de estas estructuras) como el volumen de sangre en nuestro torrente sanguíneo. A medida que aumenta el volumen de sangre, también lo hace la presión que esta ejerce sobre nuestros vasos sanguíneos (hay más líquido en el mismo espacio) o lo que es lo mismo, la tensión sanguínea. En este contexto, el corazón necesitará trabajar más duro para mover la sangre por todo el cuerpo. “Con el tiempo, este estrés adicional puede llevar al endurecimiento de vasos sanguíneos y aumentar el riesgo de hipertensión arterial, cardiopatía y accidente cerebral”, señala EUFIC.
Cómo controlar la cantidad de sal en nuestra dieta (más allá de usar menos sal de mesa) y cuánta se considera perjudicial
Para reducir el consumo de sal, está claro que debemos reducir la cantidad de sal de mesa que utilizamos al cocinar o que le añadimos al plato una vez lo tenemos sobre la mesa. El problema es otra de las fuentes de este mineral: los productos procesados y ultraprocesados, en los que no controlamos la cantidad del ingrediente. De ahí que haya que prestar especial atención al consumo general, contando con ambos factores.
Las últimas pautas de la Sociedad Europea de Cardiología en relación al consumo de sal, junto con otras pautas nacionales e internacionales, “caracterizan una dieta saludable [en adultos] como una ingesta diaria de sal inferior a cinco gramos, o alrededor de una cucharadita de sal por día”.
La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) recuerda que para conocer la cantidad de sal presente en los alimentos envasados y poder elegir así la opción más saludable, debemos leer siempre el etiquetado nutricional. “En general se considera que el alimento contiene ‘mucha sal’ si aporta 1,25 gramos por cada 100 gramos y ‘poca sal’ si aporta 0,25 por cada 100”.
¿Hay tipos de sal más saludables que otros?
Sobre qué tipo de sal es más saludable, es cierto que puede haber pequeñísimas diferencias en la composición de estos, con trazas de distintos compuestos como el potasio, el calcio o el magnesio que les aportan colores especiales o sabores peculiares. “No obstante, sus compuestos principales son siempre los mismos: cloro y sodio”, aclaraba a Maldita.es Beatriz Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos. También advertía de que no hay evidencia científica que pruebe ningún beneficio atribuible al consumo de algunas de ellas, como la sal del Himalaya y otras sales exóticas.
Ahora bien, tras llevar a cabo estudios que prueban la relación entre las necesidades de sodio, el consumo de sal en exceso y las enfermedades cardiovasculares, tanto la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) como la OMS y otras instituciones sanitarias internacionales recomiendan que se utilice sal yodada. “Este tendría que ser el único parámetro que determinase nuestra elección”, comenta Robles.
¿Qué pasa con “el azúcar de los carbohidratos refinados”?
Que el consumo excesivo de sal sea un factor de riesgo para la hipertensión no quiere decir que el azúcar libre no tenga nada que ver en esta ecuación. De ésta la recomendación también es limitar su consumo sin una cantidad mínima diaria que haya que ingerir: en el caso del azúcar, cuanto menos, mejor.
“Una reducción en el consumo de azúcares añadidos, sobre todo fructosa, y particularmente en las cantidades y contextos de variedades fabricadas industrialmente, no solo ayudaría a frenar las tasas de hipertensión, sino también podría ayudar a abordar los problemas más amplios relacionados con la enfermedad cardiometabólica”, señalan los autores de este estudio publicado en la revista Open Heart.
Como explicamos en Maldita.es, el consumo de azúcar tiene un papel cada vez más evidente en el riesgo de desarrollar enfermedades no transmisibles, en general. Una revisión sobre el efecto de gravar con impuestos los alimentos azucarados indica que el consumo de azúcar también se relaciona con sobrepeso y obesidad. Esto, según recoge el documento, incrementa el riesgo de hipertensión arterial, además de la dislipemia o alteración de lípidos en la sangre, la resistencia a la insulina, la inflamación y caries, las alteraciones cardiovasculares o la osteoartritis, entre otras enfermedades.
Primera fecha de publicación de este artículo: 28/02/2023