Puede que te suene el diagnóstico ‘intolerante a la lactosa’ o al gluten. De hecho, ambas son bastante comunes. Sin embargo, ¿has oído hablar alguna vez del concepto ‘intolerancia a la fructosa’? Hoy explicamos qué es la fructosa, qué supone esta intolerancia para los pacientes que la sufren y qué pautas dietéticas son útiles para gestionarla.
¿Qué es la fructosa?
Coloquialmente, podemos decir que la fructosa es un azúcar más. De ahí que, como señala a Maldita.es Mariana Álvarez, dietista-nutricionista y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, su función sea proporcionar energía inmediata a nuestro organismo.
Debido a su forma, diferente a la de la glucosa, la fructosa se metaboliza principalmente en el hígado, y no en el páncreas, “lo que favorece la formación de triglicéridos [un tipo de grasa presente en la sangre] en nuestro organismo”, añade a Maldita.es Ana Amengual, dietista-nutricionista del centro Júlia Farré.
¿Intolerancia o malabsorción?
No debemos confundir la malabsorción de la fructosa con la intolerancia hereditaria a la fructosa. Esta última, es el resultado de una deficiencia o ausencia en una enzima hepática conocida como aldolasa B (poniéndonos técnicos, fructosa-1-fosfato aldolasa hepática). “Se diagnostica durante los primeros años de vida, ya que el bebé manifiesta síntomas de intoxicación aguda como náuseas, vómitos, letargo, shock, deshidratación, retraso en el crecimiento…”, indica Amengual.
Si el diagnóstico se realiza siendo ya adultos, es muy probable que se trate de malabsorción de este azúcar cuyos síntomas, como continúa la experta, suelen ser distensión y dolor (similar a los cólicos), flatulencias y gases, retortijones, ruidos intestinales, náuseas, vómitos, diarrea (normalmente explosiva), estreñimiento…
“La malabsorción a la fructosa dependerá del grado de tolerancia de la persona y la cantidad que se ingiera en la dieta”, explica Amengual quien añade que, de no solucionarse esta condición, puede dar lugar a déficits de micronutrientes, alteraciones en la microbiota, mayor permeabilidad intestinal e inflamación a largo plazo.
En cualquier caso, la prueba que se utiliza actualmente para diagnosticar estos problemas es el Test del Hidrógeno Espirado: “Consiste en administrar al paciente una solución que contiene fructosa y recoger una muestra de aire a través de la espiración. Básicamente, lo que se busca es la presencia de hidrógeno, puesto que es lo que se produce a partir de la actividad de las bacterias intestinales”, señala Álvarez. El resultado comprende diferentes niveles de intolerancia.
“Tengo intolerancia o malabsorción de fructosa, ¿cómo sé qué alimentos y productos puedo y no puedo tomar?”
Si nuestro objetivo es reducir la cantidad de fructosa en nuestra alimentación, ya sea por intolerancia o malabsorción a ésta, lo principal es conocer qué alimentos naturales (en los que se debería basar nuestra dieta) son más ricos en ella, como recomienda Amengual.
Podemos encontrar fructosa ‘natural’ en alimentos como la miel; frutas, como la manzana, la pera, el mango o la sandía; los cereales, como el centeno; las verduras y, en pequeñas cantidades, en algunas hortalizas, como la cebolla o la zanahoria. ¿Y qué alimentos presentan una reducida cantidad de este componente? Las carnes, los pescados, los huevos, los cítricos, el plátano poco maduro, la papaya, el arroz, el trigo sarraceno, las acelgas, espinacas…
Además de encontrarse naturalmente presente en estos alimentos, en los últimos años se ha comenzado a utilizar de forma añadida en la elaboración de otros productos con más frecuencia. El porqué es que “endulza más que el azúcar”. De ahí que debamos “estar atentos a los ingredientes de los alimentos procesados”, recuerda la experta. Por ejemplo, como explica Álvarez, podemos dar con ella en aquellos productos con sacarosa (azúcar de mesa), ya que la fructosa forma parte de esta molécula.
Para hacer el chequeo correspondiente en el etiquetado de un producto determinado sobre el que dudemos, primero debemos identificar y evitar los ingredientes ricos en fructosa que hemos mencionado. Después, es importante comprobar si se ha utilizado algún edulcorante calórico que pueda añadir fructosa de algún modo.
En general, y como recopila Amengual, en el listado de ingredientes, además de bajo su propio nombre (fructosa), podemos encontrar este componente añadido con otros nombres como jarabe de fructosa, azúcar de coco, azúcar invertido, jarabe con alto contenido en fructosa (HFC o JMAF) o almíbar de maíz alto en fructosa (AMAF) o sirope de glucosa-fructosa, panela, azúcar de fruta, azúcar moreno, miel, jarabe de caramelo, azúcar de remolacha, toffee y melaza. Así que cuidado si alguna de estas palabras aparece en la enumeración.
“Otro ingrediente que sería conveniente detectar es el sorbitol, que se utiliza como edulcorante para productos light”, añade Álvarez. “Este azúcar se absorbe con el mismo transportador que la fructosa”, de ahí que no suela sentar bien en personas con esta intolerancia.
Cómo asegurar una alimentación saludable si tenemos intolerancia o malabsorción de fructosa
En caso de intolerancia a la fructosa, la situación hereditaria, hay que tener en cuenta que es importante “hacer una dieta estricta, eliminando casi por completo la fructosa (en forma de fructosa o de sacarosa) y el sorbitol”, como señala a Maldita.es Beatriz Robles, dietista-nutricionista y tecnóloga de los alimentos.
Tanto en este caso como en uno de malabsorción de la fructosa (y dependiendo del resultado del test del hidrógeno), será un dietista-nutricionista quien aconseje qué pautas alimentarias específicas y personalizadas se deben tener en cuenta de cara a la futura alimentación del paciente, para que su salud no se vea comprometida. Según Álvarez, al principio se suelen limitar todos los alimentos que contengan fructosa en altas cantidades, al igual que azúcares y sorbitol.
“La estrategia es ir retirando aquellos alimentos que tienen un contenido muy elevado y encontrar un punto medio en el que el paciente pueda encontrarse bien a partir de una alimentación que no sea tan restrictiva como para ocasionar carencias u otros inconvenientes como una mala relación con la comida”, aclara Amengual.
Lo ideal, a partir del momento en el que comienzan a remitir los síntomas, es establecer lentamente una terapia de reintroducción. “Se valora la tolerancia hasta asegurarnos de que no hay malestar digestivo al ingerir un alimento ‘más cargado’ [de fructosa] y el entrenar al paciente en el manejo de alimentos conflictivos”, continúa la experta. Eso sí, puede ser que haya alimentos que no se deban consumir en ninguna circunstancia u otros que solo afecten al paciente si hay un brote o si se consumen de una forma determinada.
En palabras de Álvarez, es habitual dar en consulta con casos de personas “que han eliminado totalmente de su dieta frutas y verduras”, originando así carencias en vitaminas y minerales, “cuando realmente pueden consumir sin problemas vegetales y frutas bajos en fructosa”. Es decir: dieta controlada en fructosa no significa dieta sin fructosa.
Además, las expertas inciden en que, al elaborar una pauta alimentaria para una persona con malabsorción o intolerancia a la fructosa, siempre se debe tener presente qué alimentos asocia a síntomas y cuáles no, ya que, como adelantábamos, hay diferencias individuales y grados de sensibilidad diferentes.
Y los suplementos alimenticios, ¿pueden ser útiles en este caso?
Aunque pueda parecer lo contrario, al ser la fructosa típica en alimentos como algunas frutas y verduras (cuyo consumo, por lo tanto, se debe reducir), no tiene por qué es necesario tomar ningún suplemento alimenticio: “Se puede realizar una pauta alimentaria baja en fructosa y ser esta nutricionalmente completa. De hecho, en consulta, tratamos de que sea así”, aclara Álvarez.
Es cierto, sin embargo, puede haber casos puntuales más graves en los que se presenta una gran malabsorción a la fructosa. “Estos pacientes puede que no toleren bien cualquier tipo de fruta o verdura, e incluso tener problemas con muchos cereales”, cuenta Álvarez. En situaciones similares, en los que las opciones de fruta y verdura escasas (o nutricionalmente insuficientes), “debemos suplementar en vitaminas, especialmente vitamina C”.
A pesar de que no existe un medicamento específico para ‘curar’ la intolerancia, sí existen suplementos en base a una enzima, la Xilosa isomerasa, que pueden ayudar “en situaciones especiales y esporádicas en las que el paciente no sea capaz de seguir su pauta como pueden ser viajes o celebraciones”, añade Amengual.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes Mariana Álvarez, dietista-nutricionista.
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