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Por qué es recomendable controlar el consumo de algas

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Cada vez es más común toparnos con ciertos tipos de algas. Y no hablamos de las molestas ‘lianas’ que se te enredan en piernas y brazos cuando te das un chapuzón en el mar (por algo esto es Maldita Alimentación), sino las comestibles, las que envuelven los maki cuando comes sushi o que pueden formar parte de tu bowl si te pides un poke. Ahora bien, nos encontramos de nuevo frente a un producto que debemos consumir tan solo ocasionalmente. Esta vez no hablamos del grado de procesamiento o de la calidad de sus ingredientes (harinas refinadas, grasas perjudiciales, azúcares libres…), sino que se debe a uno de sus micronutrientes principales, el yodo, y las cantidades en el que este se encuentra.

De hecho, el dietista-nutricionista Julio Basulto señala en su libro Come mierda que, pese a ser un alimento tomado directamente de la naturaleza, a pesar de comercializarse con pocas manipulaciones por parte de la industria alimentaria, y pese a su fama de alimentos saludables, el consumo frecuente de algas marinas “puede generar toxicidad a causa del yodo”.

El papel del yodo en nuestro organismo

A pesar de que el yodo es un elemento imprescindible en la producción de las hormonas tiroideas, que son las responsables del sistema nervioso central, del crecimiento, de la regulación del metabolismo basal y, en general, del correcto funcionamiento de organismo, si nuestra dieta nos aporta habitualmente contenidos elevados, puede provocar problemas de tiroides. Por ejemplo, hipertiroidismo, hipotiroidismo, bocio…

Pero, ¿qué ‘tendrán que ver las peras con los tomates’? ¿Y las algas con el yodo? Pues más de lo que en un principio te podría parecer. De hecho, entre otros alimentos de origen marino, son las algas las que más cantidad de este micronutriente aportan. Sobre todo, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), las algas pardas, concretamente las del género Laminaria (como el alga Kombu, de color parduzco con aspecto laminar que alcanza de dos a tres metros de longitud y se cultiva y consume principalmente en Japón).

Cantidad de yodo diaria recomendada y cantidad máxima con respecto al aporte de yodo en las algas

Para situarnos y poder comparar, debemos saber cuál es la cantidad diaria de yodo recomendada, cuál la máxima y cuánto aportan los tipos de alga que se consumen más habitualmente.

En relación a la primera incógnita, la cantidad diaria recomendada de yodo depende de la edad. En esta tabla de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) puedes comprobar la cantidad en función de la etapa de la vida en microgramos (mg):

También la cantidad máxima depende de la edad. En 2006, el Comité Científico de la Alimentación Humana estableció para la ingesta de yodo un límite máximo de 600 µg/día para los adultos y de 200 µg/día para los niños de 1 a 3 años.

En cuanto a la cantidad de yodo que aportan las algas, por ejemplo “un snack (20 gramos) de alga nori (5 gramos) tiene alrededor del 300% de la ingesta diaria recomendada (IDR)”, señalaba en su cuenta de Twitter el tecnólogo de los alimentos Miguel Ángel Lurueña. “Una ensalada de wakame (15 gramos), [supone aproximadamente el] 4000% de la IDR”, añadía.

“Un solo gramo de alga kombu o hierba del mar multiplica por cinco y por ocho, respectivamente, el límite máximo sobre consumo de yodo establecido por las autoridades sanitarias”, señala Basulto.

En abril de 2021, un estudio publicado en la revista European Thyroid Journal también señalaba las acciones antitiroideas ocasionadas por incluso pequeñas cantidades de determinadas algas marinas.

Recomendaciones sobre el consumo de algas

En base a la evidencia científica actual, que las algas pardas (sobre todo la variedad kombu) presentan gran cantidad de yodo, y teniendo en cuenta la posición que han adoptado instituciones como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), la AESAN recomienda, por un lado, a las personas con disfunción tiroidea o que tomen medicamentos con yodo evitar el consumo de alimentos que contengan algas.

Por otro, y dado que no hay datos suficientes para medir el riesgo en la población infantil, también “se recomienda evitar su consumo por niños y niñas, así como por mujeres embarazadas o en periodo de lactancia”.

¿Y qué pasa con el arsénico?

El yodo no es el único posible inconveniente con el que podemos toparnos si hablamos de algas. Hay un tipo de ellas, el alga Hiziki, sobre la que la AESAN también señala ciertas recomendaciones de consumo.

El motivo es su contenido en arsénico inorgánico, un metaloide presente en la naturaleza tanto de forma natural (debido a actividad hidrotermal, depósitos de minerales y en sedimentos de los acuíferos) como procedente de fuentes humanas (como operaciones mineras y metalúrgicas) y que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasifica con la categoría 1 (es decir, que hay suficiente evidencia para afirmar que es cancerígeno en humanos). Además, también puede suponer otros problemas para la salud.

Pero como, salvo que seas un entendido en algas, puede que de primeras no sepas distinguir las Hiziki, estas se caracterizan por su apariencia negra y filamentosa, textura blanda y con sabor salado. Se suelen utilizar en sopas, ensaladas y platos preparados a base de verduras, principalmente en restaurantes japoneses o coreanos.

Alga Hiziki

La recomendación propuesta por la AESAN, a pesar de que el consumo de este tipo de alga no es frecuente en España, es evitarla siempre que sea posible y elegir tipos alternativos de algas marinas. También “elegir los alimentos cuidadosamente, en particular los envasados, leyendo sus etiquetas”, para asegurarnos de que no contienen este ingrediente.

Por último, incide en que la Hiziki se trata de la única variedad con altos contenidos de arsénico inorgánico, “por lo que esta recomendación no es aplicable a otras especies de algas”.

Para concluir, Basulto señala que, aunque haya alguna alga segura (sin excedente de yodo ni arsénico), ante la posibilidad de equivocarnos en la elección y sabiendo que las algas no han probado ser beneficiosas ni necesarias, “no vale la pena correr el riesgo”: “Lo mejor es no consumirlas”.

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