Aunque un aparentemente inofensivo: ‘Venga, vamos a echar un poco de kétchup, que así seguro que te gusta’ a los más pequeños se presente como un goloso comodín para conseguir que estos se acaben la cena, no menees y espachurres el bote aún.
Esta semana nos habéis preguntado precisamente eso: si, en caso de que a un niño o una niña no le guste un plato o un tipo de comida determinado, es útil que lo aderecemos con salsas para ‘camuflar’ el sabor y que, así, acceda a comerlo. ¿Respuesta? Haciéndolo, estamos introduciéndoles en el entorno de los productos ultraprocesados y consiguiendo que el sabor de la salsa elegida cubra al del alimento original, malacostumbrando a su paladar.
Ahora bien, “como siempre que se nos plantean este tipo de cuestiones debemos empezar con un enorme ‘depende’”, opina en declaraciones a Maldita.es el dietista-nutricionista Daniel Ursúa. El porqué, explica, es que en la alimentación infantil, además de pensar en que nuestros hijos e hijas reciban un correcto aporte de nutrientes a través de la dieta, también se debe tener en cuenta “su educación nutricional y la manera en que se van a relacionar con la comida”. Y, como hemos explicado en otras ocasiones, prohibir no es la solución.
Es normal que a los niños y niñas no les gusten algunos alimentos
Texturas más fibrosas, colores menos comunes, sabores más intensos… No es raro que los niños cojan tirria a determinadas comidas.
“Es común que los peques tengan cierta ‘fobia’ a algunos alimentos, sobre todo si tienen sabor amargo (los detectan como tóxicos) o si es un alimento que nunca han visto ni probado o al que ha estado expuesto en escasas ocasiones, pues es algo no conocido y genera en ellos rechazo”, explica a Maldita.es la dietista-nutricionista especializada en nutrición infantil Anabel Moyano. Además, durante su desarrollo es habitual que tengan una época de neofobia, es decir, de aversión a introducir alimentos nuevos, sean del tipo que sean.
Pero que no cunda el pánico, que esto no tiene por qué ser para siempre: la mayoría de nuestras preferencias alimentarias (el gusto por los sabores) se aprenden.
Nuestras opiniones y preferencias en relación a los sabores empiezan a construirse antes de nacer, cuando los sabores de la comida que toma la madre llegan al bebé a medida que crece en la matriz, como explicaba en The Conversation Nicholas Archer, investigador sobre ciencias sensoriales, del sabor y del consumidor, en la Organización de Investigación Científica e Industrial de la Commonwealth (CSIRO). Aunque este primer contacto tendrá impacto en qué sabores gustarán más y cuáles menos, “los gustos no son permanentes”, sino que cambian con la edad, como indica el experto.
“Podemos tanto aprender a apreciar sabores [que en un principio nos resultaron] asquerosos probándolos una y otra vez como rechazar otros por haber tenido una mala experiencia con ellos”, continúa. Sería el caso, por ejemplo, de que dejases de comer huevos al haberlos comido alguna vez en mal estado (con las consecuencias nada deseables que esto pudo tener).
Y queramos o no, la reina de los rechazos alimentarios entre el público infantil es la verdura. Hecho para el que también existe un porqué científico, esta vez cercano a la simple supervivencia, y es el sabor amargo de algunos vegetales. “Evitar el amargor es innato porque está asociado con toxinas y hace que los niños rechacen las verduras”, asumía en The Conversation David Cox, líder del grupo de ciencias sensoriales y de comportamiento en el CSIRO.
La faena es que, en los alimentos vegetales comestibles y de cara a nuestra salud, son precisamente algunos de esos componentes amargos los que nos interesan. “En las verduras Brassica como el brócoli, la coliflor y la col rizada, por ejemplo, los compuestos fenólicos o los glucosinolato, que contribuyen a los sabores amargos y agrios, son los mismos que contribuyen a sus ‘características saludables’”, explicaba Cox.
Por qué las salsas no son la solución
El rechazo a un determinado alimento no se soluciona echándole un porrón de kétchup y mayonesa. El primer motivo es que estas no son un producto saludable. Al fin y al cabo, como explicamos en Maldita.es, en general, y aunque todas tienen mucha sal, podemos clasificar las salsas comerciales en dos tipos.
Por un lado, aquellas cuya base es el aceite o la grasa (como el caso de la mayonesa, el alioli, la salsa césar, el pesto, la salsa cheddar, la salsa cocktail, la salsa de mostaza o la salsa de yogur que, de yogur, tiene bastante poco. Como es de suponer, este tipo de aderezos “tiene un alto contenido de grasa, un gran aporte calórico y, además, no aportan otros nutrientes”, señalaba a Maldita.es Ana Belén Ropero, profesora de nutrición y bromatología en la Universidad Miguel Hernández y maldita que nos ha prestado sus superpoderes.
Por otro lado, encontramos las salsas dulces (es el caso del kétchup, la salsa barbacoa, la salsa agridulce o la salsa de Módena. Estas “tienen gran cantidad de azúcares libres” y, como en las grasas, “tampoco aportan otros nutrientes”, apunta Ropero.
Además, las salsas enmascaran el verdadero sabor de los alimentos. No solo acostumbran al paladar a sabores más intensos (sabores que muy probablemente solo podamos encontrar en productos ultraprocesados), sino que impiden que los niños perciban el verdadero sabor de lo que comen. “Preparaciones como el kétchup o la mayonesa pueden tapar por completo el sabor de las verduras y volverse un arma de doble filo”, coincide Ursúa.
“Al igual que pasa con el azúcar o los edulcorantes, si siempre comemos las verduras con este tipo de salsas, luego no seremos capaces de comerlas sin ellas, pues su sabor nos resultará soso”, añade. Es por ello por lo que, de usarlas, lo recomendable es que sea de forma ocasional y en poca cantidad, para acompañar y potenciar el sabor de otros alimentos, no para ‘taparlos’.
Y si no les gusta, ¿qué?
Si los peques rechazan un plato, en opinión de Ursúa, debemos reflexionar sobre la causa de esa negativa. “Antes de nada debemos tener en cuenta que ellos también tienen gustos y preferencias y que debemos respetarlas. También recordar que no hay ningún alimento que sea imprescindible y que siempre vamos a poder encontrar otras fuentes para todos los nutrientes”.
“En ningún caso es adecuada esta práctica [acudir a las salsas] para hacer que los peques acepten un alimento”, señala Moyano. La solución que proporciona la experta para hacer que los niños ‘acepten’ un alimento es “ofrecer, ofrecer y ofrecer”: “No hay que obligarles a comerlo, pero sí exponerles repetidas veces para que ‘cojan confianza’ y se animen a olerlo, tocarlo, probarlo…”.
Puede ocurrir que no le guste algo concreto, como un determinado tipo de verdura, pero que coma el resto sin rechistar. No hay problema: como adelantaba Ursúa, no hay alimentos imprescindibles y podemos optar por infinidad de alternativas similares al ‘despechado’.
Otra de las propuestas de la experta es dar ejemplo. Dado que los niños aprenden por imitación “si nos ven tomar fruta de postre cada día o alimentos que ellos inicialmente rechazan, querrán hacer lo mismo y, si se los seguimos ofreciendo, llegará un momento en que se animen a probarlos”. También se puede intentar combinarlos con otros ingredientes o alimentos que les gusten mucho o probar otras formas de cocinado, texturas y tamaños (hay a quienes no les gusta el pimiento crudo, pero sí asado, ¿no?).
Otro ‘truco’ es crear platos atractivos a la vista de los niños o tratar de hacer estos alimentos más sabrosos. Moyano propone el uso de especias y hierbas aromáticas, el queso rallado, las vinagretas… Condimentos que no enmascaren, pues lo que queremos es que se acostumbren al sabor real de los alimentos.
“Sobre todo, debemos tener muy presente que es importante que nuestro hijo desarrolle una adecuada relación con la comida, por lo que nunca debemos usar las salsas ni otros alimentos o productos como un castigo o como un premio ni debemos forzarle a comer algo que no quiera”, concluye el dietista-nutricionista. “La mesa no se debe volver un campo de batalla”.
Este contenido es apoyado por la iniciativa “Alimentando el cambio” de DANONINO en el que Maldita.es colabora elaborando contenidos independientes según su metodología.