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Si ya has decidido que vas a pedir comida a domicilio, ¿cómo hacer que la elección sea lo más saludable posible?

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Porque te da pereza enguarrinar la cocina recién recogida, porque te apetece algo muy concreto o porque, simple y llanamente, no te da tiempo a meterte entre fogones. ¿Se te ocurre algún motivo más para pedir comida a domicilio? Seguro que sí así que, para las ocasiones en las que te encuentres en estas u otras situaciones, vamos a tratar de buscar la opción más saludable cuando la cena va a ti y no tú a la cena. 

¿Pedimos a domicilio por necesidad o por antojo?

La decisión está tomada y el móvil en la mano: vas a pedir que te traigan la comida o la cena a casa o a la oficina. Pero, ¿por qué? ¿Porque te apetece algo determinado (marca incluida) o es que suena eco cuando abres la nevera? “Depende de cada objetivo, podemos valorar unas opciones u otras”, afirma a Maldita.es Adriana Oroz, dietista-nutricionista.

Si nos vemos en la necesidad de pedir a domicilio, si no hay alternativa, puede que escoger la opción más saludable (o menos insana) sí que esté entre nuestras prioridades. Evidentemente, si se nos ha antojado algo en concreto, será menos probable. 

Pongámonos en el primer caso, en el que sí sopesamos la calidad nutritiva de lo que pretendemos comer: “Tanto cuando comemos en casa, como cuando comemos en un restaurante o cuando pedimos comida a domicilio, las mejores opciones van a ser las que utilicen técnicas de cocinado tipo horno, plancha o guisado y entre sus ingredientes no haya una gran cantidad de salsas”, recomienda a Maldita.es Daniel Ursúa, dietista-nutricionista. “Además, si priorizamos las opciones vegetales frente a las carnes rojas y procesadas, mucho mejor”.

¿Qué es lo que te apetece: la marca o el tipo de comida?

Tampoco es lo mismo, por ejemplo, que te apetezca una hamburguesa de McDonald’s  que tengas ganas de una hamburguesa, en general. En el segundo caso, sí podemos tratar de escoger la alternativa (aparentemente) menos insana. ¿Cómo lo hacemos? ¿En qué nos fijamos?

Si tenemos la posibilidad de cocinarlo nosotros mismos, controlando los ingredientes y las cantidades utilizadas, mejor intentarlo y dejar que la comida llame al timbre para otra ocasión. Si, por lo que sea, no es una opción, lo más aconsejable es elegir alternativas que ofrezcan productos cuya base sea de verduras, seguida de alimentos con carbohidratos (mejor integrales), proteínas y grasas, según sugiere a Maldita.es Álvaro Aja, miembro del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas y vicepresidente del Colegio oficial de Dietistas-Nutricionistas de Cantabria (CODINUCAN). 

“Lo contrario y lo menos aconsejable son los platos que no contienen vegetales y que, además, tienen una gran cantidad de fritura: patatas fritas, alitas de pollo rebozadas, pechuga de pollo rebozada, alimentos en tempura…”, añade.

Aunque a veces nos puede resultar complicado saber los ingredientes y la procedencia de los productos del negocio al que pedimos, Diana Diaz Rizzolo, doctora en biomedicina, nutricionista y profesora en la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), propone a Maldita.es tratar de un esquema sencillo para facilitar la decisión. 

Primero, considerar aquellos restaurantes que trabajen y cocinen alimentos de buena calidad. Por norma general, son preferibles los restaurantes familiares “que tengan patrones de consumo basados en una dieta mediterránea” a las cadenas de comida rápida. 

Otro ‘truco’ es “buscar en la carta menús completos o platos que nos aseguren aportes suficientes de las familias de nutrientes”. Por ejemplo: “un menú que incluya ensalada de primero y una pescado al horno con patatas y verduras de segundo. O bien, un plato único que contenga todo, como podría ser un poke con verduras, quinoa y tofu”, propone Diaz. 

Tampoco debemos confiarnos simplemente porque la materia prima sea saludable: pueden llegar don ketchup o doña mayonesa a fastidiarnos el tinglado. Lo recomendable es “elegir siempre aderezos en ensaladas (aceite, vinagre, sal y similares) y evitar salsas cremosas de procedencia desconocida”.

En palabras a Maldita.es de la tecnóloga de los alimentos y dietista-nutricionista Beatriz Robles, no vale con pedir una ensalada 'con cosas' en la que esas 'cosas' son un filete empanado con un kilo de mayonesa: "Una opción saludable puede transformarse en algo insano fácilmente, con el agravante de que nos sigue pareciendo sanísimo y no lo es".*

Como adelantábamos, la forma de cocinado también es importante. Lo ideal sería priorizar los alimentos crudos (en caso de vegetales) seguidos de los preparados al vapor, al papillote o al horno; a la plancha y, por último, frituras y rebozados. “El agua deberá ser siempre la base de nuestra reposición hídrica y las frutas y yogures sin azúcar, los postres por elección”, concluye la experta.

Además, Oroz propone compartir la comida con tu acompañante. Es una forma de reducir el aporte calórico de la toma, que generalmente suele ser más alto. Podemos, por ejemplo, pedir una ensalada o hacerla en casa y compartir una pizza, hamburguesa o unas porciones de sushi, una tarta de queso…). 

No debemos olvidar que no solo importa el que el alimento en sí sea sano o insano, también la cantidad que se come del mismo “y de ello depende la conducta alimentaria de cada persona”, recuerda Aja. "Hay que tener en cuenta que las raciones generalmente son más grandes que lo que nos comeríamos si lo preparásemos nosotros, pero tendemos a comerlo entero interpretando que eso es 'una porción'. Mejor que lo sirvamos en un plato de los que usamos habitualmente para calcular mejor las cantidades", propone Robles.*

No es lo mismo el consumo puntual que habitual

La frecuencia con la que se pide comida a domicilio no depende simplemente de lo que apetezca en un momento determinado, sino de la disponibilidad de tiempo para elaborar un posible menú, hacer la compra y cocinarlo, ya sea diaria o semanalmente. 

“Si queremos pedir comida para darnos un capricho o para disfrutar de comidas diferentes, recomiendo hacerlo de forma ocasional y consciente”, propone Oroz. En este caso, al ser un consumo puntual, y al igual que pasa con la bollería casera o industrial, debemos reflexionar sobre cuántas veces pedimos ese tipo de comida. “Si se trata de un consumo realmente esporádico, no es necesario que pensemos tanto en la calidad nutricional de lo que pedimos”, recuerda Ursúa. Es decir: pide, recibe, come y disfruta. 

La cosa cambia si, por las circunstancias que sea, pedimos comida a domicilio varias veces por semana. A la par, podríamos terminar desplazando el consumo de otros alimentos más nutritivos y saludables, comprometiendo la calidad de nuestra alimentación diaria. En ese caso, en palabras del dietista-nutricionista, habrá que considerar que este sistema es parte de nuestra alimentación habitual y, por lo tanto, tendremos que planificarla e intentar que nuestro patrón global sea lo más saludable posible.

La recomendación de Oroz para casos similares es optar por empresas que elaboren platos con buena materia prima (alimentos de temporada y de proximidad) y con base vegetal. “Cada vez más, las empresas de comida a domicilio siguen el método del Plato de Harvard como guía para crear comidas completas en las proporciones recomendadas: la mitad del plato vegetales, un cuarto de alimentos ricos en proteína, otro cuarto de productos ricos en hidratos de carbono y cocinados con una porción de grasa saludable, como aceite de oliva virgen. 

Por norma general, en opinión de Díaz es más complicado llevar un buen patrón dietético si no tenemos en cuenta todo lo anteriormente citado y consumimos comida a domicilio con frecuencia. Si, por el contrario, esta opción representa el "extra" que se va de la norma, el momento puntual en el que nos permitimos consumir un alimento de forma esporádica que nos guste, “no importa tanto la elección que hagamos”: “No somos lo que comemos dos veces al mes, sino lo que forma parte de nuestra alimentación el resto de días del año”.

Reducir y limitar no son sinónimos de prohibir

Que no debamos abusar de la comida a domicilio por el perfil nutricional que suelen tener los productos que pedimos no quiere decir que debamos prohibirnos esta alternativa y terminar con ella de raíz. “Los dietistas-nutricionistas en pocas ocasiones ‘prohibimos’ alimentos y las veces que lo hacemos es a causa de patologías que impiden a la persona consumir ese producto”, explica Aja. 

“Lo que intentamos es dar a entender que se puede disfrutar de una variedad inmensa de opciones gastronómicas y alimenticias sin perder de vista que cada una tiene su dosis o cantidad recomendada por ingesta”, así como la frecuencia con la que  echa mano de ella a la semana o al mes.

Como decíamos, podemos hacer un consumo puntual de productos ‘menos sanos’ siempre y cuando el resto de nuestra alimentación sea saludable y a partir de productos en fresco y con base de verduras, frutas y cereales integrales.

Cuestión de organización

Pedir comida a domicilio o para comer en la oficina es una opción cada vez más frecuente por varias razones. “Muchas personas dicen que no tienen tiempo para cocinar entre semana o el fin de semana (trabajo, viajes, conciliación familiar o deporte…), no saben o pueden organizarse un menú o simplemente no les gusta hacerlo. Cada uno tiene sus prioridades y su contexto y eso no lo hace mejor o peor”, recopila Oroz.

Ahora bien, lo ideal (tanto para nuestra salud como para nuestro bolsillo) es que pedir domicilio sea una alternativa esporádica. En palabras de Ursúa, si nos vemos en la necesidad de utilizarla habitualmente es porque algo está fallando en nuestra planificación: “La organización tanto en la compra como en la cocina es algo básico para poder gestionar de manera adecuada nuestra alimentación”. Al final, la sensación de falta de tiempo y descontrol son el pequeño empujón necesario, en muchos casos, para tomar decisiones dietéticas poco saludables.

Como recuerda Díaz, planear un menú semanal (aunque este no sea exacto) siempre es una opción interesante, no sólo para mejorar nuestra gestión del tiempo, también nuestra salud y economía asegurando un menor desperdicio alimentario. 

Aunque se haya puesto de moda el concepto batch cooking, llevamos años poniéndolo en práctica sin necesidad utilizar este nombre comercial: “Consiste en organizar el menú semanal, hacer la compra en base a ese menú y dedicarle unas horas de un sólo día (que puede ser por ejemplo el domingo por la tarde) para dejarlo todo preparado (o a medio preparar)”, señala la profesora de la UOC. 

Por ejemplo: si te has propuesto comer pollo a la plancha con verduras al horno dos veces a la semana, puedes las verduras horneadas en la nevera. Así, solo tendrás que cocinar la pechuga, lo que supone tan solo unos pocos minutos. Si además haces arroz, puedes acompañarlo otro día de los vegetales para tener una ensalada en pocos minutos. “Quedará aliñarlo y, ¡listo!”.  

*Hemos actualizado este artículo con las declaraciones de Beatriz Robles. 

Este contenido es apoyado por la iniciativa “Alimentando el cambio” de DANONE EDP en el que Maldita.es colabora elaborando contenidos independientes según su metodología.

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