Un consejo si te tomas al pie de la letra las instrucciones para aprender a medio bailotear sevillanas (‘cojo la naranja, la como, la tiro y la piso’): si el fruto lo has recogido de un árbol en plena calle, sea o no Sevilla, pegarle un bocado no es la mejor elección. El porqué es que la fruta de los árboles urbanos no es como la destinada a llenar la sección pertinente de nuestro supermercado o frutería de confianza, ni en variedad (lo podemos comprobar en el dulzor/amargor) ni en las características que les confiere su situación (por ejemplo, la exposición que han tenido a contaminantes).
La finalidad de los árboles con los que nos cruzamos al caminar por la ciudad, como afirma a Maldita.es el agrónomo especialista en políticas agrarias y maldito que nos ha prestado sus superpoderes Miguel Gallego, es hacer más agradable el paseo por las calles (olor y color) y dar sombra en los meses calurosos, además de mejorar de la humedad y calidad del aire. “Si bien estos últimos son aspectos que podríamos denominar ‘más actuales’”, añade el experto. De ahí que en calles y avenidas sean comunes las familias ornamentales de ciruelos o cerezos, por ejemplo; o los cítricos, como el naranjo.
Por muy apetecible que resulte, mejor evita comer frutas de árboles ornamentales
Puede que un largo paseo consiga abrir tu apetito o que una sesión de footing matutino haga que tu cuerpo te pida un alimento refrescante. Sea cual sea la situación en la que te plantees comer la naranja (o fruta que sea) de un árbol en plena calle, calma: seguro que hay alguna frutería cerca, alarga un poco la marcha. Comer la fruta de un árbol urbano “no es buena idea”, en opinión a Maldita.es de Miguel Ángel Lurueña, tecnólogo de los alimentos, quien añade que el motivo principal de que esto sea así es la contaminación a la que están expuestas.
Pero es que, además, las naranjas (la fruta con la que más habitualmente podemos encontrarnos en la ciudad) que hay en los núcleos urbanos son naranjas amargas o bordes (Citrus aurantium), “una variedad que se usa casi exclusivamente para la elaboración de mermelada de naranja amarga, porque de otro modo su sabor resulta desagradable”, explica Lurueña.
En las calles de Murcia también son típicas las naranjas bordes que, según señalaba el agrónomo Francisco Ruiz en RTVE, “están horriblemente malas”: “Llaman la atención porque están ahí colgadas, muy bonitas y apetecibles, y nadie las come, pero porque reciben el apodo de ‘matarratas’”.
¿Y por qué se utilizan árboles con estas y no otro tipo de variedades frutales, agradables para nuestro sentido del gusto? La razón es que, para las ciudades, se buscan árboles resistentes y rústicos, siendo secundario el tamaño, aspecto o sabor de los frutos.
“Las variedades que se plantan a nivel productivo (en el campo), cumplen con características de calibre del fruto, apariencia, tendencia del mercado, sabor, etc. Además de ser muy cuidados (suficiente agua y nutrientes) para que tengan un óptimo de producción”, recuerda Gallego. Al estar sus finalidades (adorno y alimento) en competencia, “es muy improbable que ambas variedades reúnan las condiciones de rusticidad y buena capacidad productiva. Y, aunque coincidan, los cuidados hacen mucho en su resultado productivo”, concluye.
Caridad Calero, bióloga ambiental, divulgadora, directora técnica del proyecto Conocer la Agricultura y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, añade a Maldita.es que, en estos casos, no se pueden controlar muchos de los aspectos que afectan a la calidad comercial de la fruta (dulzor, calibre, presencia de fitosanitarios o de daños causados por plagas...), entre otras cosas “porque no resultaría práctico”. “El objetivo del arbolado urbano no es producir alimentos sino dar sombra, frescor y mayor belleza a las calles y otros espacios públicos”, recuerda. “Podrían plantarse frutales comestibles, claro, pero necesitarán más cuidados por personal cualificado, riegos, fertilizantes, tratamientos fitosanitarios y podas”, añade Ruiz.
No solo es mejor evitar comerlos, los frutos de los árboles urbanos también suponen otros problemas
Nadie duda de que el toque de color que aportan los frutos de los árboles de la urbe (en caso de tenerlos) se agradece a la vista. Pero no todo son ventajas, tampoco estética o económicamente hablando, ni incluso en relación a la salud. Sus residuos, al caer al suelo, por ejemplo, suponen problemas, en algunos casos bastante serios, como caídas de personas mayores o suciedad en el pavimento.
“Durante años, este problema se ha tratado de solucionar, bien con cuadrillas que retiran los frutos caídos a cargo de los ayuntamientos, bien a través de la cesión de estas producciones a empresas que le puedan dar utilidad”, comparte Gallego.
¿Qué criterios se utilizan para escoger los árboles de las ciudades?
En la elección de plantas para la ciudad, tanto árboles como arbustos, se tienen en cuenta diversos motivos.
El primero de ellos es su resistencia a la pluviometría (las precipitaciones) y a las enfermedades vegetales de la zona. Teniendo esto en cuenta, puede gestionarse de forma más eficaz cuándo deben regarse o tratarse, siendo menor la frecuencia necesaria (salvo en momentos puntuales a lo largo de su vida). “Es decir, deben ser árboles bien adaptados, como es el caso de los naranjos en Sevilla”, propone Gallego.
Añade que otro de los factores a tener en cuenta en esta elección es su velocidad de crecimiento y su porte ya que, por norma general, “queremos tener árboles que den sombra (de ahí la elección de árboles caducos o perennes), que en pocos años tengan un tamaño deseado y con un porte adecuado (en calles estrechas se seleccionan árboles de porte medio, como aligustres, naranjos o prunus y en avenidas árboles de mayor porte, como es el plátano de sombra o los olmos)”.
Otra cuestión de interés, en palabras del experto, es el sistema radicular del árbol a escoger, es decir, la cantidad, fortaleza y disposición de sus raíces, que debe ser suficiente para que no caigan por el viento, pero sin ser superficiales. De ser así, podría “levantar la acera” como ocurre en el ombú o el árbol de las lianas. De hecho, las raíces de un árbol pueden incluso llegar a afectar a los cimientos de edificios o a las tuberías cercanas, rompiéndolas.
No debemos olvidar los factores más visibles: el color y número de floraciones en el año, así como el olor que desprenden. “Resumiendo mucho, la elección es una mezcla entre lo posible técnicamente y lo deseable a nivel de diseño o de impacto al viandante”, recopila Gallego.
Existe otra finalidad añadida, histórica e identitaria, ya que existen muchas ciudades asociadas a un tipo de árbol desde tiempos remotos. Como señala el experto, el enfoque paisajístico también se aprovecha como distintivo de una ciudad para dar continuidad a la tradición histórica visual y olfativa.
“Poniendo como ejemplo Sevilla, la ciudad está claramente influenciada por naranjos (olor de azahar) que ya utilizaban los árabes. Incluso los setos que delimitan los jardines del Alcázar son de naranjos (algo totalmente en desuso actualmente, por su mantenimiento entre otros factores)”.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes Miguel Gallego y Caridad Calero.
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Este contenido es apoyado por la iniciativa “Alimentando el cambio” de DANONINO en el que Maldita.es colabora elaborando contenidos independientes según su metodología.
Primera fecha de publicación de este artículo: 17/02/2022