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Maldito Bulo

La supuesta entrevista en la que Silvia Intxaurrondo "destroza" al juez Peinado por sus negocios sucios con el PP no existe

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Las claves
  • Circula un vídeo según el cual la periodista Silvia Intxaurrondo dijo al juez Juan Carlos Peinado durante una entrevista: “¿Cómo pretende impartir justicia cuando tiene negocios con los mismos a los que debería investigar?” y otras frases similares
  • A 19 de junio de 2025, Intxaurrondo no ha entrevistado al juez Peinado, y no hay registro de que la periodista se haya pronunciado en esos términos
  • Peinado instruye la causa contra la esposa del presidente, Begoña Gómez. Intxaurrondo presenta el programa ‘La Hora de La 1’ de TVE   

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5/3/25
LO QUE CIRCULA

«Silvia Intxaurrondo destroza al juez peinado por sus negocios sucios con el PP»

Atención, España. Silvia Intxaurrondo lo ha vuelto a hacer y esta vez ha cruzado todas las líneas del miedo y de la censura. Lo que ocurrió en directo fue una auténtica ejecución pública, una humillación sin precedentes al hombre que hasta ahora se había presentado como el juez valiente, como el azote del poder, como la justicia incorruptible. Pero hoy cayó el telón y Silvia lo tiró abajo con una frase brutal. Usted no imparte justicia, juez peinado. Usted negocia con el poder, con el PP y con los mismos que han saqueado este país durante décadas. Y con esa frase se desató un terremoto político y judicial que ya no puede detenerse. Lo que parecía una entrevista más, lo que debía ser una conversación respetuosa sobre el colapso institucional que vive España, se convirtió en una bomba informativa que desnuda por completo la podredumbre del aparato judicial al servicio de los saqueadores. Silvia llegó preparada. con datos, con documentos, con pruebas, con nombres y ante un peinado que intentaba lucir su habitual postura de técnico imparcial, ella lo dejó al descubierto como lo que es. Un operador político al servicio del PP, un juez con intereses empresariales ocultos, un engranaje más de una maquinaria de poder que utiliza togas para blindar a corruptos mientras persigue a los que se atreven a destapar la verdad. Las pruebas eran devastadoras. Silvia enumeró contratos otorgados a dedo desde empresas de familiares de peinado, adjudicaciones ocultas bajo sociedades pantalla con sede en Madrid, vínculos con fundaciones vinculadas al PP que han recibido millones en subvenciones mientras él presidía procesos judiciales contra rivales del partido. Todo estaba sobre la mesa, todo encajaba, todo apestaba. Usted habla de legalidad, pero actúa como un comercial del PP. ¿Cómo pretende impartir justicia cuando tiene negocios con los mismos a los que debería investigar? ¿Cómo puede decir que es independiente cuando su entorno financiero depende del partido al que nunca se ha atrevido a incomodar?", disparó Silvia, mientras el juez, acostumbrado a los halagos de los tertulianos de ultraderecha, tartamudeaba, intentaba cambiar de tema y sudaba frente a una cámara que esta vez no le era cómplice. Pero Silvia no paró porque lo que tenía entre manos era mucho más que una denuncia. Era una revelación, una descarga de verdad que dejó sin defensa al aparato judicial que ha protegido al PP desde Gurtel hasta Ayuso. No era solo peinado, era todo lo que representa. Juces que no juzgan, fiscales que no investigan, magistrados que miran hacia otro lado cuando el corrupto lleva bandera, cruz y pulsera de España. Silvia sabía lo que tenía y lo soltó sin miedo. Los que se sientan a tu lado en los reservados del club siglo XXI no son inocentes, son cómplices, son parte del engranaje de impunidad que ha destruido la confianza en la justicia de este país. La entrevista se viralizó en minutos. Los clips de la frase "Usted negocia con el poder" explotaron en redes. El hashtag almohadilla peinado corrupto fue tendencia absoluta en menos de media hora porque por fin alguien señalaba directamente al juez que ha sido usado como arma política por la derecha más podrida de España. Porque por fin alguien con un micrófono potente rompía el pacto de silencio entre medios, despachos de abogados y élites económicas. Y mientras Peinado se quedaba mudo, completamente desarmado ante el vendaval de pruebas, Silvia Enchaurrondo se alzaba como la voz de millones de ciudadanos hartos de ver como la justicia se reparte entre copas de vino y favores entre partidos y jueces. Hoy lo que se dijo no fue una simple acusación, fue una declaración de guerra contra la mentira judicial, una advertencia a todo el aparato. Ya no hay intocables, ya no hay blindajes, ya no hay impunidad que no pueda romperse con la verdad. Lo que vino después fue el remate más humillante que jamás haya sufrido un juez en directo en la televisión española. Porque Silvia Inchaurrondo no se detuvo, no reculó, no suavizó el tono, al contrario, aceleró, empujó y directamente aplastó lo poco que quedaba de la reputación de Juan Carlos Peinado, ese magistrado que durante años se ha vendido como símbolo de independencia mientras operaba como brazo jurídico del Partido Popular. Con voz firme y sin levantar una ceja, Silvia desplegó sobre la mesa una lista completa de vínculos financieros entre el entorno familiar de Peinado y tres fundaciones satélite del PP. Una dedicada a promover el pensamiento conservador, otra que supuestamente canalizaba becas para estudiantes, pero que en realidad transfería fondos a empresas relacionadas con campañas electorales. Y una tercera, directamente vinculada a contratos de asesoría jurídica pagados con dinero público a despachos, donde Peinado había trabajado antes de ser juez. La evidencia era brutal, irrefutable. No eran rumores, ni suposiciones, ni conspiraciones de la izquierda. Eran facturas, eran transferencias, eran actas notariales. Silvia las citaba una por una, con fechas, con montos, con nombres. Y el juez, sentado frente a ella, ya no respondía. Bajaba la mirada, jugaba con un bolígrafo, tartamudeaba cifras que no cuadraban, se hundía, se desplomaba, lo que debía ser un rostro de autoridad era ya la imagen misma del privilegio desmoronándose, del poder atrapado en su propia red de mentiras. Y fue entonces cuando Silvia lanzó la estocada final. No pidió explicaciones, no exigió reformas, exigió la dimisión inmediata del juez en directo, frente a millones de ciudadanos sin rodeos. Usted no puede seguir al frente de ningún proceso judicial mientras su nombre esté vinculado a los mismos fondos de corrupción institucional que destruyeron la credibilidad de este país. Usted no puede juzgar a nadie mientras no sea juzgado usted mismo. Y si le queda algo de decencia, algo de respeto por la toga que lleva, renuncie. La frase cayó como una bomba en el plató. Los cámaras se miraban entre sí, sin saber si cortar. Algunos productores intentaban cambiar de tema, pero ya era tarde. Silvia había dicho lo que nadie se atrevía a decir, que la corrupción también viste toga, que el PP no solo compró voluntades políticas, sino también judiciales y que la impunidad en España tiene nombre, apellidos y lleva años sentada en los tribunales. La reacción en redes fue inmediata. El hashtag almohadilla Peinado Dimite escaló al número uno en menos de 10 minutos. juristas independientes, asociaciones de jueces progresistas y hastavoces del propio ámbito judicial comenzaron a exigir explicaciones porque lo que Silvia había desatado no era una polémica, era una purga necesaria, una limpieza institucional que ya no podía seguir aplazándose. Durante décadas, el PP ha contado con una red de protección judicial que se activa cada vez que uno de los suyos es investigado, imputado o rozado por un escándalo. y peinado era hasta hoy uno de los pilares de ese blindaje, pero hoy por fin alguien lo ha tirado abajo. Silvia cerró su intervención con una frase que ya se repite en cada redacción, en cada comentario, en cada mesa familiar de este país. La justicia no puede seguir al servicio de los corruptos y los jueces que protegen a ladrones deben caer con ellos. Hoy el juez peinado no solo quedó en evidencia, hoy su carrera está sentenciada y con ella empieza a desmoronarse la red de jueces que han sido cómplices de la corrupción del PP durante décadas. Pero si el país pensaba que lo peor ya se había dicho, que el escándalo ya había tocado fondo, Silvia Enchaurrondo demostró que aún quedaba dinamita por detonar, porque cuando parecía que la entrevista había alcanzado su clímax, Silvia sacó una carpeta final, roja, marcada, distinta, y con la calma de quien sabe que está a punto de incendiar un sistema entero, pronunció cinco palabras quearon la sangre del juez peinado y de medio país. Gurtel, ayuso, kitchen, contratos, impunidad. En ese instante, lo que quedaba de la imagen del juez se hizo trizas. Ya no era un magistrado incómodo, ya no era un hombre de carrera atrapado en una polémica, era, a la vista de todos, el engranaje central de una red de encubrimiento político que lleva décadas protegiendo al Partido Popular mientras España era saqueada sin piedad. Silvia conectó casos, tiempos, personajes y pruebas. demostró como los mismos fiscales que callaron durante Gurtel dependían jerárquicamente de estructuras que Peinado ayudó a mantener. Mostró como el caso Kitchen, el espionaje criminal desde el Ministerio del Interior para proteger a Rajoy y destruir pruebas, fue blindado por jueces que, al igual que peinado, compartían cenas y tertulias privadas con los acusados. Y lo más grave, sacó a la luz que las mismas empresas fantasma que aparecen en los contratos investigados por ella están registradas también en documentos vinculados a la campaña electoral de Ayuso en Madrid. No estamos hablando de un juez cuestionado dijo Silvia con los ojos clavados en la cámara. Estamos hablando del centro de una red judicial que ha impedido durante años que la corrupción del PP llegue a los tribunales con consecuencias reales. Y hoy, por fin, hemos puesto nombre y cara a esa impunidad. El plató ya no era un espacio televisivo, era una sala de juicio y Silvia Inchaurrondo era la fiscal del pueblo. No había duda, no había escape, no había posible defensa. Peinado estaba acabado. Sus vínculos con despachos de abogados ligados a tramas del PP, sus decisiones favorables a Yuso, su silencio cómplice ante los casos de financiación ilegal, sus viajes encubiertos pagados por fundaciones empresariales asociadas al partido, todo salió a la luz. Todo se dijo, todo explotó. Las reacciones políticas no se hicieron esperar. Desde el Congreso, partidos de la oposición exigieron la apertura inmediata de una investigación judicial. Vox, en su cinismo habitual, guardó silencio. El PP, completamente en shock, se limitó a decir que no comentaban informaciones sin confirmar, cuando en realidad lo que no sabían era cómo detener la hemorragia política y mediática que les acaba de abrir Silvia. Porque lo que cayó no fue solo un juez, lo que cayó fue una estructura, una red, una mafia judicial incrustada en el corazón de las instituciones democráticas y que hoy por fin empieza a desmoronarse. Y mientras Peinado intentaba recuperar algo de dignidad, Silvia lo remató con una frase que ya es historia, que se repetirá en cada rincón de España donde alguien aún crea en la justicia. Lo suyo no es un error, es un patrón. Usted es la prueba viviente de que en este país el verdadero poder judicial ha sido el brazo armado de la corrupción y esa etapa acaba de terminar. Hoy, Silvia no solo destrozó a un juez, hoy destapó el mayor escándalo judicial del siglo. Hoy puso fin al mito de la independencia judicial cuando se trata de proteger al PP y hoy dejó claro que la verdad, cuando estalla, no hay toga que la frene. Lo que estaba ocurriendo ya no era una simple entrevista ni una denuncia valiente, era un punto de inflexión histórico. Era el momento en que la televisión, convertida por una sola mujer en un tribunal sin filtro, desató la rebelión colectiva contra una estructura podrida que lleva décadas pisoteando la democracia con la toga de la impunidad. Silvia Inchaurrondo, sola frente a las cámaras, no solo había desmontado a peinado, había dinamitado el pacto de silencio que protegía a los corruptos con ropaje institucional. Y lo más estremecedor fue lo que vino después, cuando dejó de hablar solo del juez y comenzó a dirigirse al pueblo español como quien activa una cuenta atrás. Si este país quiere justicia, tiene que barrer a todos, a los jueces comprados, a los políticos ladrones, a los medios vendidos, a los fiscales decorativos, a los empresarios mafiosos. O esto no es democracia, es una estafa. En ese instante algo se rompió, algo cambió, algo despertó, porque por primera vez en mucho tiempo la sensación generalizada no era solo rabia o impotencia, era hambre de verdad. de castigo, de fin de ciclo. El derrumbe de peinado dejó al descubierto un sistema tan enfermo, tan viciado, que ya no basta con sustituir nombres. Hay que quemar las estructuras, hay que refundarlo todo. Silvia habló del Consejo General del Poder Judicial como una cueva de operadores políticos. Habló de los jueces que tienen carnet, que asisten a cenas con diputados del PP, que son promocionados por sus favores silenciosos, que ignoran causas escandalosas y persiguen periodistas incómodos. No es un caso aislado, es un ecosistema y peinado no es la excepción, es la norma. Y lo más grave fue su advertencia final, que si la justicia no limpia su propia casa, será la calle la que lo haga. y no se refería a protestas simbólicas o asts. Hablaba de una ruptura, de un hartazgo nacional que ya desborda todos los canales institucionales. Porque el pueblo español ha soportado demasiado. Desde Bárcenas hasta Kitchen, desde Gurtel hasta la Pagón, desde Ayuso hasta la destrucción sistemática de lo público, siempre protegidos por los mismos nombres, las mismas togas, los mismos jueces. Y hoy todo eso ha quedado al desnudo. Silvia cerró con un llamado que ya no era un cierre televisivo, era casi un manifiesto insurgente. No le debemos respeto a quienes nos han robado la esperanza. No debemos obediencia a una justicia que protege al poder y castiga a quien lo denuncia. No debemos silencio, debemos memoria y debemos lucha. Hoy, Juan Carlos Peinado es solo un nombre más en una larga lista de cómplices, pero hoy su caída ha abierto una grieta que no podrán sellar con notas de prensa ni con editoriales vendidos. Hoy el régimen ha empezado a crujir y si no cae ahora, caerá con la próxima verdad que se atreva a estallar. Porque si algo ha demostrado Silvia Inchaurrondo, es que ya no hay juez, político ni banquero que pueda esconderse de una verdad dicha en voz alta frente a todo un país. El efecto fue inmediato. Como si alguien hubiera detonado una bomba de relojería en mitad de Génova X3, la sede del Partido Popular entró en estado de pánico absoluto. Las declaraciones de Silvia Inchaurrondo no solo habían destrozado la imagen del juez peinado, habían encendido una mecha que ya no se puede apagar porque lo que estaba en juego ya no era un cargo, una reputación o una carrera judicial. Lo que Silvia acababa de activar era una caza abierta, un ajuste de cuentas público y televisado contra toda una red de impunidad institucional que lleva décadas protegiendo a los saqueadores de este país. Dentro del PP, los teléfonos no dejaban de sonar. Asesores corriendo por los pasillos. Diputados pidiendo instrucciones, alcaldes llamando a los bufetes con los que firmaron contratos turbios, exministros borrando mensajes. Todo el aparato de poder que durante años funcionó con la arrogancia de la impunidad empezó a colapsar en tiempo real porque ahora sabían que el blindaje judicial que los había protegido ya no existe. Peinado ha caído y con él se ha derrumbado el último escudo que los mantenía a salvo. Pero lo peor para ellos aún estaba por llegar. Silvia no solo se detuvo en peinado, empezó a nombrar a más jueces, más fiscales, más funcionarios que han actuado como cómplices silenciosos del saqueo nacional. Habló de los que archivaron causas sin investigar, de los que retrasaron procesos hasta que prescribieron, de los que filtraron sumarios para avisar a los acusados antes de que la justicia pudiera actuar. Y lo dijo claro, si este país no limpia su sistema judicial ahora, no lo hará nunca. Si no lo hacemos con nombres, con pruebas y con presión pública, lo seguirán haciendo en la sombra y entonces sí, la democracia estará muerta. Las redes sociales se estallaron como un volcán. Millones compartían listas de jueces sospechosos, de fiscales inmóviles, de políticos con causas congeladas. La gente pedía nombres, pedía sentencias, pedía cárcel y por primera vez los medios de comunicación que siempre habían protegido al PP empezaron a tambalear. Algunos intentaron matizar, otros guardar silencio, pero el tsunami era demasiado grande. Silvia había roto el cerco y eso no se puede deshacer. En cuestión de horas, diputados del PP empezaron a deslizar en privado que haría falta reestructurar el poder judicial, que habría que hacer autocrítica, que tal vez Peinado no debía haber ido tan lejos, pero ya era tarde. La purga había comenzado. Ya hay jueces que han pedido baja médica, ya hay fiscales que han borrado sus redes, ya hay políticos que cancelaron ruedas de prensa, sabiendo que la primera pregunta sería sobre sus vínculos con esos magistrados. Y mientras todo ese aparato se hundía como un monstruo atrapado en su propia trampa, Silvia Inchaurrondo seguía hablando, seguía mirando a cámara, seguía disparando verdades como puñales, porque lo que ha comenzado no es un debate, es una revolución institucional, es la caída de un sistema que se creyó invencible y lo dijo sin temblar. Vamos a por todos. Los que firmaron, los que encubrieron, los que callaron y los que aplaudieron mientras robaban un país entero. Hoy el miedo ha cambiado de bando. Hoy en Génova no se habla de elecciones, se habla de supervivencia. Y eso gracias a una periodista que se negó a mirar para otro lado. https://www.youtube.com/watch?v=1zqqB0nYTLY
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Silvia Intxaurrondo
Juan Carlos Peinado

Lo que circula: un vídeo con una voz de fondo que dice que la periodista Silvia Intxaurrondo “destrozó” al juez Juan Carlos Peinado, a cargo de la causa contra Begoña Gómez, durante una entrevista en directo. Según el vídeo, Intxaurrondo le dijo al letrado: “Usted no imparte justicia, juez Peinado. Usted negocia con el poder, con el PP y con los mismos que han saqueado este país durante décadas”.

Verificación: a 23 de junio de 2025, Silvia Intxaurrondo no ha entrevistado a Juan Carlos Peinado, y tampoco hay registro, ni en redes sociales, ni en publicaciones o contenidos de Televisión Española (donde trabaja Intxaurrondo) de que se haya pronunciado de esa manera sobre el juez. 

La supuesta entrevista de la que no hay imágenes ni fechas y que nunca existió

Según el vídeo, Silvia Intxaurrondo habría encarado al juez Peinado en una entrevista para decirle cosas como: “¿Cómo pretende impartir justicia cuando tiene negocios con los mismos a los que debería investigar? ¿Cómo puede decir que es independiente cuando su entorno financiero depende del partido al que nunca se ha atrevido a incomodar?”.

También dicen que Intxaurrondo le habría dicho: “usted no imparte justicia, juez Peinado. Usted negocia con el poder, con el PP y con los mismos que han saqueado este país durante décadas”.

Captura del vídeo desinformador.

Silvia Intxaurrondo no ha entrevistado a Juan Carlos Peinado en 2025. La periodista encabeza el programa ‘La Hora de La 1’ de Televisión Española desde septiembre de 2021, tras la salida de Mónica López. Al revisar su contenido, vemos que el juez no ha participado en el programa.

En el vídeo aparecen imágenes de ambos, sin embargo, siempre por separado y contextos distintos.

Por ello, cuidado con los contenidos que dicen que la periodista Silvia Intxaurrondo encaró al juez Juan Carlos Peinado en una entrevista. A 19 de junio de 2025, Peinado no ha sido entrevistado por Intxaurrondo, y no hay registro de que la periodista se haya pronunciado de esa manera. 

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